Como de costumbre, Sanemi conducía camino al instituto en donde trabajaba, no sin antes dejar a cada uno de sus hermanos en sus primarias y secundarias correspondientes, a todos menos a Genya, que era el único hasta el momento que acudía al instituto Kimetsu.De repente, el auto se estacionó.
—Espérame aquí—. Dijo el peliplata bajando del auto.
Genya suspiró pesadamente.
—¿En serio, Nemi? Pero...— Las malas costumbres de su hermano ponían en riesgo su llegada temprana a clases.
Sanemi ingresó al local, que como siempre apenas iba abriendo a esas horas.
—¡Buenos días, Shinazugawa-san!— Desde la caja, una linda chica pelirrosa lo saludó con entuciasmo mientras intentaba apartar a un gato que se aferraba a sus trenzas.
—Buen día—. No le prestó mucha atención a la mujer y se dirigió directamente al otro empleado, el cual al verlo llegar, dejó de limpiar las mesas y caminó hasta los estantes ubicados en la cocina. -Lo de siempre.
—Ya lo sé...— El pelinegro regresó segundos después y le entregó un paquete dentro de una bolsa café en manos al maestro. Sanemi se dirigió a la caja a pagar sin perder tiempo.
—¿Hoy también llevarás sólo eso?— Preguntó animada la pelirrosa, metiendo el dinero en la caja. —Si te gustan tanto los ohagis, deberías... ejem...—. Llevó una mano a su boca y comenzó a murmurar. —Deberías probar los que venden en la panadería de los Kamad...
—No hagas publicidad a la competencia, Kanroji—. Exclamó el joven con tapabocas, que a pesar de estar lejos pudo escuchar eso perfectamente.
—A-ah, este, yo no...— Fingió inocencia y siguió trabajando.
—¿Porque crees que me desvío del camino cuatro calles para comprar de aquí en lugar de ir a esa panadería que queda a una cruadra del instituto?— Preguntó el peliplata, sarcástico. Y antes de que la mujer responda algo estúpido, él continuó. —Porque prefiero eso a soportar que ese frentudo me venda su mierda.
—Oh, hablas de Ta... ¿Tanjiro-kun?— Kanroji empezó a sudar, algo nerviosa. El de ojos bicolor lo notó y se acercó a la barra.
—No nos importa los motivos mientras seas un cliente—. Iguro al rescate.
—Seh, como digas—. Tras esa pequeña plática nada sospechosa, el maestro salió de allí e ingresó de nuevo al auto, pasándole un ohagi a Genya.
—Gracias, pero ya desayu...— Al ver a su hermano a los ojos, emitió un tocido y agarró el ohagi algo nervioso, recordó que a Sanemi le rechacen lo que ofrece. —Gracias.
El mayor no contestó, simplemente se prestó a seguir conduciendo, aún estaban bastante lejos y los minutos pasaban veloces a diferencia del tráfico. Por otro lado, dentro del café Snake Love, cierta mujer pelirrosa se cuestionó si estaba bien mentirle a un cliente fiel.
—Iguro-san, ¿crees que...?
—Mientras nos pague y no se entere de que le revendemos los ohagi de la panadería de los Kamado, está bien—. Contestó de inmediato, como si hubiese leído la mente de la mujer.
—A-ah, cierto. Iguro-san tiene razón—. Kanroji no prestó mucha atención a la conversación, la seriedad en los ojos heterocrómicos del joven eran tan hipnóticos que no pudo evitar pensar que él se veía genial en ese momento, aunque para ella él se veía genial siempre, hasta cuando no hacía nada.
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Más que un ángel. ⌦sᴀɴᴇᴋᴀɴᴀ
RomanceSi alguna vez creíste tener suerte en el amor, es porque no conoces a Shinazugawa Sanemi, quien a pesar de tener un carácter aterrador y despreciable, consiguió enamorar a la chica más dulce, hermosa y amable que conoció, Kocho Kanae, un ángel.