La aparición de las marcas de soulmates no siempre es inmediata, surgen al hacer algún tipo de contacto entre las personas destinadas, pero pueden tardar incluso algunos días en aparecer. Esta variable de tiempo muchas veces hace que sea incierto saber quién ha sido la persona especial hasta comprobarlo comparando las marcas. Algunas marcas son iguales, otras son complementarias, y unas pocas tienen algo exacto como un nombre para saber a quién buscar. Además del tiempo que tardan en establecerse en la piel, las diferentes formas y tamaños, más el hecho de que pueden aparecer en cualquier lugar del cuerpo, puede generar más incertezas. Varias veces ha sucedido que alguien descubre que tiene su marca en algún lugar que no había llegado a ver antes, o se lo indica otra persona, y entonces no tiene idea de cuándo pudo haber hecho el contacto con su soulmate.De todas formas tampoco es tan difícil que aquellos destinados que se cruzaron casualmente vuelvan a encontrarse, ya que aunque las personas no recuerden, las almas sí; y una vez que encuentran a su compañera, no se permiten perderla. Esto es algo que también notan las personas si han tenido que permanecer separadas de su soulmate a pesar de haber estado juntos antes, sienten una fuerte necesidad de volver a estar cerca, algo que les hace desear el menor contacto con ellos desde el fondo de su corazón, y nada más lo puede reemplazar.
Izuku obtuvo su marca cuando era pequeño, un taijitu en el pecho con un par de kanjis en el medio, bordeados de rojo. Su madre hizo lo posible por ayudarle a encontrar su soulmate, pero ninguna de sus opciones fue correcta, y al final pensaron que debió ser alguien con quien Izuku habría hablado o jugado en alguna salida al parque. A Inko le entristeció no poder ubicar a la persona destinada de su pequeño, pensar que así como había aparecido, desapareció; pero Izuku se quedó bastante tranquilo luego de pensarlo, estaba seguro de que volverían a encontrarse, y quizás era mejor si lo hacían después, ya que él debía enfocarse en su meta de ser héroe.
Con el paso del tiempo y el peso de nuevas responsabilidades, Izuku prácticamente se olvidó del misterio de su soulmate, lo recordaba ocasionalmente si alguien mencionaba algo sobre el tema, pero no se hablaba mucho de ello, además siempre llegaba a la misma conclusión; que no era el momento para buscarle, tenía mucho por hacer aún, sería mejor si le conocía por lo menos al finalizar la escuela.
Pero el destino siempre tiene planes diferentes para Izuku, debería ya saberlo bien, aunque las vueltas que le da la vida siempre logran sorprenderlo. Justo eso pensó el día que quedó atrapado, completamente a solas con Shigaraki Tomura.
Había sido secuestrado por la Liga de Villanos, aún no sabía por qué, y tenía a su líder vigilándolo de cerca. Deku no tenía idea de la situación en la que se encontraba, por eso lo único que sabía era que cualquier cosa que intentara imprudentemente podría ponerlo en un peor lugar. Decidió tan sólo mantenerse alerta y ser cuidadoso, ya que Shigaraki estaba tranquilo y no parecía que fuese a presentar pelea, pero no dejaba de ser una amenaza importante. En algún momento, el mayor chasqueó la lengua, se acomodó en el suelo llevando las rodillas cerca de sí, y tomó una consola portátil; Izuku se vio lógicamente confundido por su actitud, pero no dejó de estar a la defensiva.
—Esto es aburrido, tomaré un descanso, así que no me des problemas.
Izuku no estaba seguro de qué hacer, Tomura volvió a hablar:
—Acércate, no me arriesgaré a darte tanta libertad.
— ¿Qué pretendes?
Tomura se encogió de hombros, Izuku suponía que quería tenerlo a una distancia que le permitiera poder tocarle rápidamente, para tenerlo controlado sin necesidad de prestarle tanta atención. No tenía opción, aun así, ¿por qué obedecía tan fácilmente? En un par de segundos atravesó la habitación y se sentó al lado de Tomura, como si hubiese estado esperando para hacerlo. Izuku examinó apenas la posición del chico, la pantalla del juego y luego su rostro, calmado se veía muy diferente. De pronto el mayor se recostó sobre su hombro, lo que hizo que le diera un escalofrío.
—Ni una palabra de esto —dijo Shigaraki, acomodándose.
Izuku se puso un poco nervioso y comenzó a mirar para todos lados, de repente se detuvo en las marcas de heridas que llenaban el cuello de Shigaraki, observó también los huesos que sobresalían ligeramente de su columna, y entonces algo más llamó su atención; la piel que llegaba a ver bajo el cuello amplio de la remera del chico tenía lo que a primera vista pensó que era un tatuaje, pero que al segundo distinguió mejor y tuvo que reprimir un salto. Sin pensar, Izuku bajó el cuello de la remera para revelar la imagen completamente, se separó cubriéndose la boca y con los ojos llorosos ante el cuestionamiento, obviamente molesto, que le hizo Tomura.
—Tú… ¿eres… Tenko? —pronunció Izuku.
Shigaraki pareció quedar en shock, inmediatamente Izuku tiró del cuello de su propia remera para mostrarle su marca; el taijitu en el pecho, con los kanjis en medio donde se podía leer “Tenko”, bordeados de un rojo que ahora estaba brillando. Shigaraki miró la marca, el nombre brillando, luego lo miró a él, e Izuku volvió a hablar.
—Tu marca tiene mi nombre.
Tomura no lo sabía, no la veía y no le interesaba eso de los soulmates, pero su nombre resaltaba con el color de sus ojos en la piel del chico que tenía enfrente, y no podía ignorar algo así. Aún estaba sin habla, Izuku se acercó cuidadosamente a él, sin quitar la mirada de sus ojos, y apoyó su frente sobre la suya.
—Te encontré —dijo muy despacio, en un susurro que, de no haber estado tan cerca, no hubiera escuchado—, Tenko.
Entonces Tomura finalmente reaccionó; se dejó llevar por lo que sentía, permitió que su corazón actuara cuando abrazó a Izuku. Cuidadosamente, pero con una necesidad que no creyó sentir nunca antes.
—Tú… me encontraste… —susurró también, con un dejo de incredulidad. Su tono era diferente, como más pacífico e inocente, casi como un niño pequeño.
Fue cuando Izuku ya no pudo contener sus lágrimas, que cayeron silenciosas, por el cúmulo de emociones del momento. Correspondió al abrazo, por supuesto, se aferró a él olvidándose del mundo entero. Y puso su mano sobre la marca ajena, donde brillaban en verde los kanjis en donde se leía su nombre, sobre un taijitu que se veía en espejo del suyo.
Ya enfrentarían luego los conflictos de las condiciones en que les puso el destino, hasta tanto querían quedarse todo el tiempo que pudieran así; abrazados con el cuerpo que portaba el alma que compartía con la suya.