DEAR JAEMIN; (página 2)

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Recuerdo la noche que me tocó cubrir a Joy, esperaste a que acabara de limpiar. Me sentí cálido. Adoraba todo acerca de verte esperando por mí en el bar.
Sé que voy a extrañar nuestras largas charlas, acerca de todo y nada. ¿Crees que haya alguien en la gran ciudad a la altura de tu intelecto? Creo que no. Pienso que las personas como tú solo aparecen una vez en la vida, y desafortunadamente para ti, tú eres tú.
A veces desearía que existiese alguien para ti, capaz de brindarte aunque sea la mitad de felicidad que brindas a los demás.

También se que voy a extrañar tu mirada curiosa sobre mí cuando rechace el número telefónico de alguna chica alcoholizada.
La noche que me preguntaste por qué siempre refutaba a las mujeres, negué con la cabeza despacio, pensé que ya lo sabrías. Te reíste de mi "respuesta evasiva" y me indicaste que me acercara. Recuerdo lo absorto que me hizo sentir tu voz, acariciaste mi antebrazo y me dijiste —¿Ya has encontrado a alguien para ti, Jeno?— tus labios estaban muy cerca de mi piel, Johnny salía de la cocina y me dio una mirada aleccionadora. Me separé despacio asintiendo involuntariamente. Creo que si me hubieses exigido acabar con la vida de alguien, con esa voz, felizmente hubiese estado de acuerdo.

Fue casi doloroso no besarte. —¿Puedo... probarme tus gafas?—dijiste riendo. Y me las quitaste. Sabía que a Johnny no le gustaba que nos compartaramos así, el creía que no debíamos proyectar la imágen de que nos involucrabamos con los clientes.
Pero estabas riendo y yo lo supe.
Supe que nunca sería tan feliz como lo hice en ese momento. Nunca volvería a verte sonriendo por algo asociado a mí y mirándome a los ojos casi como si sintieras algo. Hay ciertos tipos de dicha que nunca duran para siempre.

Miré hacia abajo cuando Johnny me palmeó la espalda. Sé que el sabe lo que siento por ti, resulta obvio que también lo sabía en ese entonces, me ha dicho de todas las maneras indirectas posibles que te lo diga. Es un buen jefe, y un buen amigo.
Ese día me dijiste que te gustaba mi estilo. Me devolviste los anteojos y volviste a acariciar mi antebrazo. Se volvió uno de tus encantadores hábitos. No entendí a que te referías, te referías a las camisas de courderoy ¿Verdad? A mí no me gustan tanto, siendo honesto, pero nunca estuve muy interesado en la ropa y éstas enormes camisas eran de las pocas cosas que mi padre había dejado.

Me gustaba mucho hablar contigo, me gustaba que quitaras los pelos de gato de mi ropa. Me gustaba cuando estabamos muy cerca y tus mejillas se volvían ligeramente rojas. Me gustaba contarte secretos vergonzosos de mis compañeros de trabajo y que te rieras.
Me gustaba acompañarte a casa.
Probablemente me gusta todo lo que hice contigo. Incluso las cosas que no debería haber hecho.

La verdad es que la noche que nos conocimos no es la única noche de la que hemos evitado hablar ¿Cierto?
Quizás ésta noche es por la que más debo disculparme y ni siquiera logró entender por qué. Quizás fue porque tus ojos brillaron de una manera tan dolorosamente herida que sentí que simplemente había vuelto a perder algo que no sabía que había recuperado. Algo que ni siquiera sabía que podría llegar a ser mío.
Esa noche, estabas algo ebrio, habías aparecido en el bar muy temprano con un atuendo que me quitó la respiración.
Todo mi mundo siempre se redujo a ti cada vez que atravesaste esa puerta, pero esa noche, casi pude sentir el deseo materializarse y mi corazón ansioso. Me sonreíste, y estoy tan acostumbrado a verte entrar al bar los sábados y sonreír de esa manera que la idea de pensar en un fin de semana sin ti se siente como perder el único motivo por el cual vale la pena estar vivo.

Cuando te sentaste en el banco de la barra y me dijiste —¡Hola!— estabas muy feliz, lo recuerdo porque en aquel entonces supe que quería verte sonreír así por siempre.

—Hola— te respondí. Estaba muy distraído ese día. Johnny me regañó muchas veces, me hubiese sentido muy avergonzado si no hubiese visto cómo te reías discretamente cada vez que lo hizo. Bebiste mucho esa noche ¿Recuerdas eso? Pensé que no estabas ebrio. Pero de todas formas estaba preocupado. Nunca me vi a mí mismo como alguien fuerte, pero sí sé que no lo pensaría dos veces antes de dañar a alguien irreparablemente si fuese por ti. Por eso, cuando Johnny me pidió que te llevara a casa, cortando mis horas de trabajo y liberándome antes de tiempo, en lugar de cuestionar su decisión, asentí obediente y fui por mis cosas.

Me acerqué despacio a ti y te dije —Nana, voy a llevarte a casa—
Yo no tengo auto, y tú no quisiste subirte al tuyo. Reías y te abrazabas a mí de vez en cuando mientras caminábamos. Yo también reí, porque estabas muy borracho y era tierno. Muy tierno, en realidad.

Estuve sorprendido cuando de pronto dejaste de caminar. No estábamos lejos de tu casa, y sólo te quedaste allí, muy quieto, mirando la gravilla de la calle sin asfaltar.
¿Cuánto bebiste esa noche?

—¿Jaemin? ¿Está todo bien?— pregunté.

—Hoy... Es mi cumpleaños, no quiero ir a casa aún. Quiero quedarme contigo.— Mis dedos hormiguearon con la necesidad de tomar tu rostro y besarte. Pero no lo hice.
Fui ridículo. Muy ridículo. Pero sentí que mi pecho se hundía. Me acerqué a ti. Y todo lo que pude hacer fue abrazarte. Yo nunca supe cómo se supone que se celebra un cumpleaños. Pero supuse que sólo, ebrio y con un tipo raro que está muy muy enamorado de ti debía ser muy triste.

—Feliz cumpleaños Nana.— dije. La manera en la que te abrazaste a mí, tu nariz acarició mi cuello y sé que todos mis músculos se tensaron en ese momento. Nunca dejaré de ser penoso, probablemente estabas angustiado y todo lo que yo podía hacer, incluso en ese momento, era desearte. Acariciaste mi nuca. Te separaste apenas un poco de mí, tus ojos brillaron. Pasé saliva y miraste mis labios, yo mire los tuyos. Junte mis manos y te estreché en mis brazos, cuando tus labios tocaron los míos, se sintió como volver a estar vivo. Sé que fui rudo cuando te jalé hacia mí y nos metí en ese callejón. Otra vez estaba aprovechándome de ti, mientras uno de tus brazos colgaba sobre mi hombro, una de tus manos se deslizó por mi pecho, hasta mi abdomen. Debería haber dejado de besarte, pero solo mordí tu labio inferior y acaricié tu lengua con la mía. Probablemente no recuerdas nada de ésto, pero desde que el propósito de escribirte es sincerarme, quiero decírtelo. Tu boca sabía a algún trago dulce, te estremeciste cuando metí mis manos bajo tu camisa, había querido hacerlo desde que te vi entrar al bar. Acaricie despacio la piel de tu cintura, estabas suspirando agitado, dijiste mi nombre en un susurro ahogado ¿Qué esperabas de mí? Bajé mi mano derecha y metí la palma en el bolsillo trasero de tus jeans ajustados. Disfruté cada segundo de ello. Adoré la manera en la que temblabas contra mí cuando mi mano, la que no descansaba en el bolsillo de tu pantalón, viajaba por tu pecho. Estuve encantado de morder la piel de tu cuello y oírte gimotear. Lamento mucho si leer ésto te hace sentir incómodo. Tal vez nunca lo leas, en realidad. Pero si lo haces lo siento, por disfrutar hacer contigo todo ésto, cuando te encontrabas desorientado y vulnerable.
Aún seguía saboreando la piel de tu cuello cuando tu mano se deslizó aún más abajo, sólo entonces me di cuenta de que estabas borracho, con mis manos sobre ti, manchas rojas en el cuello, los labios hinchados, y tu mano sobre mi entrepierna.

Me detuve de inmediato. Incluso si fue tarde, yo no quería que hicieras algo de lo que te arrepintieras. Piénsalo ¿Por qué querrías estar estancado con un inútil como yo, en un pueblito ridículo?
Tomé tu muñeca con delicadeza.

—¿Qué pasa?— dijiste, tu voz sonaba ronca.

—Estás ebrio...—respondí y frunciste el ceño. Podía verte perfectamente incluso en la oscuridad. Incluso ceñudo y besado ferozmente luces hermoso.

—¿Y qué? Tu también estabas ebrio cuando me besaste.—

¿Por qué lo dijiste? ¿Realmente querías que te besara la noche de tu cumpleaños? ¿Sentías lástima por mí aún entonces?
Miré al suelo, pensé en la noche que nos conocimos. Pensé en lo que habías dicho y quise gritar. Necesitaba gritar. Pero siempre serás lo más importante para mí. Lo único por lo que vale la pena intentar ser mejor. Así que respire profundo.

—Tienes razón. Y lo lamento.— respondí aún sosteniendo tu mano. Jamás olvidaré la manera en la que brillaron tus ojos cuando se llenaron de lágrimas. La manera en la que quise vomitar, porque nunca en mi vida voy a perdonarme haberte hecho llorar. Te separaste de mí, como si te quemara.
¿Me odiaste?

—¿Lo lamentas?— sé que estabas enojado. Me hiciste un ademán con la mano, ni siquiera querías oírme hablar. Sólo caminé detrás de ti lo poco que quedaba de camino. Lamento haber arruinado tu cumpleaños. Tal vez lamento eso incluso más que haberte besado mientras no estabas en tus cinco sentidos. Jamás quise herirte, pero... ¿Qué clase de hombre se aprovecharía de un chico hermoso, dos veces? Sentía mucho asco por mí mismo en ese momento. Estoy seguro de que también lo sentiste.

Y sin embargo, volviste al bar el sábado. Me saludaste con una sonrisa rota, y nunca hablaste de ésto.

Y yo pretendí que lo había olvidado también.

LOST CHANCE : NOMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora