DOS AÑOS ATRÁS
En la hermosa tarde de junio, recibí una llamada de mi padre. Ese hombre que se había ausentado mi vida entera, por quien lloré cuando niño y, a decir verdad, quien me hizo ser quien soy.
Cuando recibí la llamada, me encontraba golpeando a un usurpador que se atrevió a urgar en mi oficina en busca de algún indicio de corrupción. ¡Vaya que en mi vida había corrupción! Pero lo que sí no hay es paciencia.
—¡Dímelo!—dije quebrándole un dedo al insípido hombre "policía". El hombre llevaba puesto un uniforme, pero su cara era de un total mafioso. Había entrado en mi recinto con la excusa de tener una orden de allanamiento, sin embargo, algún hombre con problemas contra mí lo había enviado y lo habíamos descubierto pues lo encontré usurpando en mi oficina y hablando con su maldito jefe.
—¡Nunca!—dijo el hombre barbón, seguido de un grito desgarrador. Mis oídos se deleitaron con semejante quejido, así que proseguí con el segundo dedo pero ésta vez no solo se lo quebré, si no que se lo arranqué—¡Está bien, está bien! le diré.
—Eso quería escuchar.
—Fue Balton—dijo mientras su agonizante dolor se volvía a hacer presente—, él es mi jefe. Me ha pedido que descubra en qué anda su empresa, dice que te quiere quitar el poder de los accionistas.
—¿Por esa estupidez se perderá una vida?—no sabía cómo reaccionar ante la confesión, Balton, mi padre, quería revelar mis malas acciones para quitarme el poder, ¡Ja!—lamento que tu fin sea tan... insensato.
Su cara de horror cuando troné mis dedos y al mismo tiempo Mush sacaba nuestra mejor arma, era inolvidable. Sin objetar, Mush apretó el gatillo y la vida de ese hombre se fue a la borda. Lamenté mucho por la vida de ese hombre que acabó no muy bien, pero tenía cosas más importantes qué hacer.
—Señor, es Balton.-miré a Mush quien sostenía el teléfono fijo. Confuso, tomé la llamada. Mis piernas flaqueaban y, sin duda alguna, no estaba preparado para escuchar la voz de mi padre.
—¿Sí?
—¿Didrik?—preguntó un hombre con voz temblorosa.
—Él habla. ¿Qué quieres?—pregunté.
—Soy tu padre, háblame bien- no hubo respuesta de mi parte así que prosiguió:—.Quiero verlos a ambos. A ti y a tu madre.
—¿Veinte años después?—pregunté con recelo—¡Vete al carajo! No puedo llamarte padre cuando no me has visto hace más de 20 años y, todavía, quieres hundirme.
—Lo sé, no fui un buen padre. Pero quiero compensarlo.
—Estamos muy bien sin ti, piérdete y nunca vuelvas a llamar.
—Si acaso cambias de opinión sobre esto, ven a verme al restaurante en la calle séptima. También trae a tu madre, los espero.
—Nada me hará cambiar de opinión respecto a esto.
Colgué. Mi enojo estaba al borde de mi cordura, comencé a destrozar todo en mi camino...incluído a Mush. Tomé a Mush por el cuello y lo golpeé, lo golpeé hasta desquitar mi enojo.
En medio de mi furia, mi madre tocó la puerta de mi despacho. Pero no le permití entrar, no podía dejar que viera el cuerpo sin vida del timador y a Mush todo golpeado, ¿qué pensará de mí si acaso permitiera que vea esto?
—¡Espérame abajo, madre!—grité—estoy algo ocupado.
Miré a Mush, en su mirada había una rayo de discordia y odio, lo ignoré y le sonreí, tratando de aminorar la situación. Salí de mi fúnebre oficina testigo de un montón de homicidios y me dirigí a donde mi madre, con una sonrisa en su rostro, me esperaba.
—¿Querías hablar conmigo, madre?—dije, tocando su mano que yacía sobre la taza de té que recién había terminado de preparar.
—Pude escuchar mucho ruido proveniente de tu oficina, hijo, quería asegurarme que estás bien.—dijo removiéndose en su amado sillón blanco, era su favorito porque según ella, si te sentabas en ese sillón y mirabas por la ventana en una hora específica, podías apreciar una parvada de aves extendiendo sus bellas alas. Se la pasaba horas y horas tejiendo ropa para mí, su futura nuera y su futuro nieto.
—No era nada, madre. Aunque sí sucedió algo inesperado...—dije sentándome frente a su sillón, justo en la mesa de centro que decoraba el salón.
—¿Qué fue eso tan inesperado?—preguntó, llevando la taza de té a su boca.
—Llamó mi padre.—en cuanto dichas palabras salieron de mi boca, la taza cayó repentinamente de las manos de mi mamá hasta quedar deshecha en el reluciente piso.
—¿Qué...qué ha dicho?—tembló.
—Que quiere vernos, no tengo que obviar la respuesta la cual ha sido negativa.
—Quiero verlo.
—¿Qué? ¿Estás bromeando, madre?—ahora el que temblaba era yo.
—No. Antes de quedar embarazada de ti, me enamoré de ese hombre. Lo amé en cuerpo y alma, éramos el uno para el otro...
—Hasta que yo nací.—dije con un tono reprochante.
—No, hasta que otra mujer apareció. Tu padre eligió entre una mujer preñada y una mujer joven, hermosa y de buen cuerpo. Fue un cobarde, pero, si no fuera por él, yo no tendría un motivo para vivir tan grande: tú.—dijo mirándome con unos ojos brillosos y sonriendo nostálgicamente.
—Él solo estuvo presente 3 años, luego desapareció sin dejar rastro...hasta ahora.
—Quiero verlo para saber sus razones, hijo. Enserio quiero verlo.—mi mamá rogó, qué rayos podía hacer o decir ante una madre suplicante.
—Qué mala desición estas tomado, madre—dije mirándola mal—. Pero sus deseos son órdenes, jefa.
Mi madre me abrazó y yo, sin nada más que hacer, me acurruqué en los cálidos brazos de mi madre. Una vez escuché que los brazos de una madre son sagrados y yo, hasta ese momento, comprobé que sí, los brazos de mi madre son sagrados. Solo ella lograba calmar mi enojo e ira, mi tristeza y depresión...ella me hacía sentir completo con solo sonreír.
Le pedí a Mush que preparara un auto para poder ir a donde mi padre dijo que nos iba a esperar, él inmediatamente aceptó.
Y ahí estaba yo, preparándome frente a mi espejo. Vi a un hombre con un traje a la medida, adinerado y galardonado, pero también vi a un monstruo que lavaba el dinero y asesinaba gente por pura vanidad. Por fuera era guapo, mis ojos verdes y cabello perfectamente peinado relucían en cualquier ángulo; pero, por dentro, mis demonios era súbitamente mortales, estaba podrido por dentro y no era la persona que mi santa madre quería que fuera. De pronto, sentí como si el esfuerzo que Amelie había hecho para sacar adelante a este ingrato había sido en vano.
Minutos después, mi madre, con un vestido blanco apareció en la entrada de mi casa. Su belleza era notoria, con una sonrisa, entramos al auto. El auto limpio y de buen ver, rodaba por las calles de la ciudad. El camino fue divertido con mi madre enseguida, soltaba chistes que no hacía gracias y que por eso mismo, me hacían soltar carcajadas extremas.
Nos acercábamos a una curva y de pronto, lo único que pude escuchar, fue el horrible grito de mi madre y un sonido que mi interior emitió. El auto se había estampado con un poste de luz, acabando con la vida de mi madre y perjudicándome de una manera inexplicable.
Si tan solo le hubiera dicho a mi madre lo mucho que la admiro y amo, no habría sentido aquella presión en mi pecho al escuchar tal grito.
Eso fue solo el comienzo de mi propio infierno.
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Las actualizaciones serán lentas debido a mi horario ajustado, así que sean pacientes🥺
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IMPLÓRAME
RomanceÉl es obstinado, ella es dócil. Él es fatuo, ella es sencilla. Él es odio en toda la extensión de la palabra, ella también pero su odio es más personal. Él se enamoró, ella lo traicionó. -_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_- ♡Todos los...