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Anotando una nota en su libreta personal, Jimin salió de la habitación y tomó un expediente cuando pasaba el puesto de la enfermera. Todavía tenía bastantes pacientes para ver y estaba molesto porque su nuevo compañero aún no se había presentado a las rondas de la mañana. Kim Taehyung había sido altamente recomendado y sus colegas de Ivy Memorial solo tenían cosas buenas que decir sobre él. En este momento, Jimin no estaba impresionado.

Después de escanear la tabla, la cerró. Conocía a todos los niños en esta unidad de enfermedades crónicas y cirugía, que consistía en el cuarto piso del hospital infantil, Hopes (Esperanzas). Conocía a las familias de los niños y sus enfermedades también. Él cuidó de cada uno de ellos; probablemente demasiado, ya que las pérdidas a menudo cobraban su precio. Sin embargo, dio todo lo que tenía, sin importar el costo, ya que no merecían nada menos. Si Kim Taehyung no iba a tener el mismo compromiso, entonces podría muy bien encontrar otro hospital y otro médico para aprender.

¡Omph! —Apenas se aferró a su tabla cuando alguien se lanzó hacia él. Un pecho firme golpeó el suyo y la persona casi cayó sobre su trasero. Irritado, estudió al otro hombre. Los mechones castaños que llegaban hasta los hombros le hacían que los dedos le picaran por pasarlos través de ellos y sintieran su sedosidad.

¿De dónde vino ese pensamiento? No podía apartar los ojos de su compañero. Los ojos color avellana llenos de vergüenza estaban casi escondidos detrás de grandes lentes con montura de alambre. El hombre tenía una buena apariencia infantil, pero tenía que ser mayor de lo que parecía. Su uniforme azul y la bata de médico resaltaban un bronceado oscuro de la playa que Jimin podía decir era natural en lugar de rociado. Por el impacto de su colisión, Jimin sabía que el otro hombre era ágil, delgado y en forma. Por supuesto, uno tenía que estar en forma cuando trabajaba catorce horas de pie. Y maldita sea, todavía estaba mirando, ¿no? Él lo sabía mejor. Nunca cruzó líneas personales y profesionales. Él había aprendido a la manera difícil.

—¿Doctor Kim?

—Sí, señor. Soy yo. —Taehyung se llevó las gafas a la nariz y extendió una mano.

Jimin le dio un fuerte apretón a la mano de Taehyung, ignorando la chispa del toque.

—Llegas tarde.

—Había construcción... —Taehyung comenzó a explicar, pero Jimin levantó la mano. —Tienes razón, no hay excusa. No llegaré tarde otra vez.

—Mira que no lo hagas. —Jimin le pasó la tabla. —Tengo otros cinco compañeros que saltarían de un puente si les dijera para tener la oportunidad de trabajar aquí.

—Sí, por supuesto. Me siento honrado de estar aquí y agradecido por la oportunidad, —dijo Taehyung a toda prisa. Sus mejillas se sonrojaron y Jimin miró hacia otro lado, reprimiendo el pensamiento de que Taehyung era lindo cuando estaba nervioso. —Realmente lo estoy. No te arrepentirás, doctor Park. Lo prometo.

—Ya veremos—. Jimin mantuvo su máscara en su lugar y giró sobre sus talones. —Volvamos a las rondas. Tengo una cirugía a las dos. —Taehyung lo siguió hasta la habitación de su siguiente paciente. Casey Perkins tenía nueve años y tenía un caso grave de neumonía bacteriana. Tenía un sistema inmunológico débil debido a su trastorno genético, la osteogénesis imperfecta tipo IV, que habían estado tratando desde ayer. Se recuperaría completamente de la neumonía en unas pocas semanas, con la ayuda de antibióticos y reposo.

Casey era un pequeño rayo de sol con sus sonrisas brillantes y su actitud de nunca rendirse. Verla le recordó a Jimin por qué eligió esta carrera: ayudar a los niños que eran resistentes y llenos de vida sin importar lo que les lanzaran.

REGALO DE NAVIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora