Olimpo
Afrodita llevaba un castaña azucarada a la boca con demasiada perfección. Lamía sutilmente las puntas de sus dedos y masticaba con lentitud al mismo tiempo que su mente viaja a los recuerdos.
Hestia la miraba con el ceño fruncido y con un mohín demasiado prominente. Se le ocurrían mil sermones para regalarle a la rubia pero, ¿de qué serviría? Afrodita nunca escuchaba consejos más que de su propia vanidad y egoísmo...al menos, era lo que reflejaba y no le molestaba que todos la criticaran a sus espaldas.
Hestia suspiraba hondo; había sido parte de esos dioses hace mucho tiempo. Se burlaban de lo irónico que resultaba el contraste de Afrodita con su personificación.
¿Diosa del amor? ¡Pamplinas! Todos pensaban lo mismo y la llamaban cruelmente de una manera despectiva.
Lo que más coraje les daba, era que Afrodita los ignoraba; eso incentivaba más su desprecio.
Afrodita se hacía odiar por su carácter tan altivo y sentimientos superficiales, de hecho, hasta Hestia la detestó y en más de una ocasión habían discutido horriblemente.
Y ahora estaba comiendo bocadillos con ella como rutina de la semana.
¿En qué momento cambió todo?
Ni siquiera podía ser tan precisa para decir cuándo había cambiado su aversión hacia la diosa pero sí podía asegurar que a pesar de esa frívola apariencia y personalidad, muy en el fondo, Afrodita sabía amar.
Afrodita miraba hacia arriba y suspiraba continuamente. Tomó otra castaña con sus dedos, dispuesta a comerlo inmediatamente.
Hestia negó con la cabeza. No podía seguirla viendo comer de esa manera tan seductora por culpa de esos pensamientos que seguramente, no eran inocentes.
—¿Te molestaría sólo comer sin necesidad de que recuerdes nada? —preguntó Hestia con irritabilidad.
Afrodita tenía la castaña cerca de los dientes cuando despertó del trance y volteó a ver a Hestia, como si no supiera de qué le estaba hablando.
—¿Tiene algo de malo? —tomó con los dientes la castaña.
—Sí...lo tiene. Apuesto mi templo a que pensabas en...alguien —prefirió cambiar la referencia. A Hestia le desagradaba hablar de temas lascivos.
La diosa del amor sonrió por inercia y el poco momento, puso semblante de apaleo.
—Fui a hablar con Ares y...
—Suficiente. No quiero enterarme —interrumpió Hestia. Cada vez que Afrodita mencionaba a Ares, sabía lo que abordaba el tema. Afrodita volcó la mirada despectivamente. Se giró sobre su diván de mármol y miró de frente a Hestia. La diosa creyó que la correría de su templo.
—No iba a contar nada de eso —recalcó con desahogo y estrés—. Ya se ha enterado de lo que pasa con Fobos y Demios.
Hestia no lucía sorprendida por la confesión.
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Memorias en la Oscuridad ||Melínoe|| Serie Romances Inmortales #5
RomanceParecía tenerlo todo; felicidad, amor y prestigio por ser la hija menor de Hades y Perséfone. Pero todo era una simple fachada del cruel destino que la obligó a vivir la mayor parte de su vida entre las sombras, siendo dominada por una terrible mald...