Se separaron y se acostaron uno en brazos del otro.
A pesar de que ella se había venido dos veces ya, seguía excitada.
Tímida, le pidió que volviera a lamerle los pechos.
Él comprendió que le sucedía, así que la complació y mucho más animadamente de lo que se esperaría de alguien que acababa de hacer el amor.
Ella se retorcía bajo su boca, y, traviesa, le advirtió que querría volver a hacerlo de seguir así, a lo que él respondió amasando sus pechos y besándola con pasión.
Ella no aguantó más; se sentó a horcajadas sobre sus caderas y se movió de forma que su miembro acariciara todos los lugares correctos.
Con una respiración temblorosa ella se apartó y lo introdujo en su interior.
Ambos gimieron mientras ella se movía arriba y abajo, acelerando y ralentizando el ritmo. Era también la segunda vez que lo hacían dos veces el mismo día, pero el placer que le había dado la primera, hizo que la segunda fuese aún más espectacular.
Él comenzó a llamarla cuando vio que iba a venirse, a lo que ella respondió acelerando aun más el ritmo. Sus gemidos volvieron a convertirse en gritos mientras el tercer orgasmo de aquel día la sacudía y el volvía a tensarse.
Agotada, se dejo caer sobre su pecho y él la abrazó con fuerza.
"Te amo", ella le dijo.
"Y yo a ti" le respondió él.