Capítulo 12: El mes del caballero

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Capítulo 12: El mes del caballero

Recorrí por última vez los prados verdes que rodeaban al palacio, mientras avanzaba empecé a escuchar las voces de personas vivas y muertas. Susurros de un pasado distante que poco a poco, desaparecía conforme la vida se me escapaba del cuerpo.

"Aquí aprenderás el arte de la espada"

"Estoy feliz de haberte conocido, cariño"

"Mira, papá, ya puedo usar el estilo relámpago"

"Lord Fred, muchas gracias por tu arduo trabajo"

"Abuelo, ¿qué significa ser un caballero?"

En el abismo de la muerte y final de la vida, el tiempo dejó de importar, me dejé llevar por los recuerdos para apreciarlos por última vez. Pues no volveré a tener la oportunidad de caminar sobre la tierra, ni de sentir las brisas finales que me arropaban en señal de despedida.

Lo supe desde un inicio.

Ganar esta pelea era casi imposible.

Y aun así, lo di todo de mi parte, me aferré a la vida hasta el último aliento, combatí con toda la experiencia y poder que reuní a lo largo de los años. Por ende, no me voy frustrado para nada, hice lo que tenía que hacer, nada más, nada menos.

Mis pasos me condujeron al establo principal, el lugar apestaba a mierda de caballo como cualquier otro sitio de su clase, al verlo, una sonrisa tranquila se dibujó sobre mis labios.

"Al final, terminaré extrañando hasta el olor a caca de caballo, que ironía, uno nunca sabe lo que tiene, hasta que lo pierde"

Mis pensamientos poco a poco se volvían menos coherentes, detrás de mí, un rastro de sangre anunciaba el final de mi existencia.

Continué avanzando en torno del patio, alrededor mío no había ningún alma, o quizá ya no era capaz de verlos y solo estaba guiándome por mis recuerdos.

Y pese a todo, me sentía más vivo que nunca.

La naturaleza, la vida, el tiempo, todo me pareció hermoso.

Dejé atrás los malos recuerdos, los días infelices, pues al final de cada historia solo nos acordamos de las cosas buenas. Aquello era una verdad auto evidente, que yo mismo pude comprobar en mis últimos momentos.

"En tus días finales... ¿Serás capaz de encontrar la felicidad?"

Alguien me dijo esas palabras una vez cuando era joven, no recordaba su rostro, ni el tono de su voz, fue un encuentro fortuito, que jamás volvió a repetirse. Y aun así, sus palabras quedaron marcadas en lo más profundo de mi corazón, como un grabado heráldico en una armadura o espada.

En aquel entonces no podía responderle, tenía menos de veinte años y mi vida apenas empezaba a tornarse interesante. De hecho, ya ni siquiera me acordaba de mi respuesta barata, simplemente dije lo que esa persona deseaba escuchar.

Pero ahora, estaba cien por ciento seguro de mi respuesta.

"Sí, persona desconocida, encontré la felicidad mucho antes de lo esperado y la disfruté al máximo. Y ahora, que la muerte me coquetea dulcemente al oído, puedo darte la respuesta que no pude hace varios años... Fui feliz"

Cada paso me volvía más lento y mi visión empezó a ver imágenes de un pasado mucho más distante. Ya no me quedaba mucho tiempo, solo un último instante para dejar este mundo.

Por supuesto, el último sitio a visitar era obvio... El cementerio.

Apenas antier me pasé por aquí para tener una última charla con el fantasma de mi esposa, sin embargo, mi visita de hoy será diferente.

—A-Ah... —susurré, mi boca se llenó de sangre y mis heridas se transformaron en cadenas, cada paso que daba era como una puñalada que me despertaba de un sueño eterno. Sin embargo, el dolor no durará por siempre.

Eventualmente, seré libre de recorrer mi último camino hacia el destino final.

Las personas solían decir que la muerte les llegaba igual a todos, en eso tenían razón, pero las formas variaban muchísimo respecto a cada individuo. Por ejemplo, los campesinos que maté durante mis cargas de caballería murieron con una expresión de terror y remordimiento sobre sus rostros, en cambio yo, estaba rodeado de flores y la tumba de mi persona más amada, por una buena causa y en mi propio hogar.

¿Quién no desearía una muerte como esa?

"Me estoy sintiendo cansado"

De repente, las fuerzas me abandonaron y ya no pude seguir dando un paso más.

Cerré mis ojos un momento, solo necesitaba descansar algunos segundos para llegar a mi destino, ya no me faltaba nada, solo una parte pequeña...

—Listo —murmuré.

Me sentí más ligero y fuerte que nunca, mis pasos dejaron de ser lentos y repentinamente, la sangre que traía derramándose desapareció también. Todas las flores del cementerio se veían más brillantes que nunca, como si cada una fuese una estrella del mediodía.

—Ya te habías tardado, cariño. —Juana estaba ahí, parada sobre su tumba con una sonrisa brillante. Lucía joven, como en aquella tarde bajo la puesta de sol, donde conocimos el amor verdadero y nos juramos estar juntos hasta a la eternidad —. He venido para cumplir mi promesa, ¿no la habrás olvidado, verdad?

— ¿Cómo podría olvidar algo así?, por fin he llegado. —Y sin darme cuenta yo también era joven, sin heridas ni cicatrices, solo el suave jubón rojo que tanto me gustaba usar durante las tardes pacíficas. De la armadura no quedó rastro alguno.

—Juntos hasta la eternidad —dijimos al mismo tiempo.

Nos tomamos de la mano, para no volver a soltarnos nunca más.

Nuestra historia de amor por fin llegó a su final, al igual que mi vida. No me quedaron arrepentimientos ni pesares, solo la satisfacción de haber vivido en este bello mundo tan imperfecto.

El Mes del CaballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora