Un chico con una belleza hipnotizan te, de unos cabellos negros, con un rostro ovalado, de facciones angulosas. Su rostro blanco, tan blanco como porcelana y una expresión amable. Con unos labios delgados, su nariz delicada y unos profundos ojos azu...
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Detrás de aquella puerta había un enorme pasillo lleno de habitaciones, que a juzgar por los ruidos que provenían de aquellas era el lugar donde los chicos se acostaban con sus amantes.
No me atreví a preguntarle nada mientras caminábamos por aquel lugar.Tampoco era como si pudiera decir algo coherente o que no fuera incómodo.
Llegamos hasta última puerta y entramos en aquella habitación tan ostentosa, decorada al estilo de la época de los aristócratas.Él camino hasta un sillón que se encontraba en la esquina de aquella acorba y se dejó caer en el.
— Esta es la habitación donde atiendo a mis clientes. —Me dijo cruzando las piernas.
Aquellas palabras me habían caído como un barde de agua fría.Nunca había pensado en él de aquella forma y no voy negar que deseaba ternelo debajo de mí.
— Creó que no es correcto que actuemos de esta forma. — Le dije.
— ¿En serio? Si puedo ver en tus ojos la lujuria con la que me miras.
No pude responder a aquellas palabras, en verdad lo deseaba, pero no quería ser uno más de sus clientes de una noche, el había atraído en mí un interés más allá del sexo.
— No te preocupes, solo piensa en disfrutar. — Me dijo extendiendo su mano.
Me acerqué tomé su mano para darle un beso y mi arrodille ante él.
"Ya no podía dar marcha atrás, la suerte estaba echada."
Deslice uno de mis dedos por sus labios, eran tan suaves y rojos, tan rojos como la sangre.Acerqué mi rostro al de él para al fin unir nuestros labios en un beso apisonando, sentir sus labios contra los míos me embriagaba de placer.Ese beso fue como si quisiéremos devorarnos, tan apasionado que nos cortó la respiración, tuvimos que separarnos para poder recuperar el aire y nos quedamos mirándonos sin poder expresar una palabra, solo había deseo en nuestras miradas.Él se levanto del asiento y me hizo seña para que me sentará en la cama, lo obedecí sin ningún reproché.
Empezó a desabrochado su saco y arrojándolo a un lado de la habitación, continuó con su camisa la cual era transparente y no dejaba nada a la imaginación.
Mis ojos estaban clavados en él como si fueran estacas, estaba en mi límite.
Se acercó a mí y desabrochó su pantalón dejándolo caer al suelo, dejando al descubierto sus delicadas piernas y por lo cual pude notar su erreción.
— Si empiezo, no pienso parar. — Le dije.
Se subió sobre mí y se inclinó hacía mí para atrapar mis labios en un beso.
— No quiero que pares.
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