Capítulo 3

475 32 6
                                    


—Hermoso palacio, ¿no lo crees, señor Chouri? —Sonrió Bolic. Los guiaba al salón a través del vestíbulo, grandes columnas soportaban el peso de la edificación, en la cuales unos grabados de bestias peligrosas la decoraban, un gusto estrafalario. En las paredes colgaban un sin fin de retrató, de mujeres desnudas con sus pechos caídos de los cuales sus hijos amamantaban, otra de jinetes matando a un dragón de tierra, que sufría la desgarradura de su coraza y con frenesí intentaba escapar.

Chouri atisbó todo eso detalles.

—Un tanto peculiar —contestó Chouri, observando un lienzo; a una joven de alrededor de unos diecinueve años, con sus manos amarrada en la espalda con su propio cabello castaño, unos hombres le alumbraban el rostro con unas antorchas mientras le rasgaban el vestido de lana.

—Comprendo —se río el consejero—, usted es un rustico en lo que se refiere a las bellas artes.

En una puerta derecha del vestíbulo, un hombre alto y delgado estaba recostado. Tenía puesto un traje blanco, con una camiseta negra de bajo. Sus pastillas largas le llegaban casi a la quijada que era pronunciada. Se hizo un lado cuando los vio, murmurando maldiciones.

—Que no le engañe la apariencia, señor Chouri —dijo Bolic, mirando al hombre de aspecto relajado, que encendía un cigarrillo—, pesar de su actitud vulgar, común entre los mercenarios, Horimaka es un servidor competente y leal.

Tales palabras no fueron creíbles para el ex-ministro, dudaba si detrás de aquella persona de sonrisa burlesca hubiera semejante virtud. Con una cara de superioridad y mientras hacía mover una guadaña de vara larga, Horimaka miraba a Sasuke y a Spear, como si determinara que él tenía mejores cualidades de combate.

No era la primera vez que Sasuke miraba esa confianza. Los hombres de orochimaru, sujetos que, tras una larga serie de modificaciones en su cuerpo, o por medio de sello maldito, desarrollaban una fe ciega en su nuevo poder y arrogancia por el mismo, ocasionándoles la muerte por subestimar a sus enemigos. Así, Sasuke se preguntó qué era lo que hacía sentirse relajado a Horimaka: una habilidad única, o, como discernía, una Teigu.

La respuesta no le importaba. Estaba preparado para matarlo cuando Bolic decidiera terminar con la farsa.

Pasaron a la sala, unas extravagantes candelabros cubierto de oro le dieron la bienvenida. Cerca de una ventana, donde se podía contemplar la ciudad, había unos sillones de cueros rojo y costura dorada.

Después, entrado un rato, en la que se hablaba de los cambios urgente que ameritaba ya el reino, entraron las sirvientas de Bolic a danzar con pasos eróticos. Mujeres de variantes etnias y que reflejaban el hedonismo del amo. Un velo de seda les cubría el rostro, el cuerpo casi desnudo arrapados con unos brasieres y calzones. Los accesorios especiosos se dieron a notar, brazaletes de oros titilaban con la luz de los candelabros y la del sol, en sus cuellos delgados relucían cadenas del mismo material, de sus orejas pendían unos aros dorados. Por las miradas obsequiosas llenas de vanidad hacia al consejero, se eludía claramente que eran regalos de este, y más de unas de esas mujeres de voluptuosos senos lanzaba miradas indiscretas y cariñosas a Sasuke.

Dos mujeres encargadas de servir el vino, llamaron la atención del ninja, las telas de su ropa eran más gruesas que la de sus compañeras y además que le cubría más el cuerpo.

El funcionario civil veía consternado como las mujeres coqueteaban con el religioso mientras llenaban las copas de vino, y como este ultimó respondía halagando sus bellezas. Sorbió un buen trago de vino, tosió en falso para llamar la atención del consejero.

—Como decíamos, señor Bolic —dijo Chouri, recuperando el interés del religioso— el gobierno agobia a sus ciudadanos con impuestos elevados. Los más pobres se ven obligado a decidir a pagar impuesto a sus señores feudales y morirse de hambre, o no pagar y pudrirse en una celda. Se tiene que estructurar una nueva reforma en las que los ciudadanos estén contento. —El anciano le redirigió la mirada a Bolic, que con sus dedos giraba la copa de su vino. Frunció las cejas—: Parece que este método no le satisface... no, me tomo el atrevimiento de decir que, a usted, en realidad, no le preocupa el interés público del pueblo. —Se bebió la copa, y continuó—: Así cual es el motivo de requerir de mi presencia en su palacio, señor Bolic.

El viaje de SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora