Cierra los ojos y deja que tu mente se hunda en el mar de mis palabras. Olvídate de la voz en el televisor, de los gritos en el pasillo, de la hora, del calor, de la inevitable rotación de la tierra, las mareas, las estaciones... Porque nada importa cuando se trata de ti y de mí.
Imagina un día como hoy. Las negras nubes llorando sobre la capital, los truenos estallando como cañones de barcos piratas; rayos cuarteando el cielo con su brillo blanquecino. El mundo acabándose afuera y nosotros encerrados en tu habitación.
Los dos sobre la cama, con poca ropa y ninguna distancia separando nuestra piel. La laptop sobre mis muslos, mi espalda contra tu pecho, tu boca labrando senderos sobre mi cuello, mis hombros, mis mejillas; sembrando besos hambrientos, mojándome con la más deliciosa lengua, arrancándole gemidos de mi garganta. Tus manos apretando con maestría mis muslos, mis caderas, enroscándose traviesas alrededor de mi cintura... Nuestras respiraciones jadeantes; el sonido de las teclas intercalado por largas pausas en las que mi mente se apaga por las ganas de olvidarme del trabajo, de sucumbir al deseo.
Imagina que lo hago.
Que aplasto la tapa contra el teclado y me desprendo de la cordura. Escapo de tus brazos para enfrentarme a tus ojos y me impulso contra tu boca. Imagina que la muerdo, la chupo, que me emborracho con tus labios; con los roncos gemidos que a duras penas logras controlar; con el olor a hombre que desprende tu piel.
Imagina que te quito la poca ropa que queda para verte y memorizar cada lunar, cada cicatriz, cada marca que dejó la vida tatuada sobre tu cuerpo.
Piensa en mis manos deslizándose sobre tu piel, delineando tus facciones, arañando tu espalda, tu abdomen, tus piernas; bebiendo de tu intoxicante cuerpo.
Imagina que me escurro entre tus muslos y te empujo contra la pared; que sigo besando cada rincón, saboreando tu sudor, llenándote de marcas. Imagina que trepo a horcajadas sobre tus caderas y goteo encima de la erección que ansía enterrarse en mi.
Imagina que te hago esperar, mendigar y maldecir mientras rozo la punta y la hago chorrear tanto o más que yo.
Y entonces me canso de la dulce tortura. Me dejo llevar por tu exquisita expresión, por la música que orquestan esas palabras y gemidos inentendibles. Imagina que me dejo caer sobre ti; que lleno mi cuerpo con el tuyo y me pierdo en la exquisita sensación que electrifica mis sentidos; que me aprietas sin reparos, sabiéndome toda tuya.
Imagíname bailando sobre ti, enamorada, perdida, deshaciéndome entre tus manos.
Olvídate de la voz en el televisor, de los gritos en el pasillo, de la hora, del calor, de la inevitable rotación de la tierra... Porque nada de eso importa cuando se trata de ti y de mí.
De nuestra carne prendiéndole fuego a las sábanas, de nuestros cuerpos intercambiando humedades, sonidos, emociones. Nada importa cuando nos besamos, cuando nos prometemos sin palabras el momento que vivimos; cuando sobra el mañana, el ayer, el incierto futuro... Cuando dejamos de ser tú y yo para convertirnos en un fugaz nosotros.
Imaginanos temblando, gritando, llegando juntos al clímax.
Imagina que cierro los ojos y entierro la cara en tu cuello mientras espero a que los engranajes en mi cabeza vuelvan otra vez a girar.
Imagina que la lluvia sigue y nosotros recuperamos la ropa. Imagina que me abrazas y yo abro de nuevo la laptop. Imagina las voces de los vecinos, ahora hablando de nosotros, los truenos en la distancia. Imagina que volvemos al comienzo en un cómplice silencio y entonces dime, lo imaginas?