Capítulo 2: Insectos

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Allí estaba de pie, inerte. Aun Llevaba la misma vestimenta que tenía aquel día que despacio, una camisa de cuadros, sus botas azules para la lluvia, unos pantalones oscuros y su impermeable amarillo. Recuerdo claramente cuando lo vi, solté un fuerte grito intentando decir su nombre pero no pude, fue como si las palabras se aglomeraran en mi boca y pude sentir como me ahogaba con ellas. Mi esposo corrió hacia el instintivamente pero se detuvo como a dos metros confundido, vi como dudo, vi como sus piernas temblaron fallándole hasta que no lo pudieron soportar más y cayo de rodillas vomitando. El impacto fue muy grande para los dos. Mi hijo no se inmuto y comenzó a caminar lentamente hacia mí. Cuando lo tuve suficientemente cerca pues yo nunca pude moverme, lo abrace fuertemente sin decir ni una palabra, estas aún no las podía liberar de mi garganta. Lo abrace por varios minutos donde el silencio lo fue todo, ni mi esposo ni mi pequeño pronunciaron una sola palabra. Al abrasarlo por tanto tiempo pude notar lo frio que estaba mi hijo, ¡estaba helado! como si estuviera abrazando un cadáver, pero él no temblaba. Mientras lo acariciaba note que su largo cabello, su rostro y toda su ropa estaban llenos de tierra y al sacudirlo algunos insectos cayeron al suelo. Luego de hacerle algunas preguntas me di cuenta que al parecer no recordaba nada. Le pregunte donde había estado todo este tiempo, si algo o alguien le habían hecho algo, si lo habían secuestrado pero nunca respondió. Simplemente movía su cabeza de lado a lado para darme a entender que no recordaba nada. No seguí con las preguntas, no quise asustarlo más de lo que debía de estarlo. Mi esposo se acercó nos abrazó y agradeció a Dios por haberlo traído de vuelta, cosa que me sorprendió porque mi esposo nunca fue creyente pero esta situación se salía de su entendimiento. Luego de estar entrelazados en un largo abrazo lo llevamos a dentro de la casa para bañarlo, darle algo de comer y llamar a la policía. Ya estando dentro mi esposo se calmó, lo volvió abrazar y lo apretó, pude notar el rostro confuso de mi esposo. ¡Mi hijo estaba helado!

Lo metí a la bañera mientras mi esposo llamaba a la policía y preparaba algo de comer. Le traje sus juguetes favoritos pero Juan no se interesó en ellos, nunca jugo, solo se dedicó a estar allí quieto con el agua hasta el cuello ni siquiera reaccionando a mi vos. Estaba como ido, con la mirada perdida en algún sitio donde yo no existía. Tome su carita entre mis manos para decirle cuanto lo extrañábamos y cuanto lo amábamos pero algo hizo que me tragara las palabras. Hasta ese momento no lo había notado puede que por la impresión de su regreso no me había permitido percatarme de ese detalle. ¡Eran sus ojos!, estaban hundidos en sus cuencas y eran totalmente negros, tristes y lechosos como si fueran dos insectos embobados incrustados en su cráneo. Me paralice al verlos y por un segundo quise salir corriendo, huir de mi propio hijo pero en ese momento el pronuncio unas palabras.

- ¡Mama! – Dijo entre balbuceos mientras que un hilo de saliva oscura se abría paso y caía de su boca, no me pude resistir y lo volví abrazar, segundos después entro mi esposo y nos abrazó. Volvíamos hacer una familia de nuevo. Esa noche cenamos aunque Juan nunca toco la comida, se negaba, a veces lográbamos que comiera algo pero lo vomitaba enseguida. Sugerí llevarlo a que lo viera un medico pero mi esposo se negó. Me dijo que era mejor que descansara y que mañana temprano lo llevaríamos a donde yo quisiera. Solo tenía que descansar, todos teníamos que descansar. Lo lleve a su cuarto, le puse su pijama prefería y cuando lo hacía pude notar unas marcas en su cuello, eran muy claras. Tenía unos moretones que le rodaban el cuello y al verlos mejor entendí que tenía forma de unas manos, alguien lo había intentado estrangular. No aguate y me puse a llorar mientras lo abrazaba. Un insecto se abrió paso de entre su cabello largo.

Mi esposo me dijo que la policía vendría por la mañana, algo que me pareció extraño pero no le di muchas vueltas al asunto. Me sirvió algo de beber y celebramos la vuelta de nuestro pequeño. Creí que esa noche no podría dormir de la emoción de tenerlo de vuelta pero irónicamente por primera vez en mucho tiempo esa fue la primera vez que pude dormir apacible y profundamente. Dormí en paz sin pensar que al día siguiente la pesadilla volvería a empezar.

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