Castigos y sueños

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Mientras Harry y Hermione eran escoltados por Filch y su gata, Nixie interrogó a su hermano.

—¿Y bien? —cuestionó de brazos cruzados.

—¡No uses ese tono, te salve de un castigo! —gruño Edmund.

—¿Eso qué? No necesitaba tu ayuda.

—¡En serio que eres lista para unas cosas y tonta para otras! —exclamó.

—¿Por qué lo hiciste? —volvió a preguntar cerrando los puños.

—Piensa y dime por qué —contestó simplemente y se acercó a la ventana, activo su transformación —un par de alas le salieron en la espalda—, y se lanzó. Nixie no se molestó en verificar si su hermano estaba bien o no. Tomo la capa, se la puso y bajo de la torre.

Cuando Hermione llegó al dormitorio, traía una cara que la rubia no había visto nunca. La castaña le contó lo sucedido y comenzó a sollozar silenciosamente, Nixie incomoda, no pudo más que abrazarla y contó su versión a medias. Le había dicho que había recordado que dejaron la capa arriba y que había regresado por ella, pero que la bajar ellos ya no estaban.

A la mañana siguiente, Nixie contó la misma versión a Harry y Ron durante el desayuno, pero aquello no fue lo peor, los Gryffindors que pasaban por el gigantesco reloj de arena, que informaba de la puntuación de la casa, pensaron que había un error. Cómo iban a tener; súbitamente, ¿ciento cincuenta puntos menos que el día anterior? Y luego, se propagó la historia. Harry Potter; el famoso Harry Potter, el héroe de dos partidos de quidditch, les había hecho perder todos esos puntos, él y otros dos estúpidos de primer año.

De ser una de las personas más populares y admiradas del colegio, Harry súbitamente era el más detestado. Hasta los de Ravenclaw y Hufflepuff le giraban la cara, porque todos habían deseado ver a Slytherin perdiendo la copa. Por dondequiera que Harry pasara, lo señalaban con el dedo y no se molestaban en bajar la voz para insultarlo. Los de Slytherin, por su parte, lo aplaudían y lo vitoreaban, diciendo: «¡Gracias, Potter; te debemos una!».

Sólo Ron y Nixie lo apoyaban.

—Se olvidarán en unas semanas. Fred y George han perdido puntos muchas veces desde que están aquí y la gente los sigue apreciando.

—Pero nunca perdieron ciento cincuenta puntos de una vez, ¿verdad? — dijo Harry tristemente.

—Bueno... no —admitió Ron.

Era un poco tarde para reparar los daños, pero Harry se juró que, de ahí en adelante, no se metería en cosas que no eran asunto suyo. Todo había sido por andar averiguando y espiando. Se sentía tan avergonzado que fue a ver a Wood y le ofreció su renuncia.

—¿Renunciar? —exclamó Wood—. ¿Qué ganaríamos con eso? ¿Cómo vamos a recuperar puntos si no podemos jugar al quidditch?

Pero hasta el quidditch había perdido su atractivo. El resto del equipo no le hablaba durante el entrenamiento, y si tenían que hablar de él lo llamaban «el buscador».

Hermione y Neville también sufrían. No pasaban tantos malos ratos como Harry porque no eran tan conocidos, pero nadie les hablaba. Hermione había dejado de llamar la atención en clase, y se quedaba con la cabeza baja, trabajando en silencio. Nixie intentaba hacerlos sentir mejor, pero parecía que ninguno de sus comentarios hacía efecto.

Harry casi estaba contento de que se aproximaran los exámenes. Las lecciones que tenía que repasar alejaban sus desgracias de su mente. Él, Ron y Hermione se quedaban juntos, trabajando hasta altas horas de la noche, tratando de recordar los ingredientes de complicadas pociones, aprendiendo de memoria hechizos y encantamientos y repitiendo las fechas de descubrimientos mágicos y rebeliones de los gnomos. Nixie solo les hacía compañía, pues sorprendentemente se sabía todos los temas de memoria.

Nixie En HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora