Todo el mundo busca algo. Algunos buscan dinero, otros buscan fama, felicidad y por supuesto... amor.
Hace un par de meses tengo este... como decirlo, si, pasatiempo, eso.
Son las 7:00 pm y entro al bar que apenas ha abierto.
El dueño me ve y esboza una sonrisa.
-¡Oigan todos! -Grita, llamando la atención de todos los empleados.- ¡Cupido esta en la casa!
Me avergüenzo del sobrenombre que me he ganado por mi pasatiempo. Pero sonrío igualmente, se que no lo están diciendo para mal. Todos se acercan a saludarme con calidez, como a otro miembro de la familia.
-Oye, cupido, acabamos de limpiar tu lugar. -Me dice, desde detrás de la barra.
-De acuerdo. -Le respondo con una sonrisa. - Lo de siempre, por favor.
-¡A la orden! -Responde con energía.
Lo de siempre era un poco de refresco para abrir la noche, acompañado de una orden de papas fritas.
Siempre me han gustado las papas fritas de este lugar. No tan saladas, no tan fritas.
-Oye. Cupido... -Se me acercó una de las meseras.- ¿Cuando encontraras a tu Psique? -Preguntó en un tono de broma.
Negué con la cabeza.
-No hay nadie así. - Le respondo con una sonrisa.
-Te faltó el "por ahora".-Se rió.
Le ofrecí una sonrisa a manera de disculpa. Ella solo asintió, comprendiendo lo que había detras de ella.
-Aunque sabes...-Dijo con un tono entretenido. -Tienes una admiradora, cupido.
Y disparó una mirada sutil hacia la entrada, una chica apurada acababa de entrar.
-¡Laura, llegas tarde!-Le gritó Elena, la mesera que hasta hace unos segundos hablaba conmigo. -Ya sabes las reglas, si llegas después que cupido, tu pagas su cuenta.
Nuestras miradas se encontraron por un segundo, luego ella bajó la suya tímidamente.
-Lo siento... -Habló, en un tono bajo con un leve tartamudeo.
Ella era la nueva mesera, apenas llevaba un par de semanas trabajando aquí. Su semblante lucía nervioso, era un poco torpe, pero lo compensaba con esfuerzo. Me preguntaba como una chica tan linda podía ser tan tímida.
Su largo cabello liso estaba atado perfectamente en una cola de caballo que bajaba por su espalda, las puntas de su cabello estaban teñidas de un azul turquesa, que contrastaba claramente con su cabello oscuro. Su piel era pálida, casi translúcida, sus mejillas estaban sonrosadas, seguramente por el hecho de correr hasta aquí. Sus ojos negros nadaban de aquí para allá, buscando en donde posar su mirada.
¿Tal vez estaba corta de fondos? Pagar mi cuenta podría afectar su economía. Hice una nota mental de pagar mi cuenta antes de que los demás la obligaran.
-¡Laura. A trabajar! -Vocífero el dueño.
Eso pareció sacarla de su trance nervioso. Y empezó a moverse hacia la cocina.
Mi mesa estaba en la esquina, al lado de la puerta de la cocina, era conveniente para mi pasatiempo. Por lo tanto tenía que pasar a mi lado para poder entrar.
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Sentimientos inefables.
RomanceA veces, ni las acciones, ni las palabras pueden expresar lo que alguien siente en realidad.