▬ la mejor parte de ser padre

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──── la mejor parte de ser padre

San Miguel de Allende, México, 2018



Zúrich resopló quitando de sus labios el palillo de madera mientras colaba los granos de café, era trabajoso, pero el sabor lo valía, más en una noche fría como aquella, donde una bebida caliente venía como anillo al dedo.

Habían llegado a México después del nacimiento de las niñas por petición de su hija, aunque pronto tendrían que volver con el Profesor, esta vez para Tailandia, donde celebrarían el año nuevo y comenzarían a organizarse para el golpe del Banco Nacional de París; Sergio les había asegurado que tenía una auténtica sorpresa.

Le había pareció una completa locura, más aún que Karlovy lo apoyara a pocos meses del parto, pero, ¿A quién engañaba? Necesitaba un poco de movimiento en su vida, al menos eso era una cosa clara que él y su hija compartían.

Sirvió las dos tazas de café y se acercó al balcón, esperando que Karlovy hubiera podido ya terminar de dormir a las niñas, hace días que ella no dormía y esas ojeras lo delataban, aunque más que preocupante, le parecía divertido que estuviera teniendo un poco de las secuelas de ser madre, al menos eso la distraía de tener a Berlín presente las veinticuatro horas del día.

Y efectivamente, la encontró mirando la televisión de pie y con los brazos cruzados a unos metros del balcón.

— ¿Qué estás viendo? — Preguntó entregándoles su taza.

— Ah, veía la farándula y paré en los noticieros — Comentó, aunque había sorna en su voz. Zúrich frunció su ceño al ver su rostro tornándose serio mientras veía la pantalla, pronto el entendió porque — Mira, que a mamá le va de puta hostia.

En las noticias mundiales anunciaban la celebración de cóctel por el aniversario del Banco de España, y obviamente, el Gobernador y su familia habían asistido, siendo gravados y fotografiados, mismo material que ahora salía en la televisión con sus entrevistas.

Octavio se sentó en la silla lanzando un sonoro suspiro, aún no entendía como su hija guardaba tanto rencor a su progenitora, ni siquiera él lo hacía, consideraba que, aún no dejaba de amar a Janette, pero no la odiaba o guardaba recelo, todo lo contrario, por mucho tiempo se reprochó que ella se había ido por su propia culpa.

— Me alegro por ella — Zúrich se limitó a decir, llevándose una mala mirada de su hija, quien se giró.

— ¿Qué? Joder, ¿No vas a decir nada sobre su puñetera desfachatez?

El castaño arqueó su ceja y rio sarcástico cuando ella se sentó negando.

— ¿Y qué quieres que diga? O, aún mejor. ¿Qué quieres hacer tú? Llamarla por teléfono y decirle: ¿Hey, mamá, soy yo, tu hija terrorista? No me jodas, Ru. En primera, deberías de entender de una vez por todas que esta mierda ha sido mi culpa... — Zúrich hizo una mueca tomando de su café ante la atenta mirada de Karlovy, estaba incrédula y exasperada por sus palabras, pero era normal, cada uno había visto y sentido la situación de una manera diferente. Ella como una hija olvidada y el cómo un esposo que no pudo satisfacer las necesidades de su mujer a las que le acostumbró — No pude proveerle confort en... Esa tempestad y ella buscó un lugar soleado donde refigurarse, donde no viera mi cara para poder seguir, porque la vida sigue, Ru y te jode no vivir la vida como tú sabes.

— Tus comentarios filosóficos sobre como decidió largarse... Para que me vuelva a creer que es sólo una blanca paloma — Lo miró fijamente — Me la suda.

Zúrich pasó sus manos por su rostro — No quería decir eso.

— Sí que lo querías, buscas defenderla a pesar que te pintó los cuernos como un toro, por años, tan cerca y tú... Sólo lo ignoraba. ¿A eso le llamas amor? — Cuestionó Karlovy en un hilo de voz, horrorizada ante la idea de llegar a vivir algo así.

— Tú no sabes nada de tú madre.

La rubia rio, la plática de la que tanto habían huido ambos estaba a las puertas — Porque nunca fue una madre real desde que tuve diez.

— Ella era una mujer hermosa, dulce, frágil y maravillosa.

— ¡Ella nos abandonó!

— Nos amaba.

— Eso no es amor, papá. No lo es, pero dime, sí tanto te amaba, ¿Por qué se fue?

— ¡Tú no sabes de lo que estás hablando!

— Si nos hubiera amado tanto, ella hubiera encontrado la manera de salir adelante, juntos, joder, pero a tú alrededor, ¿La ves? — Se jactó — No está.

— Lo intentó, pero yo no lo hice con ella.

— ¡Se fue, hostia, que nunca estuvo aquí! — La rubia se obligó a controlarse, dado que, si seguía vociferando así, despertaría a sus hijas — Ella no me amaba... Y no te amaba a ti.

Zúrich espero en silencio, mirando el tranquilo cielo nocturno, hasta que escuchó a Karlovy volver a tener una respiración calmada para hablar.

— Cuando sabes que las cosas se ponen chungas, pero quieres aferrarte a la idea como un pringado de que todo estará bien... Sólo empiezas a no verlas, y cuando lo haces por demasiado tiempo comienzas a sentir como sí te fueras, pero lo cierto, es que alguien más lo hace.

Karlovy asintió riendo con ironía, la noche había estado muy tranquila para su gusto, y ver esas imágenes de su media hermana tan feliz a pesar de sólo ser una niña, de su madre dándole su completa atención, cuando con ella, el último detalle que tuvo fue decirle que por su enfermedad ella jamás estaría bien.

— Guay, por ella. Porque parece que ahora sólo está para su nueva familia, ¿No? — Elevó sus cejas — La envidio. Quisiera tener esa habilidad de olvidarme de ciertas personas... — Karlovy lo miró fijamente por unos segundos, y Zúrich pudo notar como sus azulados orbes se cristalizaban y entonces corrió su mirada, no podría negar que había sacado los ojos de su madre — Pero, dime tú, como mi padre, ¿Qué ha hecho esa cría que yo no?

— Ay, cariño — Suspiró dejando el café del lado y acercándose hasta tomar su mano, conteniendo con dificultas esas ganas abrazarla con todas sus fuerzas hasta que esa nube abrumadora de sentimientos encontrados, pasara — Es complicado, pero tiene que entender que tu hija, siempre será una hija.

— Y yo soy su hija, yo — Karlovy cerró sus ojos y tragó saliva con dificultad antes de mirarlo — Y no la entiendo. Ella eligió toda una puta vida de lujo, pensando sólo en ella, sobre encima de nosotros. Y tal vez un día cambie de opinión y quiera venir, pero yo...

— Ella jamás va a regresar — Zúrich le aseguró dolido, el tono de su voz lo dejaba ver a simple vista, pero era algo que había asumido.

— Magnifico, porque yo tampoco, ni, aunque me muera... Cambiaré mi opinión sobre ella — Sentenció relamiendo sus labios al dar un ligero apretón en su mano — Tú estás aquí y para mí, eso es suficiente, papá. Sólo te necesito a ti, el primer hombre que realmente me amó, y al que yo siempre amaré, por sobre todos.

Zúrich no se resistió más y tras esas palabras que tocaron su corazón, se puso de pie y abrazó fuertemente, Karlovy jadeó asintiendo con su cabeza mientras le devolvía aquel gesto con cariño, pues a veces, todo lo que necesitas sacar y decir al viento, puedes hacerlo con esos abrazos, porque te reconfortan, te llenan de protección al hacerte pensar que todo estará bien y respiras aliviada al creerlo.

— Hija, mi niña. Cuidar de ti, es lo mejor que he hecho en mi vida — Aseguró Zúrich acariciando sus rubios cabellos.

Karlovy no respondió, pero sonrió al saber que, a pesar de no ser la mejor persona, con sus múltiples defectos, había personas que seguían amándola; y que, por mucho, sería una mejor madre de lo que la suya fue con ella.







──── ¿Les ha gustado?

La verdad que cuando me lo leí para editarlo, solo me hizo pensar en que, realmente cuando cree a Karlovy, no pensé en hacerlo un personaje tan complejo, incluso, les confieso que esta relación tan cercana con su padre no estaba planeada, sino que la construí a partir del momento en que Zúrich se unió a la Banda.

Y la verdad, creo que ha sido una de mis mejores decisiones con este personaje.

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⏰ Última actualización: Sep 03, 2021 ⏰

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