¿Quién soy? La manera más fantabulosa de iniciar una historia, mí historia. Y lo difícil que es responder a esta pregunta para un chico de mi edad.
Realmente no podría definirme, pero supongo que tengo que empezar con alguna cosa antes de que alguien decida dejar de leer.
Creo que puedo iniciar por mis datos personales, imagino que puede ser una buena idea.
Pues me llamo...
— Adriel Alejandro Milián... Tengo dieciséis años... Espero que podamos llevarnos bien.
En mi mente acabo de suspirar. Acabo de tener la presentación más otaku/japonesa posible en mi primer día de clases.
Mi padre consiguió trabajo en esta nueva ciudad en el centro del país, y como las visitas iban a ser demasiado caras para nosotros que vivíamos en lo más norte, y además de que él no quería separarse de nosotros, pues nos metió en el mismo costal y nos sacó de nuestra tierra natal.
Miles de kilómetros me separan en este momento de mis viejos amigos. Amigos que me costó hacer debido a que soy demasiado tímido como para iniciar una plática. No sé cuándo volveré a verlos o cuándo sabré de ellos, ni cuando volveré a jugar con ellos en las calles del barrio...
— Gracias, Ariel. — Dice el profesor guía mientras me da una palmada en el hombro. ¿Acaso podía leer mi mente? Aunque dijo mal mi nombre... Imperdonable. - Puedes tomar asiento por favor.
Diablos. Mis ojos comienzan a nublarse mientras camino por entre los pasillos que dejan las sillas y las miradas de mis nuevos compañeros. ¿Qué tanto me ven? No soy tan interesante, parece que esperan a que cometa un error para luego burlarse de mí...
Recuerdo incluso como andaba vestido. Bueno, no era tan difícil de recordar, después de todo estaba usando el uniforme de la nueva preparatoria. Mi padre se adelantó a todo esto y lo planificó de tal forma que daba miedo, llegué a tener el uniforme incluso antes de terminar el año en mi vieja escuela.
Lo que recuerdo es que yo era el único que llevaba el uniforme puesto, ya que mi padre nunca escuchó que la primera semana de clases se podía ir de color. En fin. Por suerte mi sudadera azul oscuro nunca me abandonaba.
Ya tenía unos dos o tres años con esa vieja sudadera, prácticamente no me la quitaba fuera invierno o verano, estaba un poco descolorida y el estampado frontal ya estaba por borrarse, pero amaba tanto esa sudadera que era imposible dejarla.
Finalmente llegué al fondo del salón, a lo último, a lo más retirado, a mi zona. Los asientos de atrás. Siempre buscaba las esquinas, y para mi suerte, había un asiento vacío justo en la esquina. Como detesto socializar forzadamente, levanté la silla y la corrí un par de pasos más atrás.
Mis vecinos no se veían tan interesantes. Al frente tenía a un gordito que se veía muy amable, no sé si se volverá mi amigo, espero que sí. Y a mi derecha había una chica con el pelo de color castaño medio. Apenas podía ver su fleco ya que ella estaba recostada sobre sus brazos. También llevaba sudadera, pero esta era negra con unas líneas blancas y gruesas en los laterales de las mangas. Tenía puesto su gorro y parecía que estaba dormida.
— ¿Alguien puede despertar a Alejandra, por piedad?
Elevé mi vista a la voz de autoridad que se escuchaba al frente del salón. El maestro de matemáticas.
En la pizarra había escrito sus datos, el temario del semestre y la evaluación. ¡Rayos! ¿¡Cuánto tiempo me llevó encontrar asiento!?
Como sea, aparentemente ya conocía a toda la clase puesto que se sabía sus nombres. Y parece que la chica que pensé dormida tiene mi segundo nombre en versión femenino... Vaya... Puede que sea una razón para poder hablarle y entablar una increíble relación de...
— ¡Bah! ¡Profe Carlos! — Exclamó ella mientras se levantaba y extendía sus brazos. — Los días de vacaciones son muy difíciles ¿sabe? No dormí bien todo este tiempo y es muy difícil volver a despertar a las cinco de la mañana...
— Espero que no tengamos estos problemas, Alejandra... Estás advertida.
— Sí, sí, como quiera... — Dijo murmurando suavemente, aún así fue audible para los que estaban alrededor.
A medida pasaban las horas me di cuenta de que ella parecía ser algo así como alguien popular, ya que todos se reían de sus ocurrencias y de sus bromas. Incluso algunos profesores se daban el tiempo de parar la clase y seguirle la corriente, igual era el primer día, ni siquiera estaban dando la clase. Todos los chicos la veían con ojos brillantes. Digo, después de todo era una chica divertida y querida. Completamente lo contrario a mí.
Finalmente llegó la hora del receso. Como era costumbre en mi vieja escuela, no llevaba mucho dinero ya que mi madre me preparaba la merienda. Me preparaba burritas muy interesantes. El día de hoy era de jamón y huevo, con queso, frijoles fritos y plátano frito. Todo entre tortillas sin contar que traía mi respectiva gaseosa de cola. Delicioso.
Saqué mi teléfono celular inteligente barato dónde no podía jugar nada tan pesado, pero que tenía lleno de música descargada ilegalmente como cualquier chico de preparatoria. Tendría por aquel tiempo algunas mil canciones más o menos. Conecté mis audífonos y puse algo de Coldplay, mi banda favorita del momento.
Mientras me llevaba a la boca el segundo bocado de mi merienda, alguien azotó mi silla apoyándose sobre ella. Vi unas manos blancas, unas uñas con esmalte negro que estaba ya casi despintado y unas mangas de sudadera negra con líneas blancas en los laterales. Alejandra.
— ¡Vaya! Carne fresca... Mucho gusto, Ale... Parece que podemos compartir el mismo apodo, ¿verdad?
Elevé mi mirada hasta encontrarme con su rostro, una amplia sonrisa sincera y despreocupada que revelaba una dentadura blanca y reluciente, casi perfecta. Sus ojos cerrados con orgullo y sus mejillas infladas y brillantes. Sin maquillaje y sin el gorro puesto. El primer encuentro con la chica más atrevida de toda la preparatoria.
¿Y qué fue lo primero que hice ante tal encuentro? Pues emitir un chillido mitad susto, mitad sorpresa; que hizo que sus ojos se abrieran repentinamente dejándome ver su claro color café, y que su orgullosa sonrisa se convirtiera en una pequeña risa traviesa y burlona.
— Claro que nos llevaremos bien, Ale — Me dijo en respuesta a mi chillido de sorpresa mientras alborotaba un poco mi cabello.
Apenas pude tragar lo que tenía en la boca para ver cómo se retiraba entre brincos y bromas con los demás compañeros, que reían ante sus bailes extraños y gritos graciosos. Salió al fin del salón y yo me quedé ahí, solitario en aquella esquina, escuchando música depresiva y comiendo. Hasta el que creí mi futuro mejor amigo gordito había salido por comida. ¿Por qué me abandonaste en un momento así, viejo?...
Este es el inicio de una nueva vida escolar para mí... ¿Que decisiones tomaré?...
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La Trágica Pero Divertida Vida De Adriel
Teen FictionLa difícil o extraña adaptación de un chico de preparatoria en una nueva ciudad, con nuevos intereses y amigos... ¿Qué malo podría pasar?