"No es que me aterrorizara
contemplar cosas horribles, sino queme aterraba la idea de no ver nada".
-Edgar Allan Poe.
I
La mayoría de los niños le tiene miedo a la oscuridad porque cree que los monstruos pueden llegar a hacerles algo terrible, pero yo no, porque sé que los monstruos no existen, al menos no como los pintan en los libros o en las películas.
El monstruo que me causa pesadillas tiene nombre y apellido, sin embargo, mi madre insiste en que le diga papá.
Mi padre es un hombre muy estricto y poco cariñoso, según mi abuela materna es por la forma en la que lo criaron y por la vida difícil que le tocó. Yo creo que esa no es ninguna justificación porque de alguna manera todos tenemos una vida complicada. Aunque con seis años, mi opinión todavía no es válida para los adultos.
Papá casi nunca está con nosotros, se la pasa trabajando para darnos lo que él nunca tuvo de niño, o al menos eso es lo que nos dicen. Debo confesar que me gusta que nunca esté ya que cuando llega siempre hay gritos, regaños o silencio absoluto para que pueda descansar.
Vivo en una casa pequeña, bastante pequeña a decir verdad y no se parece a las que salen en las telenovelas que tanto le gustan a mi bisabuela, de hecho, mi casa es de una sola habitación, que incluye: sala, comedor, cocina y dormitorio, todo en un mismo sitio, así que cuando llega alguien a visitarnos aunque vaya a mi cama sigo estando a la vista de todos.
El baño está en el patio, así que cada vez que tenemos que usarlo hay que salir. Por seguridad, papá le tiene puesto un candado exterior para evitar algún robo.
En mi casa o más bien en el cuarto, vivimos cuatro personas mamá, papá, mi hermanita y yo.
II
Una de las cosas que más odio en el mundo son las reglas, aun así, casi siempre trato de cumplir todas para evitar un buen regaño o un castigo.
En el cuarto, las reglas no las pone mamá, ella nos deja jugar, reír, correr y hacer berrinches de vez en cuando, sin embargo, por las tardes, cuando llega papá todo cambia, tenemos que ser niños bien portados, si él está durmiendo no hay que hacer ruido, si llega alguien a visitarnos no debemos meter nuestra cuchara en las conversaciones y tampoco escuchar la plática de los grandes; esto último, es completamente absurdo pues prácticamente no podemos ir a otro lado porque nuestra casa... ¡Es un cuarto! Pero eso, papá no lo entiende.
III
Mi tía favorita vino a visitarnos en un mal momento porque papá ya llegó de trabajar, ahora, él está acostado en la cama intentando dormir; mi mamá está sentada en los sillones que están colocados frente a ésta; mi hermanita y yo estamos jugando entre sus pies con mis juguetes. Ambos estamos felices porque cuando hay visita papá no se pone tan gruñón con eso del escándalo, al menos, eso es lo que pienso.
El cuarto está retumbando de ruido en este momento, mi madre y mi tía no dejan de hablar de cosas de señoras grandes; mi hermanita y yo no dejamos de reír por nuestro juego. Y a pesar de todo, la voz de papá se escucha sobre todas las voces.
—¡Alejandro! ¿Qué te dije sobre escuchar conversaciones ajenas?
Al principio no reacciono, ya que estoy muy comprometido con mi juego. Llega un segundo grito pero no viene solo. Mi padre se pone de pie hecho una furia y me jala para levantarme del suelo con la facilidad de quien levanta pesas todos los días, aunque él no lo haga.
No entiendo lo que pasa porque de verdad estaba muy concentrado en mis juguetes y en que mi hermanita no se los lleve a la boca. Que yo recuerde, no estaba escuchando ninguna conversación y menos de alguien llamado ajenas.
Quiero explicarle a papá todo eso, pero mi voz no sale, estoy demasiado nervioso para poder hablar y defenderme de algo que no hice, así que me limito a llorar y a temblar mientras el monstro, mi padre, me jala de uno de mis brazos hasta el baño.
IV
El camino hacia el baño no dura más de unos segundos, pero para mí son una eternidad. Trato de zafarme del agarre de mi padre para ir corriendo a los brazos de mamá. No lo logro.
Todo lo que ocurre después pasa como si un superhéroe detuviera el tiempo.
Papá me empuja con fuerza dentro del baño sin prender la luz, caigo sentado. Mis instintos me obligan a levantarme lo más rápido que puedo para correr hacia la puerta, sin embargo, padre es más rápido así que vuelve a empujarme. Esta vez no me levanto del piso cuando caigo, me limito a gritar con todas mis fuerzas porque sé lo que se viene y no me va a gustar.
Recuerda Alejandro, los monstros no existen, los monstros no existen. Repito la frase una y otra vez en mi cabeza mientras la puerta se va cerrando poco a poco, a estas alturas mi llanto y mis gritos solo son sollozos.
Escucho a padre ponerle el candado a la puerta y después todo es silencio y oscuridad.

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Fragmentos
Short StoryCuatro historias cortas sobre monstruos, personas rotas, personas destinadas a encontrarse y otras que jamás podrán ser libres.