II. CARTAS VOLADORAS

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LA FUGA DE LA BOA CONSTRICTOR hizo que Harry se ganara el castigo más largo de su vida, y, aunque Hailee no había estado involucrada en todo aquello, aún así se había llevado un castigo también. Ya saben, mala suerte de familia.

-Eso es algo ofensivo.

-Oh, bien, ya te despertaste.

-¿Cómo esperabas que no lo hiciera con tu voz insoportable?

-Buen punto.

-Si, bueno, sigue. Al menos puedo decir que me dejaste en paz por un buen tiempo. Ya comenzaba a creer que eras una alucinación.

Para cuando les dieron permiso de salir de su armario, ya habían comenzado las vacaciones de verano y Dudley ya había roto su nueva cámara de video, chocado su avión a control remoto y, en la primera salida con su bicicleta de carrera había atropellado a la anciana señora Figg cuando cruzaba Privet Drive con sus muletas.

-Pobre señora Figg, seguramente casi la mata.

Harry se alegraba de que las clases hubieran terminado (por otro lado, su hermana prefería que siguieran, al menos así no pasaba tanto tiempo en casa), pero no había forma de escapar de la banda de su primo, que visitaba la casa cada día. Piers, Dennis, Malcom y Gordon eran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe.

-Y que razón tienes.

El resto de ellos se sentían muy felices de unirse al deporte favorito de Dudley: cazar a Harry y molestar a Hailee.

-Esos imbéciles.

-Coincido.

Por eso es que Harry y su hermana pasaban la mayor parte del tiempo posible fuera de la casa, dando vueltas por allí y Harry se ponía a pensar en el fin de las vacaciones, donde podía ver un pequeño rayo de esperanza. Cuando llegara septiembre, iría a la secundaria y, por primera vez en su vida, no irían ( ni el ni Hailee) con Dudley. Pues Dudley tenía una vacante en el antiguo colegio de tío Vernon, Smeltings. Piers Polkiss también estudiaría allí. Harry y Hailee, en cambio, iban a ir a la escuela pública de la zona; Stonewall. Dudley pensaba que eso era muy divertido.

A su hermana, en cambio, era el futuro más lejano el que le preocupaba. Solía pasar tardes enteras pensando sobre aquello: ¿viviría toda su vida con sus tíos? No, claro que no, suponía que tal vez, en algún momento podía ir a la Universidad, y si no lo hiciera, igualmente a la edad de dieciocho años se iría de su casa, aunque tuviera que vivir en la calle. Y aún si todo aquello no pasara, en algún punto sus tíos no vivirían más, y seguramente Dudley tampoco quisiera pasar toda su vida bajo el mismo techo que ellos, así que de cualquier manera, se salvaban.

-Eso no me deja dormir por las noches.

Otras millones de preguntas atormentaban a su mente siempre: ¿estaría junto a su hermano toda su vida? ¿alguna vez encontraría el amor verdadero? ¿por qué escuchaba la insesante voz del narrador todo el día en su cabeza?

-Esto es demasiado para mi.

-Bueno, ciertamente digamos que tengo las respuestas a todo eso, aunque no puedo dartelas.

-Carajo, eres horrible.

-Es mi trabajo, niña. No es mi culpa.

De cualquier manera, un día del mes de julio, tía Petunia llevó a Dudley a Londres para comprarle su uniforme de Smeltings, y dejó a Harry y a Hailee en casa de la señora Figg. No fue tan terrible como de costumbre. Resultó que se había fracturado la pierna al tropezar con uno de sus gatos y ya no parecía tan encariñada con ellos como antes. Dejó que los hermanos vieran televisión y le dio un pedazo de torta de chocolate que, por el sabor, parecía estar guardada desde hacía años.

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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