4. Siguiendo las pistas

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A las siete y media de la mañana, los primeros rayos de luz golpearon los altos monstruos de hormigón que se alzaban en el centro de Krimson Hill, indicando que la noche había acabado y, como si de vampiros se tratara, que era hora de que los malv...

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A las siete y media de la mañana, los primeros rayos de luz golpearon los altos monstruos de hormigón que se alzaban en el centro de Krimson Hill, indicando que la noche había acabado y, como si de vampiros se tratara, que era hora de que los malvivientes, las cucarachas que gustaban de aprovecharse de los inocentes, los malditos, volvieran a sus agujeros hasta que la noche volviera a caer.

No es que la ciudad tuviera mucho menos crimen por el día, seguía siendo un caos que mantenía a todos los ciudadanos atentos a los continuos robos, adictos perturbando la vía pública, secuestros, violadores y un larguísimo etcétera de delitos y delincuentes que no parecían ser contenidos por encontrarse a plena luz del día y bajo la mirada de todos. Sin embargo, todos reconocían que las noches eran especiales, y no en un buen sentido. Durante las épocas más complicadas, la policía se veía obligada a decretar un toque de queda, lo que solamente parecía confirmar la sospecha de los criminales de que la ciudad ya era suya, teniendo las calles totalmente a su disposición.

Vincent pensó en esto mientras terminaba de ajustarse la corbata, dándole una última inspección a su rostro en el espejo para asegurarse de que no había quedado ninguna marca particular que pudiera despertar sospechas entre sus compañeros, pero el hechizo de Mago Universal había sido tan misterioso como efectivo, y su rostro (y todo su cuerpo) se encontraban como nuevos, aunque había decidido no forzarlo y moverse con cuidado por las próximas horas aunque sea.

Sólo habiendo dormido una hora, pero sintiéndose totalmente descansado, técnica que había aprendido en sus primeros días con Mirlo, primer héroe de Krimson Hill y su mentor en cuestiones superheroicas, salió de su pequeño departamento del centro y se encontró con Rebecca en la calle, quien lo esperaba con un café en la mano y apoyada en el auto en el que anoche lo había llevado sangrando y derrotado hasta su guarida.

—¿Te aseguraste de que no hubiera rastros en el asiento trasero? —preguntó Vincent tomando el vaso de café que le tendía su compañera.

—Hemos hecho esta pequeña danza demasiadas veces como para que me siguas preguntando estas estupideces —respondió ella con cierto mal humor, que era lo normal para ella con tan pocas horas de sueño.

—Realmente deberías dejar que te enseñe mi técnica para dormir.

—Oh, sí, por supuesto, y ¿qué sigue en el entrenamiento? —agregó Rebecca con sarcasmo en su voz— ¿Ponerme un antifaz y elegir un nombre estúpido?

Con una sonrisa, Vincent subió del lado del acompañante y ella ocupó el lugar del conductor, dejando su vaso de café medio vacío en el portavasos y poniendo en marcha el vehículo, sumándose al abarrotado tráfico de Krimson Hill.

—Tenías razón anoche. A las pocas horas reportaron la escena del crimen, ya está toda acordonada —agrego ella, sin despegar la mirada del camino.

Krimson Hill: Ciudad de la FuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora