𖤐 Prólogo

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0   Dijiste que no soy suficiente para ti, y eso ya lo sé...


Una chica llamada Erika Sabina, la cual llaman Eris. Tiene 20 años.

Va caminando sin rumbo, rota, gracias a la persona a la que quiso mucho. Tuvo el valor de decirle a la cara que es un asco de persona, que no vale nada, todo esto delante de toda su familia en su cumpleaños. Y ahí está, borracha, sin más.

Por otro lado, un chico borracho... ¿Puede estar más mal? Intenta olvidar todo lo que pasó con su madre pero no puede... la mataron.

No puede ni caminar, se siento tan roto, tan... insuficiente. Con una maldita botella de alcohol en la mano izquierda. Bebe un poco y la tira hacia la carretera.

Es de noche, las farolas alumbran la calle...
Hasta que escucha gritos a su al rededor, él se gira y se encuentra a una chica, que la están intentando agarrar bruscamente entre dos hombres. Él fue corriendo hacia ellos. Le coge de la camiseta a uno y le pega con el puño en la cara, para después dejarlo caer, medio inconsciente. Al otro hombre, se tira encima de él y empieza a golpearlo sin parar, puño tras puño.

—Ya, lo vas a matar—Dijo una voz muy dulce.

El chico gira la cabeza hacia ella, mirándola.
Se levanto, dejándolos en el suelo sangrando, y fue hacia la chica.

—¿Estás bien?—Le pregunta como puede. El alcohol está presente, pero seguía medio
cuerdo.

—Sí, bueno...—Asiente Erika, intentando levantarse pero se tropieza y se cae.

—Ven—Le da mi mano, ella la acepta, hasta que se pudo poner de pie.

Él se quita la chaqueta y se la pone por encima de sus hombros.

—¿También tomaste alcohol?—Lo mira.

Él no pudo resistirse a esa mirada tan profunda... <<También parece que se siente rota>> Piensa.

—Sí...—Susurra.

—¿Podemos ir a tu casa? Por favor... No quiero volver con ese chico—Confiesa, mordiéndose el labio inferior, nerviosa.

—Está bien, vamos—Intentan caminar bien pero se balanceaban cada rato. Hasta que por fin llegan.

—Vamos, entra. Siéntete cómo en tu casa—Dijo él al abrir la puerta con llave. Ella pasa adentro, con un poco pánico. Cierra la puerta y fue hacia donde estaba ella.

—Puedes quedarte los días que quieras—La observa de reojo.

—Está bien, muchas gracias—Susurra, con temor.

Se sentó en el sofá y a los segundos después se quedó dormida.

El chico la agarra como si fuera una princesa entre sus brazos, para después de subir las escaleras como pudo, y la deja en su cómoda cama.

Como iba con vestido corto y está algo roto, pues decidió quitárselo y ponerle una camiseta suya, por comodidad.

Camina hacia el armario, agarra la camiseta. Le quita el vestido, dejándola en ropa interior. Le puso la camiseta, que le queda larga, tapándole sus partes.

Él, después, se tumbó en la cama, boca arriba, sin cambiarse de ropa ni nada. Pocos segundos después nota un corto brazo por su abdomen.
Puso su cabeza también en su abdomen y así es como se durmió.

ACCIDENTAL ☆ Aron PiperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora