Atrapados.

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-Cierra el pico ¿De acuerdo?

Siempre la misma historia. Daba igual la situación en la que se encontrasen, Annabeth siempre tenía que tener la razón, y él no era nadie para rebatir sus argumentos. ¿Qué clase de descerebrado intentaría llevarle la contraria a la hija de Atenea? Percy soltó un bufido.

-Solo he dicho que quizás si no hubiésemos seguido a las musas nada de esto estaría pasando.

Supo que debía de haberle hecho caso a su compañera tan pronto como terminó la frase. Notó cómo sus ojos se clavaban en él con odio. Si las miradas matasen probablemente no le quedasen más de un par de minutos de vida. -¿Te estás riendo de mí? – lo preguntó de una forma seria, tan seria que no supo qué responder. Se enfrentaba a seres del inframundo continuamente, y ninguno de ellos daba ni la mitad de miedo que Annabeth cuando se enfadaba.

-¡HA SIDO TODO POR TU CULPA, IMBÉCIL! YO NO SEGUÍA A LAS MUSAS, TE SEGUÍA A TI PORQUE CREÍ QUE SABÍAS A DONDE IBAS  - sus gritos resonaron en toda la cueva. Se escuchó el eco de su voz –IBAS, IBAS ,IBAS – y acto seguido un temblor hizo que las mismísimas paredes se estremeciesen con la sacudida.

-Saben dónde estamos – dijo con nerviosismo el chico, mirando a su alrededor  - la has invocado, has invocado a Eco – sacó el bolígrafo de su bolsillo, y le quitó la tapa para que adoptase su verdadera forma. Anaklusmos brillaba con fiereza. Era una espada de bronce, pero no os confundáis, no se trataba de cualquier tipo de bronce:  era bronce celestial. Su padre se la había dado en su primer año como campista. Bueno, en realidad había sido Quirón, pero esa es otra historia.

Había desenvainado su arma, pero esperaba no tener que utilizarla. Sabía cómo actuaban las musas, lo había leído en un viejo volumen de la biblioteca. Los mortales pensaban que se limitaban a “inspirar” a los artistas, pero nada más lejos de la realidad. Las musas eran seres despiadados, ellas danzaban y cantaban, transmitiendo sentimientos, inspirando Odas. Rasgaban palabras en sus liras, que atravesaban directamente los oídos de aquellos desafortunados que se topaban con ellas, y si las escuchabas durante más de unos segundos, esas mismas palabras se agolparían en tu cabeza hasta terminar haciéndote perder la cordura.

-Deberíamos correr- recomendó la rubia. Hubiese sido una buena idea de no ser porque se encontraban en una maldita cueva. Parecía mentira que fuese tan lista - ¿ah sí? Claro, porque es muy sencillo salir de aquí. Apenas hay laberintos y personalmente, creo que las luces de neón apuntando hacia la salida son algo de lo que nos deberíamos fiar – respondió Percy de modo irónico.

Annabeth hizo como que no le había escuchado y comenzó a rebuscar algo en su mochila. Se mordió el labio inferior mientras tanteaba el fondo, intentando localizar -¿UN MAPA? – el muchacho enarcó una ceja. De nuevo, eco –UN MAPA, UN MAPA - ¿Quieres parar de gritar tú también? Ya intuyen dónde estamos ,deja de confirmárselo – refunfuñó ella.

-Pero…¿Cómo tienes un mapa? ¿y por qué no me lo habías contado?

-Si te lo hubiese entregado antes de tiempo seguramente te hubieses limitado a envolver los bocadillos con él – tenía que admitir que razón no le faltaba. Jamás le prestaba demasiada atención a los papeles, le aburrían soberanamente. En parte su dislexia tenía la culpa, pero tampoco sería justo culpar únicamente a su problema.

-Bien, si ya has terminado de protestar… -siguió un caminito con su dedo índice, comprobando que efectivamente era el lugar por el que deberían de escapar – me parece que es por aquí – sonrió levemente.

Sería una marisabidilla, pero en momentos así  adoraba que lo fuese.

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⏰ Última actualización: Dec 23, 2014 ⏰

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