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El frío viento se colaba por la ventana semi abierta, logrando balancear suavemente las cortinas color crema que impedían la vista al interior de la habitación.

Afuera, en el balcón, se encontraba un joven de cabellos lila.

Eran alrededor de las tres de la madrugada, sólo faltaban unas pocas horas para que aquel pelimorado, de nombre SooBin, tuviese que asistir a sus clases de universidad. Sin embargo, ya era costumbre para él tener que usar un poco de maquillaje para disimular las profundas y marcadas ojeras que decoraban sus ojos.

La brisa fresca de invierno azotó su cuerpo, erizando su piel y entumiendo sus dedos en el acto. Se encogió un poco más dentro de la fina playera de pijama que vestía, pero por ningún motivo se permitió apartarse del balcón y buscar alguna prenda más abrigadora para combatir el frío. Al contrario, por más descabellado que sonase le gustaba la sensación de sus dedos picar y su cuerpo temblar, sentía que apaciguaba un poco el dolor interno que lo atormentaba.

Soltó un profundo suspiro, logrando que una leve capa de vaho saliese de sus labios. Se recargó un poco más sobre la barda del balcón y trató de ahuyentar de su mente los doloros recuerdos de siempre.

Como era costumbre, levantó su vista al cielo estrellado y se permitió apreciar la hermosa vista que se le ofrecía. Sus ojos escaneaban todo el profundo cielo, buscándola.

Cuando la encontró se permitió soltar una suave sonrisa marcando sus hoyuelos. Ahí estaba, una pequeña estrella diferente a las demás.

El brillo que esta irradiaba cada noche era sin igual, capaz de iluminar hasta la más fría y espesa oscuridad, o eso le parecía a SooBin.

Como si la estrella supiera que la veía fijamente a ella, comenzó con un rítmico tintineo, atrapando aún más la atención del universitario.

Siempre supo que aquella estrella era diferente, como si estuviera hecha para él. Desde la primera noche de insomnio en la que salió a observar el cielo, ese pequeño lucero acaparó su atención, dedicándose todas las demás noches a apreciarla como si de una obra de arte se tratase.

Había algo en ella que le transmitía paz y tranquilidad. Cada que sus ojos la encontraban podía sentir el frío desaparecer de su cuerpo remplazandose por un agradable calorcito, su pecho se sentía liviano permitiendole respirar con normalidad, y su corazón se aceleraba como si hubiera corrido algún maratón olímpico.

Se permitió tomar asiento en la fría y dura baldosa cerrando sus ojos por unos instantes, demasiado abrumado con las sensaciones que le atacaban.

No sabe por cuánto tiempo permaneció de esa manera, pero cuando menos se lo esperaba ya había caído dormido. A veces eso sucedía, terminaba durmiendo sobre el piso del balcón por una hora o pocos minutos, pero siempre terminaba despertandose por las usuales pesadillas que le atacaban al dormir.

Esta vez no fue la excepción. Se reincorporó con la respiración acelerada, su cuerpo entero temblaba y su pecho se oprimía dolorosamente.

Inhala, exhala. Se repetía a sí mismo una y otra vez hasta lograr estabilizar su respiración y dejar de sofocarse.

No pudo reprimir el sollozo lastimero que brotó de su garganta, pronto las lágrimas brotaban de sus ojos cual cascadas. Estaba exhausto, solo quería que las estúpidas pesadillas pararan de una buena vez y dejaran de atormentarlo tanto.

No es tu culpa. Se decía siempre, pero en el fondo él sabía que sí lo era.

« Lo siento Junnie, no pude protegerte. Es mi culpa, espero que algún día me perdones. »

𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐒𝐓𝐀𝐑  ★ yeonbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora