Un mundo rojo

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  ADVERTENCÍA: DESCRIPCIÓN GRÁFICA DE VIOLENCIA, SANGRE Y TORTURA HUMANA.

—Lo estás haciendo muy bien Eva. — Rixon anotó algo en su planilla. El cansancio me empezó a golpear de a poco, hacía una hora y media que estaba corriendo en la cinta y hace una hora que empezaron a darme electroshocks en la espalda, por unos cables que se pegaban a mi piel expuesta en el sostén deportivo —Solo un poco más querida.

Pasaron los minutos lentos y llenos de tortura, que a medida de los años se fue haciendo un dolor más familiar, un viejo amigo que de vez en cuando me viene a visitar. Como los dolores cuando me viene la menstruación. Nunca entendí el fin de este experimento, pero Rixon siempre insiste que lo haga regularmente.

Cuando termine me dio una botella de agua energizarte, sabor frutilla mi favorito junto con el de color azul. Después continúe con mi rutina de estiramiento. Rixon se había alejado para hablar con la doctora Cibeles fuera de mi rango de audición, aunque trataban de parecer calmados se notaba que discutían. La mirada penetrante aquella mujer y la vena del tío eran lo que los delataban. Rápidamente la doctora Cibeles ignoro a Rixon, a pazo apurado y firme con sus tacones se acerco a donde estaba —Eva, tenemos un nuevo plan de entrenamiento para ti.

— ¿Disculpa?— era raro que ella me dijera lo que me iban a hacer, solo me mandaba a donde tenía que ir y algún trabajador me explicaba. Pero antes que me contestara Rixon alzo la vos .Estaba furioso

— ¡¿Cómo te atreves a ignorar lo que te digo?! — Se acerco a paso rápido— ¡Eva no esta lista aun!

— ¿Entonces cuando lo va estar Rixon?—se encontraba calmada pero el veneno se notaba en sus palabras—Debió empezar el entrenamiento años atrás, pero tu maldita fascinación mato tu pensar lógico, tu capacidad profesional, ya no piensas objetivamente ¡tendremos suerte si ya no arruinaste las oportunidades!

Parecía que el tío le iba a golpear si no fuera que la doctora se fue del gimnasio.

Quería preguntarle sobre que hablaba la mujer, pero no lo hice al ver el estado de histeria que estaba el tío.

—Tío cálmate, haré solo lo que tú me dices— pensé que diciendo eso lo calmaría.

—Ya te dije que no me llames tío Eva— su voz estaba rasposa, empezó a toser descontroladamente. Saco de su bolsillo un paquete de servilletas descartables y se limpio la boca

— ¿te encuentras bien? —hace un mes que anda tosiendo de esa forma, era raro que el doctor Rixon se enfermara. Sobre todo que durará tanto.

Ignorando totalmente mí pregunta me puso una mano en el hombro mientras que tiraba la servilleta en la papelera de metal, con la etiqueta amarilla y letras negras residuos tóxicos, que había en cada habitación.

—Eva necesito que vengas conmigo aun te falta hacer una cosa, después te doy el día libre.

Asentí con la cabeza. Rápidamente me bañe y cambie en las regaderas del gimnasio y lo seguí a una de las habitaciones de vidrio del pasillo de los horrores. Ese día estaban casi llenas las habitaciones. En una de ellas había tres sujetos de pruebas. Un médico de los que se encontraban allí, le dio una pastilla naranja al más cercano de los sujetos, una mujer de grandes ojeras tendría como cuarenta a cuarenta y cinco años. Por lo que parecía esta se rehusó a tragársela, el médico miró a uno de los guardias y en dos segundos le estaba apuntando amenazadoramente en la espalda, en la zona de la base del cuello, con la vara que siempre llevaban. Esta proporcionaba una descarga eléctrica que, aunque no mataba a la víctima, le proporciona un dolor desgarrador y si suben de nivel energético los desmallaba y les hacía salir espuma por la boca. Perdí la cuenta de cuantas veces vi eso.

PROYECTO EVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora