Capitán de Mar y Guerra 5 - Isla Desolación

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CAPÍTULO 1

La sala de desayuno era la habitación más alegre de Ashgrove Cottage, y a pesar de que los constructores habían arruinado el jardín con montañas de arena, cal viva y ladril-los, y a pesar de que las paredes de la nueva ala de la casa, donde esta sala se encontra-ba, todavía olían a yeso, el sol entraba en ella a raudales haciendo brillar las fuentes de plata e iluminando la cara de Sophie Aubrey, sentada allí, esperando a su esposo. Su cara era extraordinariamente hermosa, y las arrugas que la pobreza de otro tiempo provocó casi habían desaparecido, pero su expresión denotaba cierta angustia. Sophie era la espo-sa de un marino, y el Almirantazgo, en un gesto bondadoso, le permitía disfrutar de la compañía de su esposo durante un periodo de tiempo muy largo, ya que le había otorga-do a éste (en contra de su voluntad) el mando del Servicio de guardacostas local en re-conocimiento a los servicios prestados en el océano índico, pero ella sabía que aquel peri-odo estaba tocando a su fin.

La angustia se transformó en satisfacción cuando oyó los pasos de él. La puerta se ab-rió y un rayo de sol iluminó el radiante rostro del capitán Aubrey, un rostro rubicundo donde se destacaban unos brillantes ojos azules, y ella, como si él lo llevara escrito en la frente, tuvo la certeza de que había comprado el caballo que tanto deseaba.

- ¡Ah, estás ahí, cariño! -exclamó él y luego le dio un beso y se sentó en una butaca si-tuada a su lado, una amplia butaca que crujió bajo su peso.

- Capitán Aubrey -dijo ella-, me temo que el bacon se ha enfriado.

- Primero una taza de café y después todo el bacon del mundo -dijo él y empezó a le-vantar las tapas con la mano que tenía libre-. ¡Oh, Sophie, esto es Fiddler's Green[1]! Huevos, bacon, chuletas, arenques ahumados, riñones, pan... ¿Cómo está el diente?

Se refería a su hijo George, cuyos gritos provocaban la inquietud de la familia desde hacía algún tiempo.

- ¡Ya le ha salido! -respondió la señora Aubrey-. Le salió durante la noche y ahora está muy bien, el pobre angelito. Le verás después del desayuno, Jack.

Jack se rió satisfecho y, después de una pausa, dijo con un tono grave:

- Cabalgué hasta la oficina de Horridge esta mañana para meterles prisa. Horridge no estaba, pero el aparejador me dijo que no tenían pensado venir a nuestra casa este mes. Parece que no toda la cal está apagada, y aunque lo estuviera, no podrían hacer nada porque el carpintero está enfermo y, además, todavía no les han entregado las tuberías.

- ¡Tonterías! -exclamó Sophie-. Ayer un grupo de sus hombres estuvo colocando tube-rías en casa del almirante Haré. Mamá les vio cuando pasaba por allí en el coche y le iba a hablar a Horridge, pero él se escondió detrás de un árbol. Los constructores son tipos extraños e irresponsables. Seguro que te sentiste muy decepcionado, cariño.

- Bueno, debo confesar que me enfadé un poco. Además, tenía el estómago vacío... Pero como ya estaba allí, me fui al establo de Carroll y compré la potranca. Logré que me rebajara el precio a cuarenta guineas. Es un gran ahorro, ¿sabes?, porque, además de los potrillos que tenga, se entrenará con Hautboy y Whiskers y hará que den lo mejor de sí. Apuesto cincuenta contra uno a que podré llevar a Hautboy a competir en Worral.

- Estoy ansiosa por verla -dijo Sophie con el corazón encogido.

Le desagradaban la mayoría de los caballos, excepto los que eran muy mansos, y sobre todo le desagradaban esos caballos de carrera, aunque descendían de Flying Childers y el mismísimo Darley Arabian por la rama de Old Bald Peg. Le desagradaban por muchas razones, pero conseguía ocultar sus sentimientos mejor que su esposo, que alegre y locu-az y con una mirada ansiosa continuó:

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⏰ Última actualización: Jan 07, 2011 ⏰

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