Fracturas (Epílogo)

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Nota:

Me quedaba este as bajo la manga. Lo habría publicado como uno o varios capítulos, finalmente será sólo uno, y debe ir por separado del fanfic "Fracturas" para respetar la clasificación por edad.

Sí, también me da por escribir estas cosas durante la cuarentena, jajaja, pero como dije, al final el fanfic fue más orientado a la parte emocional y amorosa (cosa de la que no me arrepiento en absoluto).

Disfruten de su ansiado Zelink.

Un fuerte abrazo, 

-Nyel2

*****

Esta es la historia que narra la pérdida total y absoluta del control.

Esta es la historia de cómo de un día para otro, Link y yo empezamos a robarnos besos.

La historia de cómo un camino se hizo largo, la historia de cómo lo que se acortó no fue el trayecto de regreso a casa, fueron las distancias.

Es la historia de su lengua contra la mía, enredándose perezosa. Es la historia de cómo a veces me besaba con ansiedad, prendiendo un fuego que no sabía que existía en mí.

Es la historia de su cuerpo duro sobre el mío, de músculos tensándose, de caderas chocando. La historia de mis dedos hundiéndose en su bíceps, mi espalda arqueada contra el suelo, su lengua húmeda en mi cuello.

¿Qué cómo hemos llegado a esto?

No habíamos recorrido ni la mitad del camino desde Idilia hasta Kakariko. Es cierto que nuestro viaje se había vuelto lento, zigzagueante e indeciso. Era un viaje sin ruta real, sin más propósito que perdernos antes de llegar. Un viaje más entregado a la locura desbordada que nos había contagiado a ambos, como una ceguera.

Todo empezó poco a poco cuando dejamos Idilia, sutil, casi imperceptible. Besos que se repetían, miradas que se buscaban. Por supuesto, fue a mucho más, fue a tanto que ya no había otra cosa en nuestra mente, nos habíamos vuelto idiotas del todo. Viajar era una excusa para flotar sin rumbo durante el día para buscarnos al caer el sol, egoístas y despreocupados como jamás lo habíamos sido en toda nuestra existencia.

Ese día, una vez se hundió el sol en el horizonte, acampamos junto a una laguna de aguas transparentes, bajo unos árboles y sobre un manto de hierba suave y verde. Se notaban aún los rayos del sol en el olor de la hierba, y en las hojas de los árboles. Era verano, apenas corría el viento, y la luna estaba en cuarto creciente, era poco más que una raja de sandía en el firmamento que se iba engrosando poco a poco. Durante el día habíamos cabalgado de manera más o menos constante, sólo paramos un par de veces para almorzar y para fingir que mirábamos algún punto brillante en la piedra sheikah, motivo más que de sobra para acercarnos y besarnos otra vez. Lobo nos miraba como si nos hubiésemos vuelto locos del todo y... eh, a lo mejor era así.

El caso es que nos detuvimos tras una jornada más, en ese punto idílico, en un lugar sin nombre en medio de Hyrule. Una vez acampados Link encendió la hoguera, murmuró algunas palabras sobre la ruta del día siguiente y después no dijo nada más.

Yo sabía de sobra qué pasaría tras la cena. Ambos lo sabíamos. Tras la cena llegarían los besos y todo lo demás, oh sí, últimamente era una costumbre. Además, era cuando Lobo se alejaba para cazar, o... no sé, últimamente se alejaba, como si supiese que él no iba a tener ningún papel protagonista entre Link y yo. Solía regresar mucho más tarde para dormir recostado contra nosotros, los dos locos, como solía hacer antes de que pasase todo esto.

Esa noche en particular, Link no podía ni comer por la anticipación y eso me robaba el apetito a mí. Me lanzaba miradas furtivas cuando pensaba que yo no estaba mirando y apenas mordisqueó un poco un trozo de pan.

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