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1894.

Se removió una y otra vez en la cama, ¿sería el calor por lo que estaba sudando así? Era el mismo extraño sueño que venía molestando desde hacía unas semanas atrás. Veía sus manos y estas eran pequeñas por lo que suponía que era el mismo cuando era un niño, por alguna razón tenía mucho miedo, lo sentía en el nudo en su garganta, en su estomago revuelto y su corazón palpitando con frenesí. De pronto había unos profundos y brillantes ojos morados encima suyo, podía sentir el filo de un objeto cortándole la piel...

Yoonseung, no me olvides, yo no te olvidare a ti... —Era un susurro bajo y la voz tierna, sin embargo preocupada e inquieta. El aludido apretó sus ojos con fuerza.

Estaba tratando incansablemente de obligarse a despertar y quizás si hubiera esperado un poquito más había visto a quien le decía eso en un sueño, pero a lo mejor su confusión no lo dejaría entender que a quien estaba viendo era un hermano del que no tenía recuerdo alguno.

Un príncipe marcado no podrá nunca acceder al trono. Es una lastima, joven Min.

Escucho otro susurro, una voz burlona y grave que le hacía sentir escalofríos, pero que también lo molestaba con demasía. ¿Quienes eran? ¿Por qué de pronto soñaba con ellos? ¿Por qué no podía ver sus rostros?

Despierta.

¡Vamos, hazlo!

Gritaba su voz interna y consiguió su objetivo, despertando en seguida. El joven se cabellos rubios ahora estaba sentado sobre la cama, con su pecho subiendo y bajando a modo de agitada respiración, se tocó la frente y se dio cuenta de que estaba sudando. Y como siempre hacía se levantó, pues sabía que después de eso ya no podría conciliar el sueño.

Ahora estaba recargado en la ventana, mirando hacia el horizonte en donde el sol apenas y daba señales de que pronto se alzaría imponente en el cielo. Vaya a saber qué hora era.

Yoonseung llevó una mano a su rostro, deslizando sus dedos por aquella cicatriz que tanto le desagrada. Cerró ambos ojos y soltó un sonoro grito cargado de furia, de humillación, de todos esos sentimientos que albergaba en el fondo de su pecho. Esa maldita marca le recordaba las miradas de pena que se le dieron cuando de niño volvió al palacio; la cicatriz es un recuerdo de que nunca podría encargarse del reino que por derecho le pertenecía.

Era un recuerdo de que en su inocencia le hicieron daño, ¿que mal podría haber hecho un niño para merecer tal tortura? Porque puede recordar cómo su piel ardía, como la vista en su ojo lastimado era nublada por la sangre.

Pero Yoonseung no recuerda que ese dia, ni los primeros años de su vida, no estuvo solo. No recuerda al otro pequeño que le susurraba palabras cariñosas para calmar su llanto, no recuerda la manita que sostenía con fuerza cuando sus recuerdos le fueron arrebatados. El solo recuerda ese dia y lo que paso despues, pero no a su gemelo.

Y era también horrible tener que vivir con la sensación de que algo te falta, que haya un vacio dentro tuyo y que ese mismo no pueda ser llenado con nada, pero si recuerda algo...

¿Y Yoongi? ¿Dónde está?

Recuerda que su madre preguntó al borde del llanto, mas no dejo de abrazar nunca al menor de sus hijos, no creyendo que por fin estaba ahí y temiendo que si lo soltaba nuevamente le fuera arrebatado. También tiene en mente lo que respondió cuando se le cuestionó por quien portaba ese nombre.

No se quien sea Yoongi. No lo conozco.

Nunca más volvió a escucharlo, pero el nombre le hace eco en la cabeza, mayormente después de soñar lo mismo de cada noche.

    𝟣𝟪𝟩𝟢. [𝒴𝑜𝑜𝓂𝒾𝓃]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora