Día 1: Confesión // Hospital

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Si alguien le hubiera dicho a Jotaro Kujo que un chico de cabellos tan rojizos como las cerezas que adoraba le iba a cambiar la vida, seguro lo habría descartado como una broma tonta. Pero fue así, Noriaki Kakyoin le cambió la vida, él podía ver en Jotaro lo que los demás no parecían poder ver. Jotaro estaba acostumbrado a que la gente lo malentendiera, pero Noriaki lo entendía tan bien que las palabras parecían sobrar entre ellos. Una mirada era todo lo que bastaba, todo lo que necesitaban, para entender las intenciones o las ideas del otro. Una mirada era todo... y Jotaro no pudo evitar sentir un más grande pesar en su corazón cuando el Stand de N'doul dañó los ojos del pelirrojo.

Claro que los demás lo tomaban como una preocupación normal por su amigo, y más porque Jotaro y Noriaki eran demasiado cercanos y eran los únicos que se podían entender hasta en un nivel cultural, ya que ambos eran japoneses. Ellos tomaban la preocupación de Jotaro como algo normal, algo entre amigos cercanos, cuando en realidad esa preocupación caía en un grande pesar, y en uno más profundo de lo que ellos podían imaginar. El gran Jotaro Kujo se había enamorado de Noriaki Kakyoin, de su extrañeza, su figura, sus ojos, su habilidad de aprender datos tan extraños y hasta innecesarios, su voz, su risa, su sonrisa, incluso la locura que lo pareció invadir cuando juraba que un bebé que tenían a su cargo tenía un Stand. Claro que a veces sentía celos de su amigo francés, Jean Pierre Polnareff, que era el segundo que se podía entender bien con Noriaki ya que entre los datos inútiles que Noriaki guardaba en esa cabeza, bajo esos cabellos rojizos suyos, había referencias que el francés podía entender con facilidad, referencias que Jotaro se encontraba incapaz de captar.
—¿Qué ocurre, JoJo? Te ves molesto —le preguntó una vez Noriaki al verlo después de que hablara de un show que le gustó a Polnareff.
—No es nada importante —respondió con un suspiro.
No lo era en ese momento, o al menos así lo procesaba Jotaro, esos celos eran innecesarios ya que él y Noriaki no eran nada más que amigos y Noriaki no sabía que él estaba perdidamente enamorado. ¿Para qué molestarse por algo que no era ni será? En ese entonces Noriaki alzó una ceja antes de soltar un suspiro y responder con un "Si tú dices" dudoso.

Pero en ese entonces no importaba si sabía o no, o al menos así lo sentía Jotaro, porque estaba confiado en que Noriaki no corría muchos riesgos en aquel viaje de 50 días que decidieron embarcar para derrotar a DIO, pero el ver a ese Stand tan peligroso herirlo le recordó al de cabellos oscuros que ese viaje no era cualquier cosa. Sí, habían logrado avanzar sin muchos problemas, pero eso no significaba que ninguno de ellos corría un inminente peligro de morir y, en ese momento, temió por la vida de Noriaki más de lo que temía por la suya. Pero Noriaki estaba bien, lo lograron ayudar bastante cuando llegaron al hospital del pueblo cercano, pero no sabían si iba a recuperar la vista. Jotaro estaba aliviado porque Noriaki siguiera vivo, pero el saber que podría perder la vista lo hizo desanimarse mucho. Si los ojos de Noriaki no podían ver los suyos, ¿cómo podrían mantener esa cercanía, esa conexión, que hacía que su "amistad" fuera tan especial? Si los ojos de Noriaki no podían ver los suyos, ¿cómo él podría saber qué estaba pensando y sintiendo Jotaro en realidad sin necesidad de tenérselo que explicar con palabras? Jotaro no sabía poner esas cosas en palabras, era tan inepto en eso como su abuelo era para montar un camello, si no es que peor y mucho menos cómico. No podía imaginarse a un Noriaki incapaz de entenderlo, no quería, no se atrevía.

Sólo podía esperar por lo mejor, rogarle a dioses de diferentes religiones ya que Jotaro no tenía una definida que lo peor no pasara, desear que su Star Platinum pudiera hacer algo para evitar lo peor... cualquier cosa, mientras se sentaba al lado de la camilla donde yacía Noriaki, durmiendo tranquilamente en parte por los analgésicos mezclados con las medicinas que tenía que tomar para mejorarse. Eran tantos químicos extraños en su cuerpo y lo único que podía hacer para procesarlos sin sufrir más efectos secundarios fuera del cansancio físico, era dormir. Suspiró, mirando la hora, preguntándose porqué demonios se estaban tardando su abuelo y Polnareff en llegar. Miró a Noriaki, aún respirando de forma tan tranquila. ¿De verdad esos ojos que tanto adoraba podrían quedar obscurecidos si no es que permanente cubiertos por esa venda el resto de la vida de Noriaki? Jotaro temía a eso, no tanto como a la idea de que Noriaki muriera en el viaje, pero sí lo suficiente como para necesitar un par de cigarros para calmarse. Si fuera a medir sus miedos con la cantidad de cigarros que necesitaba para calmarse, aunque en esos momentos Jotaro necesitaba un par para no sentir ansias ante la posibilidad de un Noriaki ciego que necesitara más palabras de las que Jotaro era capaz de usar para expresar todo el mar de emociones que sentía dentro de su corazón, necesitaría una cajetilla entera o dos ante el prospecto de que Noriaki no estuviera de su lado.

JotaKak Week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora