¡Feliz navidad a todos!

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Desperté de madrugada, ya llevaba un tiempo compartiendo con Ben, hacía mucho que habían arreglado mi tele, pero decidimos que se quedaría un tiempo más, según él porque yo era tan ridícula que no podía desperdiciar los momentos que tiene para molestarme; y según yo, es porque se encariñó demasiado con nosotros, cosa que Ben negaba en el momento.

Me senté en mi cama y tomé mi ladrillo/nokia viejo para ver la hora, y me llevé la sorpresa del siglo al ver la fecha, ¡ES NAVIDAD POR LA CHUCHA! Y... no le he comprado el regalo a Ben, al que miré durmiendo, tan tranquilo que se ve descansando, supongo que él si se acuerda de la fecha, por lo que sentí culpa al pensar en que ahora lo consideraba un amigo más y no le había comprado un regalo aún.

Me levanté de la cama y caminé hasta quedar al lado de Ben, sentándome a su lado y pensando que podía darle, algo que gustara lo bastante como para ver una de sus sonrisas, sí, quiero verlo sonriendo, pero no una de esas sonrisas que nos dábamos en las que mandábamos al otro a la mierda, quería ver una de esas sonrisas que me daba cuando ganaba una partida, cuando le daban el pedazo más grande de carne, quería verlo sonriendo, feliz.

Estuve un buen rato mirándolo, y de tan relajado que él estaba decidí acostarme a su lado, abrazándolo por los hombros, relajándome poco a poco, sintiendo mis músculos relajándose y mis ojos pesando cada minuto más y más, para cuando ya me di cuenta, tener los ojos abiertos era casi imposible.

Llegó la mañana y despertamos casi al mismo tiempo, y recibí el golpe que sabía de antemano que me iba a llegar, pero no por eso no se lo devolvería; empezamos a pelear lazando golpes de todo tipo a diestra y siniestra, sólo que, a diferencia de las otras veces, esta vez no nos golpeábamos tan fuerte y en lugar de gritarnos insultos nos carcajeábamos como unos dementes.

Llegó mi familia armando un tremendo alboroto y quedaron de piedra al vernos a mí y a Ben riendo con la respiración entrecortada, completamente despeinados y con algunas partes del cuerpo rojas por los golpes y quizás alguno que otro moretón por aquí y por allá, pero lo demás, estábamos felizmente en el piso intentando recuperar el aliento entre risa y risa.

 Cuando por fin nos calmamos, bajamos los seis al patio para empezar a preparar las cosas, mi hermano y papá armaban el árbol, mamá cocinaba, la Vale adornaba el patio y el jardín mientras que yo y Ben limpiábamos la casa de arriba para abajo, dejándola lo más limpia posible por si llegaban visitas inesperadas completamente esperadas.

Terminamos los preparativos (excepto la comida) a las 20:40, y jugamos al cahipún (piedra, papel o tijera) para ver en qué orden nos bañaríamos, quedamos en este orden: primero Ben, luego la Vale, después yo y por último y no menos importante, mi ukeable hermano mayor, Marce.

Cuando ya sólo quedaba mi hermano en la ducha, yo y Ben hablábamos sobre cómo superar una etapa de Farenheit que en Youtube parecía súper recontra fácil, pero en realidad es como intentar desafiar a la gravedad, dejamos de hablar cuando sentimos la puerta del baño abriéndose, dejando ver un montón de vapor acumulado por las cuatro duchas seguidas.

Salió el Marce con una toalla blanca que le llegaba como cinco dedos arriba de la rodilla atada en la cintura, voltee a ver rápidamente a Ben y él tenía los ojos abiertos de par en par y la boca formando una 'o' perfecta, y yo, tomando mi papel de molestosa empecé a gritarle a mi hermano—. Buena mijo, así enamorai a to’ el mundo.

—Cállate ridícula.

—Si no me crees, mira como dejaste a Ben—reclamé apuntándole a Ben, que seguía igual de atontado que cuando mi hermano salió del baño, el Marce lo miró medio segundo para luego irse bastante rápido a su pieza. Cinco minutos más de atontamiento, por fin Ben volvió al mundo real, y lo mandaron a comprar papel de regalo con la Vale.

¿Yo y Ben? Mierda (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora