Maldijo su debilidad en el momento que las luces perdían intensidad en el auditorio del ayuntamiento, JongIn entro a hurtadillas a la sala y se sentó en la última fila. Una robusta mujer vestida a la antigua usanza se presentó a la audiencia como la Señora Biggs, profesora de piano. JongIn busco a KyungSoo con la mirada mientras se pasaba la mano por el pelo y se introducía un dedo en el cuello de la camisa para intentar rebajar la presión de la corbata. El aire acondicionado se había estropeado, y los ventiladores no hacían más que remover el aire caliente, haciéndole sudar la gota la gorda. El algodón de su única camisa elegante le pesaba tanto como la noche antes le había pesado ver la desilusión en el rostro de KyungSoo. Tanto, que JongIn se había convencido así mismo de que el adivino podía equivocarse de vez en cuando y de que esa podía ser una de las veces en que le habían fallado sus poderes adivinatorios.
¿Su visita a Blossom iba a acarrear problemas? Bueno, eso habría que verlo. JongIn se dijo que el destino podía modificarse, que no era inamovible de lo contrario, hacía tiempo que se habría resignado a una vida sin esperanza. Mientras salía del recinto de la feria en dirección a Blossom, se dijo que un auditorio de las afueras no era técnicamente <la ciudad>. Un recital de piano no era un bar, ni un lugar de reunión para los adultos. Aquello se trataba de una actividad para niños, y éstos no eran los que lo habían enviado a la cárcel, mancillando su reputación y marcando para siempre.
Se hundió en el asiento de metal. Sus justificaciones sonaban bastante pobres. Quizás debería simplemente aceptar la verdad, que sus sentimientos por KyungSoo eran tan intensos que todo aquello en lo que una vez había creído carecía ya de importancia. Pero cuando finalmente lo vio en primera fila, con el cabello brillante sobre su cuello, aplaudiendo al primer alumno, el pánico le invadió. Estaba sentado junto a aquel patán de CDM, Spencer Cahill, si no recordaba mal. Al otro lado había una silla vacía. El resto de la audiencia estaba compuesto por miembros del comité.
Luhan tenía razón.
Se encontraba en la ciudad rodeado de problemas.
Sintió una inyección de adrenalina recorriéndole las venas. Aquello tenia mala pinta. Tenía que volver corriendo a casa antes de que fuera demasiado tarde.
< ¡Que imbécil he sido!>, se dijo. ¿En que estaría pensando? Luhan nunca se equivocaba.
Pero entonces vio a KyungSoo mirando fijamente en dirección a la puerta, con el rostro lleno de ilusión. Lo estaba esperando a él, a JongIn.
Maldición. JongIn volvió a sentarse, sabiendo lo contento que se pondría si reparaba en su presencia, consciente de que la alegría de KyungSoo significaba mucho más que su propia inquietud. Solo le quedaba esperar que ninguno de los miembros del comité lo vieran antes que él.
Cuando la primera alumna, de unos 12 años, vestida de domingo y calzada con unos zapatos Mary Janes, hizo su aparición en el escenario, KyungSoo miro sutilmente en derredor.
JongIn contuvo el aliento.
Cuando sus ojos se encontraron, fue como la primera vez que se vieron el uno al otro. Pura magia.
Algo indescriptible se produjo entre ellos. Los labios de KyungSoo se separaron, sus grandes ojos se abrieron.
JongIn asintió y se llevó un dedo a los labios, dándole a entender que no deseaba que los demás lo vieran. El rostro de él, se llenó de tristeza, y JongIn también se sintió apenado. KyungSoo no se lo iba a presentar a Bitsy ni a ninguno de sus amigos aquel día. Ambos lo sabían. Él había ido allí para estar cerca de KyungSoo, para poder verlo antes de que él fuera a visitarlo en secreto por las noches.
Aunque no lo habían hablado, su sentido común le decía que su relación nunca iría mas allá.
Dejaron de mirarse cuando Bitsy Do entro en la sala y se sentó en el asiento que quedaba libre al lado de KyungSoo, justo antes de que empezara a tocar la primera artista. Como si se tratara de un radar de última generación, la mujer dirigió la vista directamente a JongIn. Primero enarco una ceja para, a continuación, fruncir el ceño. JongIn le dedico una de sus encantadoras sonrisas, que tuvo como único efecto que Bitsy entrecerrara los ojos y se centrara en el espectáculo. La pianista articulo unas palabras para que su familia le leyera sus labios. <Deseadme suerte>, parecía decir. Junto las manos como si se fuera a poner a rezar, provocando las risas del público. A continuación, empezó a tocar una canción que la madre de JongIn cantaba siempre antes de su desaparición. Sonata de medianoche. Cada vez que la oía, le venía a la memoria el rostro de su padre al leer el telegrama que anunciaba su enfermedad y que nunca volvería a casa con ellos. Abstrayéndose de la música, JongIn se concentró en la espalda de KyungSoo, intentando sacar fuerza de la esperanza de que él estuviera pensando en él. Durante el recital, pasaron por el escenario varios alumnos, algunos con mejor fortuna que otros. Los más pequeños saludaban a KyungSoo con la mano: Por lo visto eran <sus niños>, y les hacía ilusión verlo entre el público. Todos tocaron piezas facilonas que hicieron las delicias de la audiencia. Pero para JongIn, el mejor momento fue sin duda cuando un niño rubísimo, con cara de pocos amigos, se olvidó de las notas en mitad de la actuación, y tuvo que salir Spencer Cahill al escenario para soplárselas al oído. El niño esbozo una enorme y mellada sonrisa antes de continuar donde lo había dejado, mientras Spencer se ruborizaba al recibir el aplauso del público.
Cuando, una vez terminado el recital, JongIn intentaba marcharse discretamente, oyó que alguien decía que aquel niño era el hermano de Spencer. JongIn no tenía la suerte de tener hermanos, y sintió envidia de aquel brabucón que abrazaba al pequeño mientras el resto de la gente observaba a JongIn con exagerada curiosidad.
Al otro lado de la sala, Bitsy Do charlaba animadamente con una mujer de pelo corto que le resultaba familiar. La directora del comité le estaba haciendo fiestas a dos mellizos, un niño y una niña a los que JongIn había visto alguna vez en las manifestaciones. A juzgar por las miradas que le estaban dedicando, tuvo la sensación de que él era la causa del malestar.
<Diablos, la verdad es que mi sitio no está aquí, con todas estas familias tan conservadoras. Sus manifestaciones y sus perfectos céspedes me dan alergia>, pensó.
Para él, su familia eran los gitanos de la feria, que representaban una mezcla de culturas y estilos de vida, una comunidad donde un adolescente de un barrio de Nueva York podía encontrar un empleo decente como operario, mezclándose con bailarinas orientales y charlatanes de pueblo.
Antes de marcharse, no pudo evitar volver a buscar a KyungSoo con la mirada, pero éste había desaparecido. Se sintió desilusionado, pero sabía que iba a verlo esa misma noche y que, quizás él se mostraría agradecido al ver que esta vez había sido JongIn el que había hecho el esfuerzo de ir a verlo.
Sin más dilatación, se dirigió hacia la salida, pero un vehemente < ¡Oye!> le hizo detenerse cuando pasaba cerca del telón del escenario. Tras comprobar que nadie lo observaba, JongIn lo atravesó y se encontró con un sonriente KyungSoo.
-Por fin- exclamo, agarrándolo con suavidad por la corbata para acercarlo a sus ilusionados labios.
Lo beso con pasión, restregando su bello y delgado cuerpo contra el suyo, haciéndole olvidar toda intención de salir del lugar.
-Se lo duro que te ha resultado-continuo-. Visitar la ciudad y todo eso. Muchas gracias.
Sus últimas palabras se confundieron con un suspiro, el preludio de un beso. Éste fue lento y largo, enloquecedoramente sensual. Hizo a JongIn sentir que había merecido la pena dar el paso. Cuando se detuvieron, KyungSoo suspiró, y recorrió con la mano los botones de su camisa.
- ¡Que guapo estas! He estado a punto de atravesar la sala para llegar a ti.
La imagen los subyugo. KyungSoo, con un brillo inocente en la mirada, acercándose a él para darle más besos, mas…
-No tenemos porque fingir que voy a ir a tu casa a cenar contigo y con tu madre-le aseguro él, sintiendo un deseo que no era capaz de controlar.
Carraspeo mientras recorría con las manos sus brazos desnudos. Todo lo que hacía parecía despertar aún más su deseo.
-Entiendo porque tenías que estar en primera fila, mientras yo me quedaba en la última.
-Cualquiera que te oiga pensaría que Blossom se rige por un sistema de castas o algo así.
- ¿Y no es acaso lo que ocurre?
Al ver que no respondía, añadió:
- ¿Te imaginas las caras de toda esa gente si descubrieran que ves a escondidas con un gitano de feria?
-No digas eso, JongIn. Yo…
KyungSoo se detuvo en seco. Había estado a punto de decir que él estaría orgulloso de pasear de su brazo por el parque del ayuntamiento delante de todo el mundo. Pero sabía que eso nunca ocurriría. JongIn no permanecería en aquel lugar el tiempo suficiente para hacer frente a los problemas a los que tendrían que enfrentar. Problemas que ninguno de los dos necesitaba. ¿Pero sería diferente si él se quedara a vivir en Blossom? ¿Estaría KyungSoo dispuesto a sacrificar su reputación para estar con él?
JongIn se inclinó y lo beso con suavidad en la cien, en la oreja, en el cuello. KyungSoo lo abrazo con fuerza, inclino la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, sintiéndose de nuevo en el séptimo cielo.
Alguien hablaba al otro lado del telón, lo que aumentaba el riesgo de su encuentro. Allí estaba el, Do KyungSoo, el respetable maestro de primaria, enredado con un presunto delincuente. Que atrevimiento por su parte sintió que el corazón le latía con fuerza.
Aunque el telón amortiguaba el sonido, podía oír las palabras con claridad. JongIn apretado junto a él y respirando cerca de su cuello, escuchaba también.
-…en el Látigo ayer por la noche-decía una voz de mujer-. Le aseguro Reverendo, que esto se está saliendo de madre.
El reverendo Tolliven, pensó KyungSoo. Se trataba de uno de los miembros incondicionales del comité, uno de los lideres más acérrimos de las manifestaciones. Recientemente su hija había dado a luz a un hijo ilegitimo cuyo padre había sido un gitano de feria. El escandalo había llevado al reverendo a protestar con mayor ardor.
A la voz de la mujer con la que conversaba le resultaba familiar. ¿Sería Jo Green? Esta era la madre de uno de los ex alumnos de KyungSoo y colaboraba voluntariamente en el colegio. KyungSoo y JongIn siguieron escuchando, abrazados. El reverendo hablo.
-Estoy seguro que el sheriff McCabe se ocupará de este nuevo contratiempo. Su obligación es protegernos, aunque a veces me pregunto de qué lado esta.
-Esperemos que así sea. He oído que está apunto de reabrir el caso del Timo. ¿Ha oído hablar de eso? Me gustaría darle su merecido al responsable.
Se produjo una pausa en la conversación, y KyungSoo impulsivo, abrió una rendija en el telón. Vio el rostro del reverendo Tolliven había palidecido ante la mención del Timo. ¿Sería que no le había dado el sol últimamente? ¿O quizás…?
-Lo siento-continuo finalmente el reverendo-, pero me tengo que ir a casa. ¿La veré en Misa el domingo?
-Allí estaré.
Una vez terminada la conversación, KyungSoo cerro las cortinas. JongIn, pensativo, se inclinó para susurrar al oído de KyungSoo.
- ¿Son imaginaciones mías, o estaba deseando dejar el tema?
-Tienes razón. Luego contare los problemas que he tenido últimamente. Ahora creo que es mejor que nos vayamos. Parece que la sala se está vaciando.
JongIn lo abrazo. No estaba dispuesto a dejarlo ir todavía. Había hecho lo imposible por dispones una tarde libre para poder pasarla junto a KyungSoo. Le dolía que él no tuviera tiempo para él. Enterrando el rostro en su cuello, lo beso.
-Saldré por la puerta de atrás.
-JongIn…
-No debe vernos nadie.
Tras un último abrazo, lo dejo. Cuando salió, se aflojo la corbata y sintió la libertad que le ofreció el basto cielo azul. Aunque lo cierto era que, sin KyungSoo, todo le parecía aburrido. Era como si los colores estuvieran apagados y la gente se moviera a cámara lenta.
Había aparcado su vehículo cerca del parque del ayuntamiento, donde se alineaban tiendas y otros establecimientos
hombres que estaban sentados sobre hierro forjado. Entre ellos había una pancarta que hizo reír a JongIn.
«Abajo con el CDM, el Comité de la Demagogia y la Majadería»
Uno de los hombres, rechoncho y ataviado con unos tirantes verdes sobre una mugrienta camisa blanca, lanzó un escupitajo y, a continuación, se ajustó la gorra de béisbol roja que llevaba.
- ¿Te parece divertida nuestra pancarta? - le preguntó a JongIn.
A éste se le borro la sonrisa en el acto. ¿Sería éste el momento en el que empezarían los problemas que había augurado el adivino? JongIn deseó haberle preguntado a Luhan más detalles sobre sus predicciones.
-No, señor. Estaba leyéndola simplemente.
El otro, un larguirucho vestido de franela, permaneció callado. No le hizo falta hablar, puesto que el otro ya tenía preparada su réplica.
-Nosotros también protestamos. Las veinticuatro horas del día. Abajo con los «pobres señoritos» Quieren amargarnos la vida, así que ésta es nuestra manera de devolverles el favor.
- ¿Es usted un feriante?
-Lo soy-respondió JongIn con cautela.
Los dos hombres intercambiaron miradas, y a continuación se pusieron a aplaudir.
-Me alegro -afirmó el más hablador, ofreciéndole una mano más bien sucia-. Me llamo Buster este de aquí es Dutch. También quiero presentarle nuestro Banco, la pesadilla del CDM, Dios lo bendiga.
Haciendo caso omiso de la suciedad, JongIn estrechó sus manos, aliviado al comprobar que ambos estaban de su parte.
- ¿Que tiene que ver el banco con sus planes? -pregunto.
-El comité quiere impedirnos que nos sentemos donde queramos. Para ellos, somos bichos antiestéticos en el escaparate de sus perfectas vidas -se burló Buster-. Y yo que creía que vivíamos en un país libre.
¡Un país libre! JongIn repitió para sí estas palabras. Le vinieron a la mente imágenes de botellas hechas añicos, los barrotes de su celda en la prisión, los habitantes de la ciudad gritándole que se fuera de allí.
Recordó también la reconfortante voz de KyungSoo diciendo: «Cualquiera que te oyera pensaría que Blossom se rige por un Sistema de castas o algo así».
Llevaba demasiado tiempo respetando las normas del mundo exterior. Bueno, pues por él se podían ir al infierno.
-Gracias, caballeros -se despidió JongIn, haciendo a Dutch y Buster una reverencia.
- ¿Gracias por qué? -preguntó Buster, rascándose su gorra roja.
Pero JongIn ya se encontraba de camino a casa de KyungSoo. Sabía cuál era su dirección gracias a Regula, Rebecca y Reba, sus acróbatas mensajeras.
Por primera vez en ocho años, iba a reclamar lo que le habían quitado.
Deseaba recuperar su libertad. Y podría hacerlo con KyungSoo.Cuando éste volvió a su casa, se dirigió inmediatamente al espejo de cuerpo entero para comprobar si había cambiado su aspecto. Tenía las mejillas arreboladas, ojos brillantes, el cabello ligeramente despeinado...
Aunque todo era igual que aquella mañana en lo que se había despertado convertido en un hombre que no podía pasar de sonreír a la imagen que le devolvía el espejo, sabía que algo había cambiado. Lo había sentido cuando JongIn abandonó el auditorio. Verlo desaparecer había encendido una lucecita en su interior. El dolor, la alegría de verlo sólo significaba una cosa: aquel hombre estaba hecho para él. Estaba seguro, ahora que sentía la convicción de sus besos y la agonía de su ausencia. ¿Significaría aquello que estaba enamorado? Atónito y fascinado a un tiempo ante dicha posibilidad, KyungSoo reflexionó mientras mullía los cojines del sofá estilo imperio. Tras obtener su licenciatura y volver a la ciudad, había decorado la casa al estilo clásico, con muebles de caoba, retratos victorianos y papel listado en las paredes. Flores frescas perfumaban el aire, y un ventilador de techo aportaba un toque exótico y sureño. No había despilfarrado el dinero, pero el efecto final resultaba de su gusto.
Al volver a su pequeña cocina para prepararse una limonada, advirtió que la ventana estaba abierta. Se extrañó. No recordaba haberla abierto todavía...
-No te asustes.
Al oír aquella voz grave, KyungSoo casi se desmayó.
- ¿JongIn?
Había reconocido al hombre que amaba antes incluso de girarse y encontrarlo de pie en una esquina de la habitación.
- ¡JongIn! ¡Qué susto me has dado!
Estaba apoyado contra la pared, con la corbata asomando por uno de los bolsillos del pantalón, y el cuello de la camisa desabotonado dejando al descubierto su bronceado pecho. El pelo, negro, aparecía desordenado, y gotas de sudor resbalaban por el pómulo hasta su boca.
-Espero que no te moleste mi visita -dijo con desmayo.
- ¿Estás bromeando? -lo interrumpió él, llevándose la mano al corazón-. ¿Te ha visto alguien...?
Avergonzado, se mordió el labio para no terminar la pregunta.
- ¿Quieres decir que si me ha visto alguien entrar en la casa? -preguntó él, sombrío-. No me ha visto nadie. He tenido mucho cuidado.
-Lo siento.
Se produjo un silencio incómodo.
No lo sientas -continuó él-. Créeme, sé de qué lado estás. Es simplemente que estoy cansado de la estupidez de esta gente.
-Estás hablando de mi gente, JongIn. Recuerda que yo soy uno de ellos.
-No, no lo eres.
Se situó frente a él, y le acarició con delicadeza la clavícula. KyungSoo sintió que lo invadía una húmeda sensualidad. JongIn bajo la voz antes de añadir:
-Tú eres diferente, KyungSoo. Y lo sabes.
Deslizó los dedos hasta su pecho y colocó las palmas sobre sus pezones. Él emitió un suave gemido al tiempo que se dejaba caer sobre el cuerpo de JongIn. Se sentía desfallecer. Él lo llevó a una de las sillas de la cocina, lo sentó y se arrodilló a su lado.
-Vas a querer estar sentado cuando oigas lo que tengo que decir -le advirtió, mirándolo con ojos inciertos.
- ¿Por qué?
JongIn permaneció callado durante unos instantes, con la mirada fija en el suelo. Incapaz de soportarlo por más tiempo, KyungSoo le acarició la cicatriz del rostro. JongIn posó su mano sobre la de él.
-Hace años, maté a un hombre -confeso.--------------------------------
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Arriésgate en la pasión. (KaiSoo)
RomanceNada más ver a Kim JongIn, Do KyungSoo supo que aquel hombre temerario con aspecto de guapísimo pirata no le causaría más que problemas. Un buen doncel como él debía seguir los pasos de su madre y no desear una vida de aventuras como la que tendría...