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El agradable calor de California le recibió con gratitud, aspiró con regocijo, el aroma primaveral de las flores le llenó los pulmones, el viento pareció hacer bailar su cabello, aferró la mochila en sus hombros y jalo de la maleta con ruedas color verde fango donde mantenía bien organizadas sus pertenencias.
Había dejado Beacon por un corto programa de estudios que recibió gracias a su grandioso desempeño en biología. Fue premiada pasando tres meses en la madre Rusia, donde pudo tomar el curso que necesitaba para poder obtener un par de honoríficos que le ayudarían a ingresar a la universidad de sus sueños, su último año en preparstoria, con la universidad casi asegurada, a un par de meses de ser tía, una relación hermosamente estable y sus instintos lobunos bien dominados, ¿qué podría ir mal en ese momento?.
Al bajar las escaleras mecánicas se topó con un par de chicos que sostenían pequeños carteles, uno con su nombre y otro con su apellido. Ambos la recibieron en brazos, Stiles, Scott y Olivia festejaban como los adolescentes que eran su reencuentro.
