† P R Ó L O G O †

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París, Francia.
Catedral de Notre Dame, Octubre de 1920

Derek se encontraba sentado en el alféizar con las piernas colgando a gran altura, disfrutando de la hermosa vista matutina que le ofrecía la bella cuidad de París, acompañada de esa ligera neblina de color grisáceo, haciendo juego con la brisa otoñal revoloteando las hojas de los árboles volviéndose un recordatorio constante a los parisinos que el invierno se encontraba a la vuelta de la esquina.

Pero él estaba ahí observando el perfecto y sincronizado río de personas fluir por las calles, algunos presurosos por llegar a tiempo a sus trabajos, otros relajándose con el dulce sabor anicotinado de un cigarrillo mientras leían el periódico, y el resto siendo libres sólo observando a su alrededor siendo acompañados por el delicioso aroma a café humeante y reconfortante.

Sólo cuando sus frívolos pensamientos fueron interrumpidos, aquel hombre se levantó, dejando ver su gran estatura tal vez rondaba el 1.95 ó un poco más, pues su larguirucha figura sobrepasaba de forma imponente entre las famosas gárgolas que resguardan La Catedral.

El segundo hombre vestía un  traje sastre en color azul marino le sorprendió cuando lo descubrió en el tejado sirviéndole a modo de compañía.

—N-no no intentes d-detenerme—tartamudeo el joven estaba alterado, fuera de sí, con la mirada de un demente, mirando una y otra vez al gran vacío, quizá estaba ebrio—Voy a terminar con esta mierda, ¡Hablo en serio, aléjate!

El hombre alto le dedicó una sonrisa burlona, había visto a tantos idiotas subir al techo de Notre Dame para lanzarse al vacío y terminar con sus miserables existencias, como si aquel barato teatrillo fuera suficiente para acabar con todo, no era más que un acto de cobardía, al menos eso pensaba Derek, ya que nunca, nadie tenía el coraje suficiente para saltar a ese vacío, ¿la razón? salían despavoridos al mirarlo a los ojos dos cuencas vacías de color negro representando el profundo agujero frío y solitario donde se hunde la ansiedad, la debilidad, la tristeza y la desesperación dejando al descubierto la depresión de la humanidad, aquella que representada en un vacío pondría un punto final a sus superficiales vidas.

—Adelante caballero—le dedicó un cordial saludo con su sombrero.

El hombre estaba dudando de si mismo, reprochando sus propias acciones y decisiones, con las lágrimas cubriendo su rostro, se notaba la desesperación en sus ojos, un par de preciosos ojos de color hazel que en algún punto brillaron a más no poder, tomando cada oportunidad sin importar cuántas veces fueran obligados a apagarse, volvían de nuevo a brillar, como una bombilla fundida que solo tenía que ser reparada, cada mal momento fue una lección aprendida, recordándonos que en la más profunda y sombría obscuridad la esperanza se encontrará al final del camino dispuesta a brillar para con nosotros.

Sin más extendió los brazos y salto, una gran caída libre en picada que definitivamente al impactar en el frío concreto se llevaría su desesperación al final.

Bon voyage—susurró Derek.

Mientras sus apagados ojos grises veían caer al joven, estaba bastante sorprendido, pero ni siquiera se inmutó para intentar detenerlo.

Desde aquel trágico accidente la Muerte, quedó enamorada de la creación más grande del mundo: La humanidad.

The Death's Fairy TalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora