Cadáver Andante

Devoluciones

Que lo disfruten...

"¿Qué estás haciendo?"

"Estoy caminando", dijo una suave voz masculina, molestia arrastrándose en su tono.

"¿A donde?"

Hubo una pausa. "A Konoha", dijo, rodando los ojos hacia arriba para tratar de ver la gran rana naranja sentada sobre su cabeza.

"¿Konoha? ¿Por qué vas a volver allí? Pensé que ..."

"¿Por qué sigues apareciendo, Gamakichi?" el hombre interrumpió. "No te he convocado". Sintió las aletas frontales de la rana en su frente mientras se movía, para colocar su cara naranja boca abajo en su vista.

"Me gusta la compañía", dijo Gamakichi rotundamente.

El hombre resopló. Difícilmente se consideraría una buena compañía. Sabía que la rana realmente apareció al azar porque pensó que podía usar la compañía. Gamakichi todavía estaba en su vista, mirándolo, y el hombre usó su dedo índice para empujarlo suavemente hacia su cabeza, una invitación silenciosa para quedarse.

Ni la rana ni el hombre dijeron nada durante la mayor parte del día, principalmente porque el hombre había comenzado a correr, saltando de árbol en árbol, y la rana tuvo que concentrar su energía para aferrarse a su cabeza. El cabello del hombre estaba completamente cubierto por un protector de frente ninja, que se había convertido en un pañuelo, y sin pelo para la tracción era más difícil de sostener.

El sol se estaba ocultando detrás del horizonte cuando se detuvo de repente. Gamakichi habría volado de su cabeza si hubiera sido una rana normal. Desde su lugar en un árbol cerca del borde del bosque pudo ver las puertas de Konoha, altas y orgullosas, y cerradas.

Con un suspiro saltó del árbol. Los brillantes ojos azules miraron hacia arriba, tratando de ver la rana en su cabeza. El anfibio naranja captó la indirecta.

"Llámame si me necesitas, chico", dijo la rana, desapareciendo con una nube de humo.

Él resopló ante la palabra niño, pensando que la rana debería haber dejado de usarla hace cinco años cuando cumplió los veinte años, luego, sacudiendo la cabeza, se dirigió hacia la puerta.

Los dos guardias estacionados en la puerta se enderezaron cuando el extraño se acercó. Nunca lo habían visto antes, y aunque parecía lo suficientemente normal, en momentos como estos, con los ninjas desaparecidos cada vez más comunes, tenían que tener cuidado. No había nada que lo distinguiera de él. Llevaba pantalones azul marino profundos, una funda shuriken en el muslo derecho. Su camisa era del mismo color que sus pantalones y era de manga corta, revelando hombros ligeramente musculosos. Sus brazos estaban envueltos desde sus bíceps hasta los nudillos en sus dedos. La parte inferior de su rostro estaba cubierta con una máscara oscura, muy parecida a un jounin que conocían, pero, a diferencia de él, el cabello de este hombre estaba completamente cubierto por un hitai-ate, que, se dieron cuenta con sorpresa, llevaba el símbolo del hoja.

"¿Podemos ayudarte?" uno de los guardias, un chuunin, preguntó.

"Necesito ver al Hokage", dijo el extraño, una voz profunda que provenía de debajo de su máscara.

Ambos guardias estaban paralizados por sus ojos, un tono azul que ninguno de los dos había visto. Levantó una ceja ante su mirada. Con una tos, el chuunin que había hablado primero apartó su atención de sus ojos.

"¿Te está esperando?" preguntó.

"Lo dudo", respondió.

"Lo siento pero-"

"Es importante."

El chuunin vaciló. Había urgencia en la voz del hombre que le hizo creerle.

"Tendremos un Anbu que te acompañe", dijo finalmente el chuunin, asintiendo con la cabeza a su compañero, que desapareció en una nube de humo. "No podemos arriesgarnos en estos días".