Sí. Vivimos en un mundo profundamente injusto. Vemos injusticias. Unas veces actuamos, otras no; unas veces podemos, otras no. Pero no debemos apenarnos demasiado. No deberíamos consumirnos en el pesar, pues de este modo el mal gana por doble. Tampoco se trata de olvidar las iniquidades. Si no podemos actuar, tengámoslas presentes, y alimentemos nuestra fortaleza, empatía y compasión. Sólo así se creará una muralla contra las cuatro Reinas y Reyes.
- ¿Y si les oramos ayuda a los Dioses?- ¿Pero qué Dios les va a ayudar? Los Dioses sólo viven de nuestra adoración, por lo que, como mucho, pueden interferir para concedernos algo. Pero nunca el poder suficiente para salvarles a Ellos.
- ¿Y las Deidades?
- Las Deidades no necesitan de adoraciones. Protegen sus terrenos. Pero si estos se mancillan, por unas cosas u otras, éstas se mancillan también. Muchas no son invencibles. Y las que así lo son se van para no ser mancilladas. Son tan pocos los que les prestan servicios a la Deidades que casi son nadie. Y estos pocos son humildes y viejas almas, cansadas de tantas dolorosas verdades, preparadas ya para despedirse y regresar. Pero las Deidades no regresan, pues fueron nacidas en estos Mundos, y sus únicos destinos son o bien huir, o mal mancillarse. Aunque también pueden desaparecer, y ya jamás volver.
- ¿Entonces, cómo se puede salvar a Ellos?
- Sólo nosotros podemos salvarles. Pero esta historia es vieja y andrajosa como ninguna otra. Y ya lo sabes: tan fácil como difícil es. Hemos caído como muñecos en sus fosos, y atrapados en ellos hemos quedado, sin poder ver la luz y asustándonos de la oscuridad. Cegados, buscamos a tientas algo que nos pueda guiar, un camino, pero ya apenas discernimos nada, y comenzamos a andar sobre sendas de niebla, sin saber por dónde vamos o a dónde llegaremos, desperdigándonos y distrayéndonos; estancándonos en ilusiones y olvidando el porqué de nuestros andares. Así circulamos sobre las Llanuras Imperecederas donde no hay luz ni oscuridad, conviertiéndonos poco a poco en polvo y ceniza.
- Pero...
- Sí. De repente nos despertamos: un sonido, un olor prende en nuestra memoria y aviva un casi extinguido recuerdo. Nos acordamos de la luz. Volvemos a levantarnos y a sentir la tierra, árida y seca bajo nuestros despellejados pies. Nos erguimos y estiramos, añorando la protección de la oscuridad. Entonces, volvemos a ver a través de los humazones impenetrables. Renovados, caminamos sin prisa, siguiendo esos sonidos. Son pisadas, como de niños, que tintinean en las calígines.
- ¿A dónde se dirigen?
- Van al Castillo a recuperar sus Cuentos.
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Notas
SpiritualNotas Encontradas, Notas Perdidas, Notas Andantes, de los Mundos de la Blanca Orilla y sus Alrededores.