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Sonic corrió hasta la casa del alcalde, se detuvo y respiró profundo antes de tocar el timbre. Podría ser un héroe pero seguía debiendole respeto al alcalde (por pesado que fuera).

-¡Sonic! ¿Que haces aquí?- Amadeus abrió visiblemente sorprendido.

-Bien, quizá no deba ser yo quien tenga que decírtelo pero... Secuestraron a tu hijo-

-¡Miles!- El zorro dejó caer la libreta que traía consigo -¿QUI-QUIEN TE LO DIJO?-

-Tu esposa- El erizo tomó a Amadeus de los hombros -Lo encontraré, te lo prometo…pero necesitas calmarte-

-¿Donde está Rose?-

-Revisando en el otro lado de lado de la isla, yo revisaré está zona-

-Bueno…entonces buscaré por el centro... La playa…¡O donde sea! No puedo quedarme sin hacer nada-

-Bien…pero tú esposa necesitará ayuda, lo mejor será que vayas con ella-

El zorro afirmó y corrió directo a encontrar a Rose, ni siquiera se detuvo a avisar lo ocurrido en la oficina.

-Vale... Ahora, ¿Por donde empiezo?-

Sonic no tenía motivos ni pistas aparentes…excepto cierta pandilla que era famosa por sus secuestros.
Se hacían llamar “La nueva orden del Temple”, basándose en la antigua historia sobre las cruzadas y la mítica orden que mantenía a su resguardo el Santo Grial y el Arca de la alianza (imaginen que estas cosas existen en el mundo de Sonic). Obviamente la “nueva orden” no era más que una pandilla de tercera que se aprovechaba de los más débiles…como Miles.
Sonic se estremeció al imaginarse las cosas que podrían hacerle a ese zorro…comenzó a preocuparse.

-Hola zorrita- Arthur entró al granero con un plato de comida.

Miles no respondió, estaba sentado, ocultando su rostro entre sus piernas (algo así como en posición fetal, pero sentado).

-¡Que patético! ¿Ya estas llorando de nuevo?-

-Solo vete-

El armadillo inhaló profundo, deseaba con todas sus fuerzas patearlo, golpearlo y dejarlo inconsciente…pero pronto tendrían dinero, mucho dinero. Valía la pena contenerse.

-Escúchame bien, zorrita, mi madre está enferma; no puede levantarse de la cama y necesita mucha atención-

-Eso no es culpa mía- El zorro levantó la mirada -Lo siento por ella, pero no sé qué quieres que haga-

-Vas a cuidarla, eso quiero que hagas-

-No voy a ser el sirviente de tu madre-

Arthur le dió una fuerte bofetada.

-¡NO TE ESTOY PREGUNTANDO!- Si había algo que ese mafioso no toleraba, era que hablaran mal de su madre -¡YA ESTA DECIDIDO!-

El zorro comenzó a llorar de impotencia, se sentía inútil, un maldito juguete.

-Además ni que fuera tan malo- Arthur puso los ojos en blanco -No voy a obligarte a usar vestido de sirvienta como hacen todos ni voy a golpearte mientras estés con ella-

Aunque en el fondo Miles suspiró de alivio al saber que su dignidad no sería pisoteada de nuevo, una parte de su orgullo le dolió al imaginarse lavando ropa y fregando pisos. Pero si se negaba sería peor, eso seguro.

-¿Qué tiene exactamente?- Preguntó sabiendo que terminaría arrepintiéndose de acceder, pero no había vuelta atrás.

-Fiebre del río-

“No me jodas” pensó el zorro. La fiebre de río no era más que eso, una fiebre inofensiva…para los niños. Si te daba de adulto la cosa era mucho más grave. Pero por suerte no era contagiosa.

-Bien, pero solo voy a atenderla a ella. Nada de lavar ropa, fregar pisos ni cocinar-

-¿Sabes hacer todo eso?-

¡Mierda! Ahora sí estaba perdido…podía irse despidiendo de lo que le quedaba de dignidad.

-No-  Respondió esperando sonar creíble -Y a todo esto ¿Por qué no la cuidas tu? Eres su hijo-

-¿Es un chiste? Gracias a tu querido padre, mi padre y yo tenemos que buscarnos formas de ganarnos la vida, eso nos deja sin tiempo para cuidarla-

Yo…lo siento-

-Ya da igual- Arthur le puso el plato enfrente -Come, que después de eso irás a cuidarla y necesitarás tener energía-

-Atún- Miles vio el plato con asco -El atún es la única comida que odio, lo hiciste a propósito-

-Dije que te haría sufrir- Arthur estaba en la entrada -Tienes cinco minutos, después vuelvo por ti, y si veo el plato lleno voy a obligarte a tragartelo-

Cuando se fue, el dos colas suspiró. Cerró los ojos y se acercó una cucharada a la boca, pero se detuvo al olerlo. El simple olor del pescado le provocaba ganas de vomitar…pero no tenía opción.

-Perdoname, estómago-

Dicho esto, se tragó el primer bocado…la textura era horrorosa, el sabor era de lo peor; aunque intentó pasárselo sin masticarlo, ya tenía ese sabor en el paladar…ese maldito sabor.
Con las ganas de vomitar al tope, Miles de tragó el segundo bocado…y el tercero, y el cuarto …cuando finalmente acabo todo, de limpió los labios. Y lo peor de todo era que no era ni una probada de lo que venía.

-¿Ha visto a este zorro?- Rose mostraba una foto de Miles a todos los que se encontraba, obviamente nadie lo había visto.

Estaba destrozada, cansada y a punto de llorar. Sólo atino a inhalar profundo y orar porque todo estuviera bien para su zorrito, estuviera donde estuviera.

-¡Al menos dame una pista!- Gritó con la mirada en el cielo, para después sentarse en una beba la banca.

-¡Debiste ver su cara!- Uno de los mapaches hablaba con un castor mientras pasaban enfrente de RoseMary.

Una punzada de curiosidad invadió a la madre…era solo una duda pero…¿Acaso no había pedido una pista?.
Espero a que se alejaran un poco para comenzar a seguirlos. Se dirigían a la parte más poblada de la isla, lo que la decepcionó un poco; nadie tendría a alguien secuestrado en la parte más poblada de la isla. Pero siguió avanzando.

-Entonces, ¿Irás con el hoy?- Preguntó el castor.

-Nah, no tengo tiempo-

¿El? ¿Acaso hablaban de Miles o de alguien más?¿Y si había seguido a los mobians equivocados?.
Pero no podía irse hasta estar segura.

-Aunque me da un poco de lástima que no podamos hacerle nada…El lo necesita, insiste en tenerlo sano para hacer el trato-

-Pero se nota a leguas que Arthur se muere por partirle la cara...-

Podían estar hablando de cualquiera en la isla…necesitaba algo más preciso. Y no podía ir a preguntarles de que hablaban, era casi un suicidio …

No hablemos de esto (Sontails)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora