CAPÍTULO I

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La noche empieza rápido, tengo ese
extraño sentimiento de que no estoy aquí, a pesar de que la música esté alta hasta el punto de que probablemente me genere algún tipo de afección auditiva, sus amigos se divierten mucho, están con una pequeña botella de vino que para mí luce enorme.

Digo algo que a penas yo puedo escuchar, ellos no se toman ni un segundo para voltear y atender mi llamado. Estoy asustada. Muy asustada. Entonces allí están aquellos, entran, sus armas abren fuego, la multitud despierta de ese hipnótico sueño en el que se encontraba, y sus desgarradores gritos nos notifican lo que está por pasar. Quizá después de todo no debería estar aquí. No con ellos. La verdad es que no debería estar aquí con nadie. No tiene sentido.

Soy arrastrada hacia debajo de una de las mesas, sus suaves manos me sostienen para que me esté quieta, susurra algo a mi oído que no entiendo, pero de alguna manera sé que está aquí, me protege de estos tipos que tratan de encontrarnos. Le
pregunto: “¿qué hacen ellos aquí?”, él me pide que me calle. Tiene razón, no hay tiempo para preguntas. Cada hombre que irrumpió esta velada camina de un lado a otro buscando su blanco, llevan botas militares, ENORMES botas militares.

—Te enviaré por el conducto de ventilación, yo iré después— me susurra.

Puedo sentir sus latidos acelerados. Mi corazón está a punto de salirse de mi pecho, estoy temblando, a penas puedo respirar. Él se mantiene firme a su postura.

—No es cierto, no vas a volver—Alcanzo a decir.

—No hay tiempo para esto, Skylar. Te voy a meter en ese conducto y punto. Me lo vas a agradecer por la mañana.

Giramos debajo de la mesa y gateamos hasta el conducto de ventilación que está en la pared. Trae en su bolsillo de esas herramientas multiuso, la adapta como destornillador y procede a desatornillar la ventanilla con sus ágiles manos.

—Estoy asustada, J.

—Puedo cuidarme solo, lo sabes.

Sostiene mi cara entre sus manos para que le mire a los ojos justo antes de que entre a ese camino infernal que me llevara al exterior del club. Lo único en lo que puedo pensar es en la cantidad de cosas que esos hombres podrían hacerle, de hecho, él
podría morir esta misma noche. Me caería a pedazos si esta es la última vez que le veo.

Ya sé que no ha tomado las mejores decisiones, se ha equivocado, no ha sido el mejor hombre, pero no merece morir ahora.

—Ahora, entra—interrumpe mis
pensamientos para luego aportar algo que yo tenía en mente— No estoy
despidiéndome, si es lo que piensas.

Me da un ligero beso en la frente y me ayuda a entrar en el conducto de ventilación. Está frío aquí, hay un silencio ensordecedor detrás de los pasos de los hombres peligrosos que están del otro lado.

Tengo una milésima de segundo para pensar en las posibilidades que tengo, lo que puedo hacer, lo que tengo que hacer. Sencillamente no es justo dejar allí a Jim. No tengo un plan. Pienso, pienso, pienso ¡mierda!

Si salgo del conducto Jim va a ponerse de malas, él me pidió que huyera muy lejos de aquí. Además, podría meterse en problemas más serios todavía, podrían matarlo.

Una vez afuera puedo llamar a la policía, pero no, no, no, no. No es buena idea, la policía tomará medidas drásticas, no solo con los tipos que amenazan a Jim, sino a Jim también. Está mal. Dios mío, luce peor de lo
que pensé. Necesito pensar rápido.

Gateo en línea recta hacia la salida del club a paso veloz y lo más silenciosa que puedo. Puedo incluso ver el final de este infernal camino. Rápido, rápido, rápido. Me saco los zapatos y pateo lo más fuerte posible la
ventanilla, esta cae al suelo
haciendo un ruido seco a lo que el pedazo de plástico destrozado cae al piso.

LEJOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora