CAPÍTULO V

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El dulce sonido de los pájaros posados sobre la cornisa de la ventana me hace despertar. He pasado una noche maravillosa, por primera vez en nueve días he descansado. Mi cuerpo me lo agradece mucho, y eso sin contar lo que tuvo lugar en éstas cuatro paredes la noche anterior. Me
ruborizo de tan sólo pensar en ello.

Me revuelvo en la cama para sacudirme toda la flojera que llevo encima, entonces me percato de que no estoy vestida. Inspecciono la habitación en la búsqueda del camisón de Jameson, o de cualquier otra cosa que pueda usarse, y es inútil, no hay nada aquí.

Mierda.

De seguro es una estúpida broma de J por lo que le hice mientras se duchaba ayer. Está desquitándose conmigo.

Sería sencillo poder salir y buscarme algo, pero hay que resaltar que su abuela vive aquí, podría hacer que la pobre viejita muera de un ataque al corazón o algo peor.

¡Qué bochornosa situación!

«No hay salida de aquí, Skylar» Repite mi subconsciente, quien al parecer también está hecho un bufón que se ríe y se ríe de mi.

¡Todo fue una vil trampa! ¡Lo acabo de entender! Ese hijo de puta vino anoche a este lugar con un solo propósito; jugármela.

—Y vaya, lo logró— Me atrajo para tener sexo con él y luego escabullirse con la única muda de ropa que tenía.

¡Fui una tonta!

Como última opción, después de pensar en mil posibilidades para salir de aquí, opto por arroparme con el edredón y ver si puedo llegar hasta el baño, es mejor pedir ayuda desde allá porque podría mentir para que me den algo para ponerme ¡es una brillante idea!

Me encamino hacia la puerta de la habitación y saco cautelosamente la cabeza para sondear que está “¡despejado!” —como dice mi padre—, entonces veo nada más y nada menos que la abuelita está cruzando para entrar al pasillo.

Mierda. Mierda. Mierda. Me rindo, no voy a salir de aquí, eso está clarísimo.
¿Dónde carajos está metido Jameson? Juro que le veo y le partiré la maldita cabeza por haberme hecho esto, se pasó de la puta raya, es demasiado.

—Buen día, Skylar—Dice asomándose por la puerta, ¡Hablando del Rey de Roma!—¿Cómo amaneces, cariño?

—Con cariño y todo te apareces, ¿eh?—Contesto mientras arqueo una ceja.

—Es una bonita mañana, y me siento
romántico. — entra a la habitación y cierra la puerta detrás de él.

—Eres un completo hijo de puta, Jameson, que lo sepas.

— ¿Por qué dices eso, amor mío?—frunce el ceño a propósito.

—Si, claro. Hazte el que no sabes nada.

—No sé de qué me hablas.

¡Ay, podría matarlo en este segundo!

—Quiero saber a qué hora vamos a
marcharnos— evito tocar el tema y
preguntarle por la ropa sencillamente porque no quiero darle el gusto.

—En unas horas, Sky.

Se sienta a mi lado sobre la cama y me
rodea con el brazo. Su actitud vacilante desata en mí un sentimiento arduo y exasperante.

—Bien.

—Bien.

—Bien.

— ¿Sólo vas a decir eso?

— ¿Qué otra cosa podría decir, Jameson?

—No lo sé, quizás que…—empieza a imitar con los dedos de su mano como si estuviese Caminando. Sube por mi muslo, luego por el antebrazo, hasta llegar al borde del edredón sobre mi pecho—estás fuera de control…—hace énfasis en cada palabra que dice.

LEJOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora