CAPÍTULO 2

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—Gusto en conocerte —las palabras casi no salen de su boca. Los ojos de ella le recordaban al travesti que por poco arrolla. No podían existir dos personas con el mismo color extraño de ojos, ¿o sí?

Percibió su mirada asombrada y recelosa. La reparó al levantarse de su silla. Tenía unos vaqueros ajustados que se le ceñían perfectamente a su cuerpo atlético y una camisa de cuadros con las mangas recogidas que dejaba ver un poco de sus senos llenos y redondos.

—El gusto ha sido mío —su voz lo hizo regresar su mirada a sus ojos azul con whisky— . Ahora me retiro. Tengo que ver cómo va la vacunación del nuevo lote de ganado. Y verificar el estado del nuevo caballo egipcio que debemos domar.

—Un momento señorita. ¿A dónde crees que vas? —la detuvo Andrés colocando una mano en su abdomen.

—Ya te lo he dicho —contestó con una mueca de dolor que no pasó inadvertida para Ben.

—¿Qué me estás ocultando? —Andrés la miró de frente.

—Nada.

Andrés frunció el ceño y suspiró. —Lo dejaré así... por ahora.

Emy siguió avanzando hasta pasar cerca de Ben. —Espero que hayas aprendido a reconocer a una mujer —masculló al pasar por el lado suyo.

Ben abrió los ojos asombrado de comprobar que el travesti y la hermosa de mujer de cabello rizado color zanahoria eran la misma persona. Sonrió de medio lado, le gustaba esa fiera.

Emy no podía quitarse de la cabeza la mirada de asombro de Ben al darse cuenta de que había sido ella quien lo atacara ese día en la carretera. Ni su expresión ni el sabor de sus labios.

—¿Por qué tuve que besarlo si ni siquiera sé hacerlo? ¿Eso cuenta como primer beso? —No lo creía. No había habido amor—. ¡Qué vergüenza! —se cuestionó mientras llegaba con Daniel.

Había sido un beso patoso, pero él no tendría que haberlo sabido, ¿o sí? Entró a la veterinaria del rancho y observó a su atractivo primo girar para posar su mirada oscura en ella mientras que un rizo de cabello igual oscuro se adentraba en uno de sus ojos.

—Hola Dani. ¿Cómo está la nueva cría de la holstein pintada?

—Hola, hermosa. Sigue teniendo problemas con su rodilla. Ahora mismo está en el corral aclimatado.

—¡Ouch! —se quejó al inclinarse para mirar al ternero.

—¿Hermosa? —Daniel se le acercó colocando una mano en su hombro.

—No es nada.

—No me mientas —la agarra del brazo y la lleva a una camilla recostándola en ella. Le levantó la camisa sacándola de sus vaqueros y detalló en el moretón que se le adornaba en esos momentos su delicada piel—. ¿Qué es esto, Emy?

—Me di en las narices con el viejo Jerónimo.

—¿Andrés ya lo sabe?

—Obvio no. De otro modo no estaríamos aquí sino en la estación del sheriff con Michael.

—Sí. Tienes razón. Ahora te voy a aplicar un ungüento que usamos con los novillos cuando se golpean en el concurso de lazo en los rodeos.

—¿Me estás llamando vaca? —bromea.

—No, hermosa —ríe—. Pero queremos que ese moretón desaparezca rápido, ¿no?

—Es más fácil tratar contigo estos temas —sonríe—. Eres más pacífico.

—El hecho de que no salga a repartir puños por esto no quiere decir que no me enoje que te haya tocado. Sabes bien que mataría a quien te hiciera daño, pero estoy seguro que no salió bien parado tampoco.

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