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Parte 2







V. El Río Tajo








El camino en el carruaje era lento y los rústicos caminos no eran del todo parejos lo que hacía del viaje menos placentero de lo de por sí era. Cada vez que parabamos sobre una piedra o bache la carroza se movía como si estuviera a punto de caerse.

Un día, eso es lo que duraría el viaje. El sol empezaba a ponerse en su punto más alto; lo que significa que ya casi llegábamos a nuestro destino. Conforme pasaban las horas no podía sacar la vista del paisaje que estábamos atravesando, a veces se podían distinguir pequeñas aldeas costeras a lo lejos y una que otra cerca del camino.

—Por lo que veo un mensajero acaba de vernos, de seguro irá con el rey por unas monedas a cambió de información.

La idea era pasar desapercibidos durante el trayecto, lo cuál dudo mucho que podríamos hacerlo pues la simple idea de ver el carruaje real tan alejado del castillo era demasiado raro. Era cuestión de tiempo para que surgiera algo así.

—Pero descuide sa Majesté, está todo arreglado. —declaró con cierta despreocupación.

—¿Y como se supone que cubriremos este percance? —no me inmuté y pregunté en un tono frío.

—Con ésto, —Mordred me extendió un paño hecho bola, lo tome y lo miré con desconfianza— ...puede decir que fue a recogerlas, que son un regalo que quire que su esposo lo disfruté viendolo en usted.

Extendí el paño mostrando un par de alhajas con pequeños brillantes que las adornaban.

—Eran un regalo de Sir Jouvet para su mujer, pero ahora son suyos. Considerelos como mi regalo de bodas, milady.

El silencio volvió a inundar a nuestro alrededor, el ambiente era tranquilo. Por dentro estaba carcomiendome, no podía dejar de darle vueltas al asunto y creo que Mordred también, solo quedaba tener fé. El carruaje se paró a la mitad del bosque, miré por la ventana esperando ver algo sobrenatural pero solo logré ver un sin fin de árboles.

—¿Está seguro de que es aquí? —le pregunté al cochero.

—Lo es madame, antes de que emprenda su camino debo de decirle algunas cosas, —Mordred contesto mi pregunta, lo mire seria, parecía preocupado—. Yo no podré ir más allá de aquí, para llegar solo tiene que seguir derecho hacia el Río Tajo. No permita que vea en usted el miedo, no importa cuan aterrada esté. Si algo llegase a salir mal lo sabré e iré por usted de inmediato, a partir de ahora usted seguirá sola, mi señora.

Comencé a caminar siguiendo el sonido del agua, no sabía bien a dónde me dirigía, solo rezaba por qué fuera el camino. Giré para ver a Mordred, pero el ya no estaba ni siquiera de veía el carruaje era como si el bosque se lo hubiera tragado. El canto de las aves me hizo seguir mi camino, comencé a ver el río y apresuré mi andar. Pronto llegue al borde dónde el agua y la tierra se unían, parecía estar sola.

—Pensé que ya no vendría, su majestad.

Una voz a mis espaldas me hizo sobresaltar, me giré y ví a una mujer joven. La mire de pies a cabeza...

—Um, muy vieja y demaciado pálida pero creo que servirá. —Ella comenzó a girar en torno a mí, me estaba analizando.

—¿Y tú quien te crees para hablarme así?

—¿Qué no es obvio? Soy la persona que va a solucionar tu problema. Hace unos días tu lacayo vino a mi a solicitar mis servicios para su señora; yo le dije que había un precio y este parecía estar desesperado me dijo que era la única opción que les quedaba y que su señora estaba dispuesta a pagar cualquier precio... y aquí estás...

The Other Queen ||S.M||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora