VII

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VII. Sangre de tu sangre







Adorada sangre de Cristo, a ti vengo con fe de mi alma buscar tu sagrado consuelo en mi difícil situación, no me desampares mi buen Jesús y te suplico que las puertas que se han de abrir en mi camino, sea tu brazo poderoso quien me las abra para darme la tranquilidad que tanto ansio.

Está súplica Señor, te la hace mi corazón por los duros golpes del cruel destino que lo han vencido siempre en la lucha humana y, si tú poder Divino no intercede en mi favor sucumbiré por falta de ayuda.

Amén.








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Solo podía escuchar un sumbido que cada vez se hacía más fuerte, y unas sombras junto con una fuerte luz que hacía resaltar a las extrañas sombras; tenía por recuerdos. Hacía frío, no podía moverme, sentía cada articulación de mi cuerpo entumecida por el frío, cuando intentaba moverme era como si mil agujas me pincharan hasta el hueso, dolía como mil demonios.

Pronto me sumía en lo que creo yo que fueron sueños, pero se veían tan nítidos y se sentían tan reales. El más recurrente era el de una niña de espesa cabellera negra que le llegaba a la cintura, una pequeña de no más de cinco años corriendo entre pasillos adoquinados y adornados por grandes estatuas del mármol más fino y blanco que se pudiera conseguir.

Al principio la niña tenía en su semblante una sonrisa tan genuina que deslumbraba pero tan repentinamente como apareció la sonrisa se convirtió en un semblante de terror, ella trataba de escapar de algo o alguien y de un momento a otro todo se disipó; tal humo de una vela al apagarse, para después estar rodeada de agua. Miraba a todos lados y, no se veía más que la inmensidad del océano, yo trataba de nadar hacía la superficie pero está nunca llegaba a mostrase y ahí fue cuando el aire me hizo falta y por más que tratara de contener el poco la falta de este mi cuerpo inconsciente dió una arcada para tomar aire, las convulsiones empezaron poco después dejar que el mar me tragara junto con el tedioso sumbido.












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Shawn

—¿Desde hace cuanto que está así? —caminaba impaciente por la habitación.

—Casí una semana, majestad. —respondió con tal indiferencia que solo logro cabrearme aún más de lo que ya estaba.

—¡Una semana! ¡Por qué no me lo informaron de inmediato! —comencé a gritarle niña que tenía enfrente.

—Esas fueron las órdenes de su majestad. —Lleve mis manos a mi sien.

—¡A la mierda sus órdenes! !No están en Francia, y mientras no estén ahí yo mando! ¡¿Cuando planeaban decírmelo?! ¡¿Cuando estuviera lo demaciado enferma como para siquiera abrir los ojos?! ¡¿O cuando ya estuviera muerta?! —exploté y comencé a gritar sin importar que me escucharán en todo el castillo.— ¡Por el amor a Dios! ¡Es mi maldita esposa¡ Tenían que haberme avisado cuánto antes.

—Mientras mi reina respire mi lealtad estará con ella y solo con ella.

—Podría mandarte a la orca por tu boca floja y tú compor... —No pude terminar la oración. Una estruendosa tos se escuchaba por la habitación.

Corrí al ver que se trataba de Emily, hice a un lado las matas que tenía y la enderece esperando que su tos pasara, pero está en vez de cesar solo empeoró.

—¡Se está ahogando¡ ¡Pronto trae al médico! —grite a la dama de Emily. Está solo salió corriendo despavorida de la habitación.

Saque a Emily totalmente de la cama y la puse boca abajo sobre mis piernas. Si es que algo la estaba ahogando esperaba que lo sacara y así fué, ella empezó a vomitar agua. Parecía estar mejor y ahí fue solo cuando me percaté que mi mano que había quedado bajo ella sentía abultado su vientre.

Solo temi lo peor y me petrifiqué, cuando trate de enderezarla para poder ver lo que me temía; las arcadas volvieron junto con vomitos. En cuanto llegó el medico me hizo sacar de la habitación para que esperara afuera.

Las piernas no me obediencian, las manos me temblaban y sentía como un sudor frío bajaba por mi espalda. El vacío en mi abdomen me agobiaba, quería salir corriendo, pero no sentía la fuerza para hacerlo...

«¿Cómo es que no me di cuanta antes?» me preguntaba. Todo esto se pudo evitar si tan solo hubiera estado atento, si mi arrogancia no hubiera tomado el control de mí. Hacía semanas que no la había visto, debí haber sospechado que algo andaba mal, pero no, que estúpido, ¿cómo es que deje que pasará esto?

Y si Emily corría peligro, ahora aún más con un niño en camino. Un niño, Dios, un niño que es mío, que es de mi sangre, mi hijo ahora está dentro de ella, el depende el ella y ambos dependen de mí. Si no es porque venía a avisarle que regresaba de Guimarães en unos días nunca me habría percatado de ésto; y quién sabe lo que pudo haber pasado, pude haberlos perdido a ambos. Dios, ni siquiera sé si mis sospechas son reales para que me alteré. Y si es verdad, ¿Cómo se lo diré a María? Carajo, me había olvidado de María, Santo cielo, no creo que se lo tome muy bien; aunque fuera inevitable que esto pasara.

Estaba tan ajeno en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta que parecía un loco acechando la puerta de mi supuesta alcoba que compartía con mi esposa.

Lo que no entiendo aún es el por qué ella me lo oculto, por lo menos debía de tener un par meses para que se le notara, aunque fuera mínimo el tamaño. La ira inundó todo mi sistema y arrojé un par de jarrones a la pared.

¡Esa maldita quería manipularme! ¡A mí! No lo puedo creer, quería usar me a su antojo como un títere. Tiré de mi cabello, necesitaba tranquilizarme, pero me era imposible, la ira y el rencor no me lo permitía. Necesitaba alejarme de esto, de ella.








Sin revisar. En los siguientes capítulos pongan mucha atención y lean con cuidado.

Joce §

The Other Queen ||S.M||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora