DANA POV:
Cuándo me desperté, Jesús no estaba. Bajé las escaleras, y más o menos a la mitad escuché a Jesús hablando por teléfono. A escondidas, le escuché.
-Martina, aquella noche me ultilizaste para hacer lo que querías- escuché que decía
Bajé las escalera y me puse tras él. Dejó el móvil en la mesa y pude notar cómo su respiración se agitaba. Se giró y se me quedó mirándo fijamente. Sorprendido. Trago saliva.
-Va-Vaya, Dana, ya veo que te has desp...- dijo, antes de que yo le interrumpiera
-Quién es esa Martina y qué pasó con ella
-La conocí en una fiesta. No pasó nada
-Has dicho que aquella noche te utilizó
-Bueno, sí. Yo ya tenía dieciséis y me hizo montar en moto pese a que no tenía carnet
Yo sabía que era mentira. Le miré fijamente y, finalmente, desvié la mirada y me fui a la cocina. Abrí la nevera para ver que había dentro, y noté unas manos posarse en mis caderas y una cabeza en mi hombro.
-Jesús no- dije, apartandome
-¿Qué pasa?
-Jesús, soy rubia pero no tonta. Sé que mientes. Pasó algo con esa tía y no me lo quieres contar.
-Dana, te juro que no...
-Jesús, no me tomes por idiota. O me cuentas que pasó, o esto habrá acabado.
-Martina y yo... No puedo contartelo, en serio.
Se me escaparon las lágrimas
-Por favor, vete. Vete de mi casa
-Dime que lo nuestro no se ha acabado
-No lo sé. Será mejor que vayas con tus padres.
Le acompañé a la puerta. Antes de salir, me dió un pico. No se lo devolví, ni cerré los ojos, ni hice ningún gesto de afecto. Cerré la puerta. Me senté en el sofá a llorar, y al rato sonó el timbre. Me sequé las lágrimas con la manga del pijama y fui a abrir. Era una chica.
-Lo siento, no hago compras a puerta- dije, cerrando la puerta-.
-Oh, no. Tranquila cielo. Yo soy Martina
Al oír ese nombre se me erizó la piel y di un respingo. Abrí la puerta
-¿Qué quieres?- pregunte, friamente
-Cielo, yo sólo quiero contarte la verdad. Lo que pasó aquella noche
-Púdrete
-Cielo, Jesús se acostó conmigo sin protección alguna
-Niña, vete con el cuento a otra
-Cielo, si no me crees tengo las pruebas
Se sacó una ecografía y un prueba de paternidad del bolso. Un niño de unos cinco o seis meses, y el padre era Jesús. Se me hizo un nudo en la garganta
-Cielo, puedes quedartelas. Todas tuyas. No quiero recordar nada de aquel embarazo. Oh, y si te preocupa... aborté. Chao guapa
Cerré la puerta y me arrastré hasta el sofá. Me dejé caer. Lloré. Lloré hasta quedarme seca. Me levanté y cogí un cuadro con una foto mia y de Jesús. Primero hice un esbozo de una sonrisa, y después me puse furiosa. Dejé qu el cuadro resbalase entre mis dedos y cayese al suelo. Se rompió en mil pedazos.
Caí de rodillas al suelo y, dado que iba con pantaones cortos, me corté las rodillas con los cristales. Emanaba sangre de mis rodillas, y manché todo el suelo. Oí cómo abrian la puerta.
-¡Dana!- gritó Jesús, al verme en el suelo con las rodillas chorreando
-¡No me toques!- le grité, apartándome y cortándome más con los cristales
Tenía la ecografía y la prueba de paternidad arrugadas en la mano. Se la tiré y le dí en el pecho. Me levanté como pude y salí corriendo de mi casa, dejando a Jesús en ella.
-¡Dana espera!- gritó, mientras salia tras de mi
-¡Jesús olvidame y desaparece de mi vida!- grité, corriendo más rápido
Salí corriendo. Y choqué con alguien. Suerte que ese alguien era conocido. Era David Parejo
-Hey reina, ¿qué te pasa?
-David, abrazame- dije, entre sollozos
-¿Quieres ir a un lugar tranquilo?
Asentí con la cabeza. En otro momento (hace un par de años), le habría mandado a la mierda. Pero me he dado cuenta de la buena persona era. Nos fuimos a su apartamento de Mirena del Aljarafe. Nos fuimos al balcón y nos sentamos, con la piernas colgando.
David se fue a preparar chocolate caliente en la taza. Al llegar, me puso una sudadera sobre los hombros y me dió la taza. Le pegué un buen sorbo.
-¿Me vas a contar qué pasa?- me preguntó, al fin
-Jesús y yo... hemos roto... le he dicho que me olvide y que desaparezca de mi vida. No quiero saber nada más de él.
-¿Por qué? Si anoche estabais bien
Antes de continuar, le pegué otro sorbo a la taza y apoyé mi cabeza en su hombro, a lo que él respondió rodeándome el cuello con un brazo.
-Me enteré de algo, y se me hizo un nudo en la garganta. Pero ya estoy harta de finjir que todo esta bien. No pienso volver con él jamás.
Se me escaparon las lágrimas. David me abrazó con fuerza. Y estuvimos así hasta que...