☀️ Día 16 ☀️

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Rutina de la mañana
AU medieval
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Se podría decir facilmente que ese día era como cualquier otro. Se había levantado en cuanto ella lo llamó, desayunó, se aseó, vistió, fue peinado y salió de su casa acompañado de ella. Era solo un infante yendo con su Madre a la plaza principal del pueblo a comprar un par de víveres que hacían falta en casa como todas las mañanas. Tomaba su mano con suavidad sin querer perderse, pues a esas horas la gente abundaba; sin embargo, el agarre titubeó al escuchar una voz cantar.

Era dulce, pero sus ojos se abrieron mas al notar que aquella voz  parecía infantil

Rebuscó con su mirada buscando el origen del bello canto, hasta toparse con cabellos castaños y ojos azules pertenecientes a un niño que parecía de su edad. Eso solo despertó mas su curiosidad por querer verlo de cerca. Jaloneó un poco el agarre que aún mantenía para que le dejara ir. Ella volteó a verle un poco molesta por haber sido interrumpida en sus compras del día

-Mamá, quiero ir allá- Señalando con su manito indicó el lugar junto al kiosko de la plaza, de donde provenía la voz

Ella vaciló. Tenía tan solo 8 años y no es como si pudiera dejarlo ir a ver todo solo -Sabes las reglas Fred, y una de ellas es no separarte de mi mientras compro víveres- Vió al niño hacer un puchero y quiso reir. Estaba por regresar a hablar con el dueño del puesto frente a ellos, pero Fred le jaló un poco el vestido llamando su atención otra vez

-Esperaré a que termines, pero ¿podemos ir allá? Por favor- y puso los famosos ojos de cachorrito a punto de llorar. Ella no se pudo resistir, así que solo asintió y acarició la cabeza del niño con amor y cuidado

Así como lo prometió, una vez terminado llevó a su hijo hacia el kiosko, pero el niño que vió antes ya no estaba allí. Hizo un puchero enojado casi a punto de llorar, pero sin otro remedio, su madre siguió con las compras del día con él agarrado de la mano, como todos lo días. Fred era un niño, así que la rutina le aburría pero no había de otra. Debía ayudarle a su madre de alguna manera.

[...]

Llegada la tarde, Fred salió en dirección al bosque que rodeaba el pueblo con la intención de ir a jugar. Su madre le dejaba ir con total libertad advirtiendole de los peligros. Sabía que Fred era inteligente así que tampoco le preocupaba mucho

El pequeño Fred con sus 8 añitos de edad era capaz de trepar árboles que le triplicaban o incluso cuadriplicaban su tamaño. Era amante de realizar esta actividad así que, como siempre, trepó no un árbol, sino ÉL árbol. Era su preferido pues parecía ser el mas grande de todos los que había en el frondoso bosque.

Estando en la copa del árbol empezó a jugar entre las ramas con cuidado de no caerse como lo hacía cada tarde. Se la estaba pasando bien pero, jugar solo tampoco era la cosa mas divertida del mundo. Su aburrimiento se extendió por unos largos minutos, recostado en una rama solitaria como él, hasta que escuchó unos pasos en el pasto justo debajo del árbol donde se encontraba. No alcanzaba a ver bien, pero pudo observar una cabecita con cabellos cafés. Se ilusionó un poco pensando en el niño del kiosko y bajó un par de ramas para asomarse mejor. Entonces, escuchó un tarareo junto a un sonido de monedas y su curiosidad solo fué el aumento. Por poco y se cae al pisar mal. No se cayó, pero hizo ruido. Como pudo se escondió entre las ramas y por suerte el niño de abajo no se dió cuenta. Se sentía como un espía, y ante ese pensamiento sonrió divertido

● 30 DÍAS || FREDEDDY ●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora