Me acuerdo de nuestro primer beso que fue un auténtico desastre. Estábamos los dos apartados del mundo, en la parte mas alta de Toledo, nadie nos veía pero nosotros veíamos todo. De todos modos es insignificante, en ese momento me importaba solo él, su pelo negro, sus ojos marrones, su piel suave y otras tantas cosas que me volvían loca. Sentía su respiración, su mirada por entonces enamorada, su sonrisa... Es uno de los mejores recuerdos que tengo de cuando estaba viva.
Me acuerdo también que esa noche le juré no cansarme de el nunca, y así fue. Lo que sí, con el tiempo me arrepentí de no haberle hecho jurar lo mismo.
Y así pasaban los días al lado de Lucas. Haciendo todo y nada, como todas las parejas, ver películas, escuchar música, pasar las tardes dando vueltas sin un rumbo fijo. Era genial, me sentía como una niña, ya ni me acordaba de mis ex novios, de chicos que me gustaban, en ese momento me importaba sólo él.
Por su culpa dejé de ser la estudiante de matricula de honor y la hija perfecta por la que me tenían mis padres. Además, empecé a fumar y a emborracharme.
Perdí la confianza con mis amigos y con mi familia, ya nadie me contaba nada porque me veían como a una niñata inmadura incapaz de ayudar a nadie.
Pero bueno, si no hubiese sido así, nunca habría descubierto lo que es la libertad o lo que yo tenía por libertad. Siempre me centraba en agradar al resto y nunca pensaba en lo que quiero yo, por eso recuerdo mis últimos meses como la peor y la mejor época de mi corta vida, porque cuando me suicidé, tenía diecisiete años.
Pero bueno, centrándome en la historia... Era de noche y Lucas me hablaba por Whatsapp como de costumbre, íbamos a salir juntos a dar una vuelta en su coche.
Él ya era mayor de edad, tenía su propio piso y trabajaba en la empresa de su padre. Se puede decir que tenia la vida hecha.
Mis padres creían que iba a salir con mis amigas, como todos los fines de semana. Llevaba preparándome una hora. Cuando acabé, él ya me estaba esperando en su viejo Ford Escort.
Me dijo de bajar a su pueblo lo que me pareció bien porque quería conocer a sus amigos de los que tanto me hablaba.
Diez minutos más tarde estábamos en la autopista bajando al pueblo, creía que no había nadie conduciendo, pero de repente salieron tres coches de la nada yendo muy rápido. No recuerdo nada más que el golpe.