El conjunto de vivencias colorean tu corazón hasta alcanzar una gama determinada, el cual, definirá todos tus pensamientos, sentimientos y preferencias. Para poder comprender el color, debemos entender de dónde proviene.
¿Qué es lo que reside en el...
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Yelena estaba corriendo como nunca en su vida, las piedras del asfalto se incrustaban debido a su débil calzado y las plantas de sus pies jamás le habían dolido tanto, pero eso ahora no lo importaba mucho. Haciéndose paso entre la gente, empujando y adelantando a algunos, recibiendo insultos y otros comentarios de gente molesta que estaba ignorando, no podía esperar a llegar a la plaza. Su corazón estaba a mil, no sólo por el cansancio, si no también por los nervios.
La única razón que provocaba aquella reacción suya era la simple esperanza de poder salir de la vida tan desastrosa y pobre que llevaba.
Llegó finalmente al lugar, el cuál jamás se imaginaría ver tan lleno de gente. Probablemente sería la primera vez en toda su existencia en la que se sentía bien por ser tan alta, pues teniendo en cuanta la multitud, su altura la ayudaba a ver entre ella.
Se puso de puntillas, y observó el panorama; al final del camino, donde la gente no estaba tan junta una a otra, observó a un hombre. Una rubia y larga melena acompañada de una frondosa barba y unos trapos como ropa le daban un aspecto diferente.
—Por favor, por favor, necesito que os alejeis un poco. —escuchó palabras de aquel misterioso hombre que hablaba con algo de tranquilidad, la gente le obedeció de inmediato y se formó un círculo alrededor de él.
En cuanto observó aquel movimiento, no tuvo ninguna duda; él era el profeta.
Había ejecutado un largo y pesado recorrido para llegar hasta él, su casa no estaba muy cerca de la plaza dónde escuchó aquellos rumores que anunciaban la llegada del profeta de un nuevo Dios que les ayudaría a salir la miseria que suponía vivir en las pobres calles de Liberio. Inmediatamente pensó en su hermano, el único familiar que ella conocía que estuviese vivo. Desde pequeños, los dos habían sufrido una misteriosa enfermedad que al parecer perseguía a su familia.
Primero empezó su abuelo, quién murió tan pronto que no pudo conocer ni a sus propios hijos, unos años más tarde fue su abuela, quien si pudo conocer a unos de sus nietos -el hermano de Yelena-, progresivamente, el padre de los dos hijos también fue cayendo, y en un par de años, le afectó a su madre. Aquella maldición siempre aparentaba atacar de la misma forma, ya dejando a parte de que esa enfermedad siempre traía los mismos síntomas, otra cosa que nunca dejó de repetir fue el patrón; primero afectaba al varón de la familia, pocos años después a la mujer, y se volvía a repetir, pero con la descendencia.
