CAPITULO TRES

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Despertó sobresaltado en un lugar oscuro, lleno de cajas viejas y trastos típicos de un lugar en particular. Supo al instante que estaba en el sótano, en el sótano del asesino. Un escalofrío le recorrió la espalda y notó una muy tenue luz. Provenía de debajo de una puerta, una puerta de madera astillada. Jonás supo que por allí podría salir del sótano. Minutos después, se arrepintió de haber embestido tantas veces la puerta de madera astillada. Sus músculos se quejaban de dolor había una que otra astilla clavada en su piel, las cuales fue retirando parsimoniosamente.
El miedo comenzó a comérselo por dentro luego de que le llegó una idea a la cabeza. Si estaba en el sótano del asesino, tarde o temprano tendría que venir a verlo, para cumplir con la razón por la cual lo había encerrado allí.
Su estómago rugió y Jonás sacó del bolsillo de su chaqueta un Snickers. Recuerda haberlo mordido un par de veces y de repente haberse dado cuenta de que se lo había acabado.
Se sintió impotente, y simplemente se quedo sentado observando los trastos mientras esperaba la visita del asesino. En alguna parte muy mórbida y sádica, quería ver al asesino, quería comprobar que eran reales todos esos rumores, que realmente habían sido encerrados, torturados y asesinados 4 personas en este piso de madera sobre el que se estiraban sus piernas. Esperó, se quedó viendo fijamente un recipiente con alguna especie de químico que apenas era visible. No tenía noción del tiempo. Podían haber pasado horas que quizás solo hubiesen sido unos segundos.

*****

Abrió los ojos con pereza, era el quinto día en ese polvoriento sótano. Otro día de esperar a un asesino que seguramente ni existía. La gente de esta casa de debió haber ido por alguna otra razón y la gente se puso a inventar leyendas e historias de terror en torno a ella. Estaba seguro de que en esa casa no había ningún asesino, solo había tenido pesadillas con cosas raras, eso era todo. Aquí no había ningún asesino.
Su estómago se retorcía y el niño, adolorido, dejo caer su frente contra el piso de madera, mientras se abrazaba con fuerza el estómago, tratando de contener inútilmente el dolor. Comenzó a revolcarse en el suelo, desesperado por el dolor, en un intento infantil y desesperado porque todo eso acabara, que simplemente se diese un golpe en la cabeza y despertase en su cama.
<< Hijo, vamos, despiértate, que tienes clases>> Extrañaba muchísimo escuchar esas palabras por las mañanas.
- Mamá… –soltó Jonás antes de romper en llanto-.
Entonces mientras se retorcía, su frente tocó un objeto gomoso.

La Casa Al Final De La CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora