Capítulo Tres: Enemigos Declarados

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Nadie había cambiado, aunque Ginevra no había puesto mucho de sí para incitarlo. Le aterraba la idea de volver a restablecer todo hasta en un inicio para luego volver a fregarlo y sufrir las consecuencias nuevamente. Sus pesadillas nocturnas ocasionales se lo recordaban en caso de que estuviese pensando lo contrario.

Sin importar cuanto tiempo pasase, ni que tan rápido avanzaba, su pesar la acompañaría hasta que se diese por vencida. Pero estaba cansada de pelear contra todos, ahora simplemente ni se molestaba en encajar. La confianza estaba rota, ella misma tampoco lograba confiar en su familia a estas altura. Simplemente no encajaba entre ellos. Harry ya no podía confiar en nadie, al menos no en alguna otra mujer que no fuese Molly, Andrómeda, Luna y Hermione, se lo dejaba en claro a Ginny cada vez que la regañaba por pelear a James de todas las maneras. Al menos había conseguido eso y a la pecosa le resultaba halagador.

James creció entre mimos y consentimientos, pero lo único que veía prohibido era el acercarse a esa mujer de cabello negro que se mantenía a la distancia, aunque siempre correspondiéndole la mirada. Era muy pequeño para recibir explicaciones, pero muy astuto para evadir los contratiempos, y divertirse con su mejor amiga.

Cada mañana era igual. Mientras Harry llegaba con su hijo mediante el uso de la chimenea, Ginevra se preparaba para comenzar su juego, el cual consistía en hacerle la vida imposible a todos y el mocoso era su objeto de estudio, y él lo sabía. Bufando exageradamente para captar la atención de todos al hacer acto de presencia en la cocina para desayunar junto a todos, se sentaba sin falta y a propósito frente a ese par de ojos verdes que se entrecerraban amenazantes, fingiendo el enojo que provocaba en su padre un gesto de preocupación y un llamado de atención para que la ignorase y se concentrase en terminar sus cereales.

Por supuesto que nadie se percataba de lo que realmente sucedía hasta que James comenzaba con su fingido llanto para acusar a la pecosa de haberle robado su budín de chocolate cuando ya era demasiado tarde para recuperarlo. Los gritos comenzaban, pero ambos siempre conseguían lo que querían pues Molly ya sabía que debía tener un budín de repuesto para dárselo a James, sumándole el budín de manzana que Molly le arrebataba a Ginevra para recompensarlo y castigarla a la vez. Ella odiaba el budín de manzana, pero nunca se había animado a decírselo a su madre, solo para no darle más trabajo del que le dedicaba a todos sus hijos. Y a James le gustaba mezclar ambos sabores a la vez.

Ese mocoso le levantaba el ánimo a pesar de que poco se hablaban si estaban en presencia de cualquier otro, pero siempre debía contenerse de no abusar de eso. Lo sobreprotegían demasiado.

Aún así, muchas cosas eran incómodas y tensas. Sus hermanos seguían sin hablarle salvo por Charlie, del cual solo recibía una carta cada cierto tiempo y Ginevra se demoraba el doble para responderle, no tenía intensiones de contarle sus planes de vida a quien la había ignorado por dos años, ninguno de su familia se lo merecía.

Dentro de esos planes, la idea de dejar Londres e incluso Inglaterra seguía presente, pero mientras tanto, con el dinero que ahorraba al permanecer en la madriguera y con su sueldo ahora bien remunerado, agregándole un poco de ingenio, se hizo de la posesión de una propiedad muy destartalada en el condado de Devon, al suroeste de Inglaterra.

El inmobiliario muggle ni siquiera había querido presentarse para mostrarle el lugar debido a las historias aterradoras que todos los inquilinos y vecinos contaban que vivían allí. Ese era el motivo por el que el precio era casi un regalo para Ginevra quien aseguraba que todo se debía a unos cuantos Bogart con los que pudo lidiar por si sola.

Ciertamente la había encontrado de paso en la misión a la que había arrastrado a su escuadrón cuando la llegada de James a este mundo se anunciaba en su casa. Estructuras muy rusticas, todas de madera gastada, con una habitación a la que le faltaba el techo, pero con una pequeña chimenea en la sala que le ayudaría a pasar el frio invernal. Astoria le había ayudado con un préstamo, sin saber los motivos para el mismo.

Solo puede ser suyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora