Demonios, ya demasiado tarde solo tengo siete minutos para llegar a mi trabajo, sin tan solo no hubiera apagado mi alarma ahora mismo no estuviera con los nervios de punta, sinceramente la impuntualidad no es lo mío. Me percato que la siguiente parada del tren se aproxima así que trato de encaminarme hacia la puerta más cercana para salir de aquí cuanto antes, con dificultad me abro paso entre la multitud y sin pensarlo no me importa empujar a unas cuantas personas con tal de huir de este sitio. Escucho unas cuantas palabras altisonantes pero sinceramente en estos momentos no les doy importancia, las puertas se abren e inmediatamente salgo corriendo sosteniendo fuertemente mi portafolio. Puedo imaginarme lo ridícula que me veo corriendo como loca entre los pasillos de la estación pero para que yo haga esto es porque estoy totalmente desesperada, momentos como estos son los que en verdad extraño a mi viejo auto.
Después de mucho correr estoy a unos escasos metros de llegar a mi trabajo y a lo lejos puedo ver la risa burlona de Jaime, uno de los muchos vigilantes que trabajan para la empresa.
Antes de que pueda llegar Jaime amablemente me abre la gran puerta de vidrio sin dejar su burlona sonrisa a un lado.
-Aún está a tiempo señorita Castellanos, usted puede. –me anima.
Le doy una leve sonrisa y me dirijo inmediatamente al área de recursos humanos para poder recoger el papeleo de todos los días y posteriormente llevárselo a mi jefe. Con la respiración muy agitada saludo a Ernesto para que me pueda proporcionar los documentos del día de hoy, solo espero que hoy no me haga tanta plática como todas las mañanas.
-Hola primor buenos días pero, ¿porque tan agitada?
-Hola Ernesto no quiero ser grosera pero tendrás listo los documentos del Señor Villanueva, en verdad me urgen ya se me hizo tarde.
-Por supuesto que si querida, pero desgraciadamente la vieja bruja de Teodora ya se los llevo, ya sabes ella solo busca cualquier oportunidad para poder joderte.
-Maldita como la odio, siempre complicándome las cosas. ¿Y cómo hace cuánto tiempo bajo? –le pregunto a Ernesto mientras me limpio el sudor de la frente.
-Ella bajo exactamente a las nueve en punto y me exigió entregarle el papeleo, y tú más que nadie sabes que no podía negarme.
-Si lose no te preocupes Ernesto, bueno ya tengo que irme, se me ha hecho demasiado tarde.
-Si querida en el almuerzo nos vemos tengo tantas cosas que contarte de Fabián, creo que me estoy enamorando de él. –me dice Ernesto muy emocionado.
Si yo regreso a esa hora –le respondo en tanto presiono varias veces el botón del ascensor.
El ascensor color plateado se abre en par en par y de inmediato entro en él, me acomodo mi corto cabello rubio y me pongo el saco color negro reglamentario. Le doy un pequeño y temeroso vistazo a mi reloj y son las nueve nueve de la mañana, madre mía mi jefe me va a matar. Al llegar al último piso el ascensor abre sus puertas, pero me sorprende lo vacío y silencioso que está, esto hace ponerme aún más nerviosa. Velozmente me acomodo en mi escritorio y me percato que en el despacho de mi jefe se encuentra Teodora hablando con él, solo espero que no hable mal de mí y mi desempeño como empleada ya que me ha costado un montón estar en el lugar en donde estoy tal vez no sea el puesto más importante pero para mí era muy especial.
Doy un gran suspiro y me quito mis converses, abro el último cajón de mi escritorio y saco mis zapatillas negras de tacón. Hacer esto ya era una costumbre para mí ya que yo no soportaba estar todo el tiempo con tacones, al principio todos mis compañeros de trabajo se reían pero ahora ya lo ven como algo muy normal en mí. Escucho que Teodora sale del despacho del Señor Villanueva y al verla me dedica una de sus amargas sonrisas de siempre, sinceramente no sé porque ella me odia tanto, nunca he tenido el valor de preguntarle cuál es su problema y creo que jamás lo tendré, ella me intimida un poco.