scenario [teddy]

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La cena transcurría con normalidad, en el habitual silencio tenso al que Yui se había acostumbrado. El único ruido era el de los cubiertos rozar suavemente con la loza y el infaltable diálogo (o más bien monólogo) de Kanato con su adorado peluche.

—Nee, Teddy, ¿con que bebida quieres mezclar las galletas de chocolate?—preguntó, con una sonrisita tomando uno de los bocadillos—¿Leche tibia o malteada?—dijo, soltando una risita—¡Perfecto!—exclamó, sumergiendo la golosina en la bebida que, según él, el oso había escogido.

Yui, a su lado, frunció levemente el ceño. Aquello le iba a resultar extraño toda la vida.

Los demás estaban bastante adaptados al hecho de que su hermano andara todo el día con un animal de felpa al que, no sólo le hablaba, sino que en su cabeza le contestaba. Partió un pedazo de pan con los dedos, estaba sobreanalizando la situación, después de todo, si Kanato era feliz así no había problema. 

—Teddy—volvió a hablar, dirigiendo la mirada a la humana—Yui-san está muy pensativa, ¿no crees?—inquirió, ladeando la cabeza—¿Pasa algo?

—E-Eh... no, Kanato-kun—respondió la rubia, sonriéndole—Todo está bien.

Su contrario frunció el ceño.

—¡Se atreve a mentirnos, Teddy!—se quejó, iniciando uno de sus benditos berrinches—¿Acaso quiere morir?

Yui tragó saliva fuerte y abrió la boca para defenderse, Kanato para empezar a discutir y Reiji para regañarlos por armar otra pelea en la mesa. 

Sin embargo, nadie alcanzó a decir nada, pues una adorable y fina voz intervino.

—Yo creo que quiere vivir. 

Todos se quedaron callados por algunos segundos, hasta que Ayato escupió toda su agua y la humana se puso de pie bruscamente, soltando un chillido asustado.

—¡¿Esa mierda acaba de hablar?!—exclamó Subaru, señalando al oso. 

—No puede ser... —dijo Shu, abriendo los ojos como nunca antes lo había hecho.

—A Ore-sama no le asusta esta broma—declaró, a pesar de estar utilizando a la rubia como escudo—Esa porquería del histérico no pued-

—¿Hablar?—completó la frase el animal logrando que el pelirrojo gritara como perra. 

—Yo les dije que teníamos que matar a Kanato-kun—habló Laito, llevándose la mano a la frente.

Kanato se puso de pie y todos dieron un paso hacia atrás, espantados. 

—¡Dejen de hablar de mi Teddy!—exigió a los gritos, apretujando al oso.

—Voy a destruir esa cosa—propuso Subaru, subiendo sus mangas y caminando hacia su hermano que soltó un alarido, digno de película de terror, mientras ponía el oso en la mesa y se ponía en posición de ataque. 

—¡Vamos, tú puedes, Subaru-kun!—exclamó Laito alegremente, metido atrás de Ayato quién, a su vez, estaba escondido detrás de la rubia que había empezado a rezar el rosario. 

—¡Haz algo, Otaku de las vajillas!—ordenó el pelirrojo, acudiendo al adulto responsable quién se había quedado como una estatua.

—Este sí es un buen momento para quemar algo—agregó Shu.

—Q-Quizás es sólo una broma... —propuso Yui con su crucifijo levantado hacia el pelimorado, quién se había agarrado con Subaru a las patadas—¿N-No, Reiji-san?

Él, por su parte, estaba unos tres tonos más pálido de lo normal, acomodó sus lentes con manos temblorosas y abrió la boca para hablar, cerrándola y abriéndola un par de veces más antes de caer al suelo con un golpe seco. 

Objetos parlantes significaban casa embrujada, casa embrujada significaba fantasmas y fantasmas significaba el mayor miedo del pelinegro.

—Claro, ahora sí te mueres—refunfuñó el rubio, tendría que hacerse cargo él.

—Ahora si nos llevó la que nos trajo—murmuró Laito, persignándose y arrebatándole la cruz a la humana. 

Subaru logró agarrar el oso, pero éste soltó un grito de auxilio, haciendo que el menor lo pateara horrorizado.

—¡Pagarás con tu vida!—exclamó el pelimorado, con el diablo adentro comenzando a corretear al de ojos carmín que ahora sólo quería hacerse bolita.

—Hola... sí, quiero un exorcismo. Ah, no, no monjas sexys—habló Shu al teléfono sosteniendo una tarjeta y sacudiendo el cuerpo de su hermano con el pie—Crucifijos, agua bendita y... no, no es una marca de condones—aclaró mientras observaba como Kanato le quebraba un plato en la cabeza al albino—No quiero una prostituta—respondió, suspirando antes de colgar y levantar el trozo de papel hacia el mayor de los trillizos—Oye... tu número de emergencias no sirve. 

ichigo no tsumi   反応 dlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora