VII.

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La fiesta no había estado para nada mal, y luego de lo sucedido con Louis volví a buscar a mis amigos, pero esta vez los encontré fácilmente. Así que en eso consistió mi noche hasta las 5 am, cuando ya no tenía ganas ni de respirar, pero tuve que conducir hasta mi departamento, aunque vamos a tomar como ventaja que no estaba ebrio.

No tenía nada que hacer un domingo a las 5 de la tarde, así que simplemente me vestí con la ropa que normalmente usaba, solo que había un sol radiante en pleno invierno, así que me puse una camiseta negra manga corta, y opté también por un pañuelo marrón en mi cabeza. No había ingerido absolutamente nada en todo el día, desde que comí las dos porciones de pastel, tanto la mía como la que le había llevado a Louis. Pero no tenía nada de hambre.

Tomé algo de dinero, el celular, las llaves, y salí del departamento lo más rápido posible. Necesitaba aire fresco, así que nada de andar en auto. Además que no tenía idea de hacía donde me dirigía.

El departamento se encontraba prácticamente en el centro de la ciudad, así que no fue un gran problema para mezclarme con la gente de por allí. Los adultos iban apurados y la mayoría deellos con traje y maletín, si no, se encontraban los que le gritaban al celular, y lo sabía por las expresiones de sus caras, no porque estuviese escuchando lo que dijeran. Después estaban los de mi edad, que iban con auriculares puestos y moviendo la cabeza al ritmo de la música, o los labios con la letra de la canción. También los niños caprichosos con sus padres que no querían comprarles una paleta. Pero ninguno iba como yo, manos en los bolsillos, y caminando lentamente, sin apuro de llegar a ningún lado. ¿Por qué apurarse un domingo? Jamás en la vida.

Seguía observando a la gente cuando divisé una cabellera castaña con unos auriculares blancos, de esos que son enormes y siempre deseé tener, eso me hizo recordar que aún debía escuchar el CD que Louis me había obsequiado. Iba como los demás, moviendo la cabeza al ritmo de la música. No estaba completamente seguro de si era él, pero su anatomía no muy alta, pero tampoco baja, y su espalda para nada ancha, me hacían estar casi seguro de que si. Además de su cabello castaño, claro.

Comencé a seguirlo, y esta vez si apresure el paso, olvidándome completamente de mi mentalidad "jamás en mi jodida vida me apresuraré un domingo." Me mezcle entre toda la gente, tratando de no perderlo de vista, y le agradecí a mis padres por ser alto y poder heredar esto de ellos, porque si no hubiese sido demasiado fácil perderlo. Siguió derecho por unas cuatro cuadras, en las que no deje de seguirlo, y se adentro en un McDonalds. Me tomé unos 5 minutos antes de entrar, teniendo la precaución de que no saliera del lugar si me encontraba despistado.

¿Qué estas haciendo, Harry Styles? ¿Quieres encontrarte con tu rival? ¡Vete de aquí y deja de hacer el ridículo!

Me había dejado plantado, pero sentía la necesidad de hablar con él.

¡No deberías Harry! ¡No deberías!

Pero no me fui, a pesar de que una parte de mí estaba tratando de obligar a la otra a que me fuera. Inclusive entré en ese preciso momento, antes de que me arrepintiera de hacerlo.

El lugar se encontraba completamente repleto de gente, ¡Y son las 5 de la tarde!

Como era característico en un lugar como éste, los pisos eran blancos, las mesas también, haciendo juego con las sillas y las paredes. Además de que todo era cuadrado, ni una mísera mesa redonda. El cartel con las hamburguesas y ensaladas se encontraba sobre el mostrador, blanco también, que contenía tres lugares para hacer fila divididos por una cinta negra. Todas las personas atendiendo allí eran mujeres, y también muy típico, su camisa azul con su nombre, y la cara de mal humor que tenían se notaba a kilómetros, parecía que si te acercabas a hacer un pedido te iban a comer vivo, pero aún así lo hice.

Quarterbacks. {Larry Stylinson.}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora