veintiuno.

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Desde que tenía 17 las cosas fueron así; diferentes hombres, misma noches solitarias y vacías. Y en el murmullo de la gente, ella grita que es una noche terrible.

A ella no le importa, quedan 15 minutos para que llegue el próximo. En su cuaderno escribe un último poema­:


“Tú no puedes destruirme.
Yo me destruyo a mí misma.”


Va hacia la ventana de ese horrible cuarto y mira las estrellas por última vez, deseando ser una de ellas, deseando ser igual de pura que ellas.

Tomo un rotulador y escribió en su brazo “Elizabeth” para jamás olvidarse de quien era.

Un vaso de agua y un puñado de pastillas.

Lo único que la preocupaba era que el próximo cliente se enojara al notar que su cuerpo estaba frio. Esa vez no había calor ni pasión fingida, pero si habría verdad, la verdad de ella.

Hace demasiado frio afuera para que los ángeles vuelen.

Pensamientos de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora