Día 1: Soulmates

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Desde que Jack era niño sus amigos o adultos hacían mención a la suerte que tenía con su habilidad. Eso y nunca faltaba el que preguntaba porque le prestara sus ojos.

No literalmente, pero no por ello dejaba de ser algo molesto conforme pasaban los años y la emoción de tener una habilidad que otro no dejaba de ser algo novedoso y pasaba a ser algo pesado.

Había gente con sus sentidos más agudos, con un sexto sentido que venía con una habilidad "sorpresa" como a el le gustaba llamarlo. Porque no siempre se tenía el mismo sexto sentido, y conocía a personas capaces de leer tu lenguaje corporal sin perder detalle al punto que telepata quedaba como un niño ignorante, leían tu futuro al tener conocimiento del pasado y tu presente, otros iban más lejos y eran capaces de levantar pequeños objetos con la mente siempre y cuando conocieran la forma en que el objeto funcionaba.


¿Cuál era el origen de esos poderes? La red de energía pura que rodeaba su planeta, esa que las maquinas usaban para que los engranajes de movieran y los globos volaran, los autos siguieran los rieles que se les ponía en la ciudad y los trenes lo transportaran de un lugar a otro. Solo se necesitaba ser afín a esta energía y ya estaba. Pero para su desgracia, la magia universal no tenía una consciencia propia que fuera capaz de canjearle el sexto sentido que a Jack le permitía ver la estela que unía a una persona con su alma gemela.


Claro que en un inicio era algo increíble, no faltaban los adultos que le preguntaban a donde apuntaban sus estelas, otros que se enojaban al escuchar que no existía tal estela en ellos y había chicos de su edad que se atrevieron a dirigir su ira a su persona con tal de descargarse de la desagradable sensación de no tener a nadie.


—¿A que se debe este milagro de los dioses?

Eros, uno de los pocos amigos que tenía en el instituto lo empujo al anden para que se alistara ante la locomotora que gritaba en señal de que faltaba poco para que se detuviera en la estación.


—¿Mi presencia? — preguntó Jack con el mismo tono socarrón, dando un golpe al pelirrojo con su mochila y entrando con la gente que intentaba entrar primero en busca de un asiento o simplemente no quedarse fuera por espacio. 

—Cuida tus ojos, no me veas a la cara. Puede que se te quemen.


—¿Es que solo llegas temprano al colegio cuando es la última semana? Vas a provocarle un infarto al profesor Aster si te ve tan temprano cuando la mayoría de sus clases te las saltaste.


—...¿Crees que funcione?— sonrió siguiendo la broma, dejando que el balanceo del andén actuara como impulso para la pequeña guerra de codazos que ahora tenía con su autoproclamado hermano menor y si dejaron de buscar las costillas del otro con su codo fue por su llegada a la estación.


Con un acuerdo silencioso y el rechinido de las puertas al abrirse, ambos chicos se dirigieron en una carrera corta desde el andén hasta la cafetería aledaña al colegio donde estudiaban. Era una carrera de rutina, una que los clientes frecuentes del lugar en ocasiones llegaban a poner sus monedas en apuestas sobre quien llegaría primero y en esta ocasión, una gran decepción cuando la resolución fue de empate. Ni siquiera buscaron ocultar el suspiro que ello les provoco y resonó en todo el local.


—¿Qué pasa muchacho?— le reclamó Nicolas, un hombre fortachón de barba blanca que lo palmeo a modo de queja y animo —No sueles morder el polvo.


—No estoy seguro de que sepas lo que es un empate. Un empate significa que no perdió nadie—


—Pero eso también significa que nadie ganó.


—Depende el punto de vista— se excusó Jack recibiendo el menú por encima de el esfuerzo que ponía en recuperar el aliento y enfocar las letras del pequeño panfleto que sostenía entre sus dedos temblorosos.


Se talló un poco los ojos para quitarse la sensación de irritación en sus ojos, considerando que quizá algo se le había estampado en la cara y de ahí que le costara tanto leer con atención.

Eros ya estaba pidiendo su bebida frutal favorita y pasaba a convencer a Toothania sobre el verdadero ganador de la carrera.

—Jack, es para hoy. Si llegamos tarde por tu culpa voy a hacer que me pagues un pastel en la salida. Entero. Con adornos.


Su amenaza fue suficiente para que el mayor sonriera y se decidiera por fin por algo para él. Quería algo fresco, algo que le congelara el cerebro y lo dejara relajarse en la banca de su escritorio sin poder escuchar las palabras que los profesores soltaban acerca de la graduación que estaba a la vuelta de la esquina.

—Para mi será una "Helada sensación" por favor— y fue cuando Jack levanto sus ojos para cerciorarse de que su orden fuera tomada correctamente, que una revelación lo golpeo con más violencia que cualquier bebida helada de ese lugar.


Ahí, frente a él, estaba un nuevo empleado tomando su orden, con sus ojos verdes fijos en él y la estela que había estorbado en su campo de visión al leer el menú, uniéndolo a él.


Cuando hablo, Jack pudo jurar que algo en su interior se estremeció.

—¿Sería todo?

Mes Hijack/FrostcupDonde viven las historias. Descúbrelo ahora